Sevilla
El rito y la oración pueden con el virus en el cementerio de San Fernando
A pesar de las restricciones por la pandemia, los sevillanos no faltan a la cita con sus seres queridos difuntos en el camposanto sevillano, aunque en menor número
«El que haya amado a los pobres, verá llegar sin temor la hora de la muerte». Así reza en el sencillo panteón de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl en el cementerio de San Fernando, nuevamente protagonista este 1 de noviembre , festividad de Todos los Santos , un día para recordar a los seres queridos que ya no están entre nosotros, en un año que, como no podía ser de otra forma, está marcado por el coronavirus , frente al que, sin embargo, han podido el rito y la oración de los sevillanos.
A pesar de las restricciones en la movilidad y en el acceso al cementerio derivadas del estado de alarma para frenar la expansión de los contagios del Covid-19 , los sevillanos no han faltado a su cita como cada año. Aunque en menor número.
El coronavirus desde la entrada. El Ayuntamiento ha dispuesto una serie de medidas para garantizar las condiciones sanitarias en las visitas. Dispensadores de gel hidroalcohólico, marcas y cintas para diferenciar los itinerarios de entrada y salida , carteles con las recomendaciones: uso de mascarillas y que los grupos de familiares no superen las cuatro personas, como consejo. Esto último rara vez se cumplía esta mañana.
Conforme avanza la mañana el cementerio va recibiendo a más sevillanos. Llegan algunos coches fúnebres seguidos de los familiares del difunto. Son pocos porque así lo ordenan las autoridades por el coronavirus. El virus ha cambiado nuestras vidas hasta el punto de modificar hasta la última despedida, algo que intensifica las huellas de la pérdida , como señala la psicóloga Merche Barbancho, coordinadora del grupo de trabajo de Psicología del Duelo y la Pérdida del Colegio Oficial de Psicología de Andalucía Occidental, en las páginas de ABC de Sevilla este domingo.
La normalidad era la tónica predominante hasta el mediodía de este domingo, según apunta la Policía Local , que mantiene un dispositivo especial desplegado en el entorno del camposanto, junto a Protección Civil . Así hasta el cierre a las 18.30 horas, tras ampliarse el horario de visitas para evitar aglomeraciones.
Menos gente, menos venta
Aunque difícilmente se darán porque la afluencia al cementerio está siendo menor que la de años anteriores. Y bien que lo notan los puestos de las flores ubicados a la entrada del recinto. Al llegar y ver la media circunferencia repleta de colores se podría pensar que el día de Todos los Santos podría servir de respiro para este sector tan azotado por la crisis del coronavirus y la suspensión de la Semana Santa, romerías o bodas.
Nada más lejos de la realidad y así lo confirma a este periódico una vendedora. A las doce de la mañana, hora punta, no se ha vendido ni la mitad. Ha venido la gente que habitualmente acude solo a primera hora. Los cubos de las flores siguen llenos . Frente al «trajín» de otros años, los trabajadores están parados y con las manos cruzadas.
A pesar del estado lamentable que presenta algunas calles de nichos del cementerio municipal, en un día como el de hoy los camposantos suelen relucir limpios y floridos, aunque de un tiempo a esta parte las flores de plásticos se imponen a las naturales, que habitualmente eran las reinas este día. Eso sí, de plásticos pero del color que se desee, desde el turquesa hasta el naranja, pasando por las plateadas y doradas. Con la novedad de las hojas con reflejos brillantes.
En una mañana limpia y soleada, la oración frente al ser querido se hace presente. A los pies de las tumbas se escuchan conversaciones mudas, rezos y algún suspiro de ausencia. Un «¡Ay!» eterno sale de la boca de una mujer, de etnia gitana y de negro riguroso, frente a la lápida de sus familiares. Acompañada por otros que también lo recuerdan.
Los calés honran con lo mejor que tienen a sus difuntos. «Un cuarto de millón (de pesetas) me costó los angelitos pequeños», recuerda el mayor de los presentes. Apenas se ve mármol en tumbas y lápidas atestadas de flores. Objetos fetiches: sombreros, guitarras, bicicletas,... Sentada en un escalón del mausoleo de la familia de don José Vázquez Navarro, «Hijo del Rey de los Gitanos», una joven madre da un biberón a un bebé. Unos se van y otros llegan.
Riquezas y austeridad
Frente a la «riqueza» de las tumbas de los gitanos, la austeridad que rige en los sepulcros de las órdenes religiosas . Los hermanos de San Juan de Dios, las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, las Hermanitas de los Pobres o las Hermanas de la Cruz descansan eternamente con la sencillez que marcó su vida terrenal.
El Gran Poder , la Virgen del Rocío , el Cachorro , el Corazón de Jesús o la Esperanza Macarena coronan la gran mayoría de las tumbas. La del Arco en casi todas las formas posibles. En una cristalera, en la piedra, esculpida o pintada, pero siempre con las cinco mariquillas de Joselito , cuyos restos descansan en el barrio de los artistas del cementerio. Junto a Sánchez Mejías , «El Gallo» , Juanita Reina o Paquirri , por cuya tumba había pasado ya «su mujer y su hijo» para depositar un ramo de flores.
La patrona, la Virgen de los Reyes , preside una tumba de cerámica de un militar caído en la Guerra Civil . Era estudiante de Medicina. Cerámica que también es elemento protagonista del descanso eterno de otro militar muerto en la misma época. Curiosidades.
El sol aprieta cuando llega el mediodía. Dice el Apocalipsis 21, 4: « Dios es luz y amor. Secará Dios toda lágrima de los ojos de ellos y ya no habrá muerte ni habrá más llanto, ni clamor ni dolor porque las primeras cosas pasaron», como pasará el coronavirus. Esperemos.
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