Refugiados ucranianos en Sevilla: «Al fin estamos a salvo, pero no sé cómo vamos a olvidar tanto horror»
Lidiia Pidbutska cogió a su hija y a sus nietos cuando comenzaron los bombardeos en Jarkov y se los trajo a Sevilla donde reside desde hace trece años
Una red de alojamientos en pueblos pequeños para los desplazados de Ucrania

Los primeros desplazados que llegaron el martes desde la frontera polaca con Ucrania pudieron descansar sin escuchar los bombardeos ni sufrir las prisas para coger el siguiente transporte. La mayoría son ya jóvenes que en su día fueron niños acogida en España, y mujeres con hijos que han dejado atrás a sus maridos para que se unan al frente. Se han alojado con familiares que llevan años trabajando en Sevilla y en hogares que se han ofrecido voluntarios para convivir mientras dure el conflicto.
«Nadie quiere irse lejos de Ucrania porque piensan que esto acabará pronto, pero yo no me fío»
La solidaridad se extiende por todos los rincones de la ciudad y la Fundación Madre Trinidad recibía ayer a la primera familia que va a dar alojamiento en la residencia de la calle Levíes. Su presidente, Lázaro Giner, la esperaba a las puertas. Se trata de Lidiia Pidbutska que llegó con su hija Oxana y sus dos nietos procedentes de Jarkov, justo en la frontera con Rusia. Entre lágrimas esta mujer, que lleva trece años trabajando en Sevilla, decía no entender «¿por qué nos hacen esto?». Se había marchado para pasar una temporada con su familia , pero a los pocos días del inicio de la guerra cogió el coche y se ha traído a todos los que ha podido. Allí se quedan su yerno y su hijo, que es militar, y están movilizados en el frente.
Un viaje interminable
Nueve días de viaje y 4.000 kilómetros a las espaldas para llegar al fin a la ciudad que ha sido su hogar en estos años. «Aquí estamos a salvo, pero hemos visto tanto horror. Cadáveres en las calles y edificios destrozados», relató. Su hija, abogada de profesión, no podía creer que al fin estaban seguros. Allí le queda otra hija que vive cerca de la frontera con Polonia y se ha quedado al lado de su marido. «Nadie quiere irse lejos, porque creen en que esto acabará pronto y podrán volver, pero yo no me fío . Estábamos en una zona peligrosa y lo más seguro era venir aquí», dijo en declaraciones a ABC.
La residencia de la Madre Trinidad será ahora su hogar y el de otras veinte personas más que llegarán en los próximos días. Esa es la colaboración que hará esta entidad con el pueblo ucraniano que ahora necesita todo el apoyo.
Noticias relacionadas