PATRIMONIO DE SEVILLA
Rabos de cochino y una red pararrayos: las siete curiosidades de la restauración de la Giralda
Los trabajos de conservación de la cara oeste han deparado descubrimientos y funcionalidades de la torre alminar
La Giralda de Sevilla, torre vigía de la ciudad
La Giralda era roja . Así la concibieron los almohades y se mantuvo tras la reforma renacentista. Según han desvelado los expertos que han trabajado sobre la cara oeste de la torre alminar durante su restauración, se ha certificado que el color almagra -tan propio de edificios islámicos como la Alhambra o el Alcázar- era el que predominaba, hasta que el tiempo hizo que se fuera perdiendo y, finalmente, fue eliminado en una restauración antes de que cualquier cámara de fotos pudiera dejarlo acreditado para la historia. Éste ha sido el descubrimiento fundamental durante estos meses de trabajo, sin embargo, hay mucho más detrás de esta intervención, que ha deparado anécdotas, curiosidades y datos muy relevantes para conocer su historia y su conservación.
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Una red conectada pararrayos
El 25 de abril de 1884 y el 20 de junio de 1885 se sucedieron sendas tormentas elécticas que descargaron sobre la Giralda. Aquellos sucesos obligaron a intervenir al Cabildo Catedral para emprender una acción restauradora y preventiva. La torre alminar había actuado como pararrayos natural dada su gran altura. El encargado de la intervención fue el arquitecto Adolfo Fernández Casanova . En esas labores se instaló un sistema de conducciones metálicas de forma que las descargas eléctricas se repartieran de forma que no afectara a la estructura de la torre.
Ahora, con las tareas de restauración de la cara oeste de la Giralda, «la torre tiene la mejor protección frente al rayo» . Los expertos han creado una red conectada con elementos de cobre, desde el Giraldillo al cuerpo de campanas, donde se ha instalado también una nueva reja de protección para las personas de acero galvanizado, que no toca las jambas de la pared, y que están conectadas con pletinas de cobre. Es como una jaula que asegura la protección del edificio frente a las descargas eléctricas que se ha conectado a elementos metálicos históricos. La Giralda es ahora el pararrayos perfecto.
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Los rabos de cochino
Para el mantenimiento de la Giralda, de forma periódica se descuelgan arquitectos técnicos alpinistas por la fachada que, hasta ahora, se encontraban con elementos en la fachada que dificultaban en exceso su trabajo e, incluso, lo ponían en peligro. Se trata de profesionales que velan porque no haya desprendimientos de las piedras y que, en algunos puntos, debían dar impulsos con los pies. Para evitar esa compleja operación, se han instalado piezas de acero inoxidable por distintas zonas de la fachada. Unas anillas que, por su forma, reciben el nombre de «rabos de cochino» , que sirven para descolgarse de los bordes del edificio.
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El andamio con el que se construyó hace mil años
Durante los trabajos, se han tomado muestras para ser investigadas en laboratorio , de forma que pueda conocerse el origen de los materiales que conforman la Giralda. En una de las prospecciones en los mechinales , se han encontrado maderas que, tras hacerle la prueba del carbono 14 , se han descubierto que tienen casi mil años de antigüedad. Se trata de unas maderas que formaron parte del andamio original de la torre , de la época de su construcción. «De los 208 centímetros de material de la fachada, tenemos una cantidad ingente de documentación que nos van a dar años de investigación», ha señalado el arquitecto.
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Cuerdas de fuego para celebraciones
Entre los descubrimientos que se han revelado tras la restauración de la cara oeste de la Giralda han aparecido restos de cuerda carbonizada en la fachada. Son abrasiones sobre la piedra que se han eliminado y que se han dejado como testigos. Provienen de las antiguas celebraciones que antiguamente se llevaban a cabo. De esas cuerdas se creaban una especie de fuegos artificiales para celebrar grandes acontecimientos.
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La Giralda «roja» por Murillo
Que la Giralda tenía un color rojo al completo era algo que se suponía teniendo en cuenta grabados y pinturas que así la representaban. Concretamente, existe una de Bartolomé Esteban Murillo de 1666, que se expone en el Museo de Bellas Artes, y que representan a las Santas Justa y Rufina sosteniendo la Giralda. Es la iconografía habitual de las santas patronas de la ciudad, pero tiene un elemento que siempre despertó la curiosidad: la Giralda aparecía de color almagra. Ahora, se ha descubierto que, verdaderamente, la Giralda era roja .
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Trabajos como en el siglo XII, pero sin burro
Durante la intervención se han sustituido o repuesto numerosas piezas que el paso del tiempo ha ido deteriorando o incluso eliminando. Por ello, los profesionales que han trabajado sobre la Giralda han empleado la misma mecánica artesanal que tuvieron los obreros en el siglo XII. Así, por ejemplo, para subir una columna de gran peso por las rampas hasta los niveles superiores de la torre, lo han hecho con tracción humana . Decía el arquitecto en tono jocoso que, «al menos, en aquella época tenían burros».
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Emma, Hugo, huracanes y terremotos que no pudieron con la Giralda
Antes de proceder a los trabajos de restauración de la Giralda, a través de teleobjetivos comprobaron que había elementos que presentaban problemas estructurales. Sin embargo, no ha sido hasta tenerlos a un palmo de la mano, cuando han comprendido la urgente necesidad de intervenir, dado el riesgo de caída que tenían algunos de ellos. Son los casos, por ejemplo, de las campanas de piedra que dan sustento a las azucenas de la torre, que a su vez están apoyadas por bolas de piedra. Éstas presentaban grietas que, con un viento normal a esas alturas, se balanceaban de forma excesiva. Gracias a la intervención, «ha pasado Hugo, Emma y todos los últimos huracanes y todo ha ido bien» .
Igualmente, se ha sustituido el zuncho de hierro que se instaló a finales del XVIII tras el terremoto de Lisboa , en la zona de los arquillos de remate.
La Giralda es un edificio protegido contra rayos, terremotos y huracanes. Así, desde hace casi mil años.