ENTREVISTA
«Lo que se proponga para el Guadalquivir tendrá en cuenta todos los intereses»
José Carlos García Gómez | Director del programa de estudios científicos del Puerto de Sevilla
Hace tres años que José Carlos García Gómez, catedrático de Biología Marina de la Universidad de Sevilla, vive pegado al Guadalquivir. Desde que recibió la encomienda de retomar los estudios científicos sobre el estuario ha realizado un trabajo exhaustivo y discreto al margen de las luchas entre colectivos a cuenta del dragado de profundización. El durísimo palo que supuso el rechazo al del Ministerio de Medio Ambiente al proyecto el pasado mes de marzo y el giro ambiental que dio la Autoridad Portuaria sobre el asunto alteró la tranquilidad del equipo de José Carlos García que ahora está en el punto de mira.
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Por delante le quedan tres años de análisis para diagnosticar el estado del estuario y determinar la cuota de responsabilidad de cada uno de los actores porque «el estado crítico en el que se encuentra no es cuestión uno solo», asegura. El talante conciliador del profesor García Gómez es la clave para involucrar a todas las administraciones en la conservación del patrimonio natural.
-Los anteriores estudios ofrecieron un diagnóstico demoledor sobre el estado del estuario. ¿Qué diferencia esta etapa de la anterior?
—Este proyecto tiene un carácter pluridisciplinar . Lo coordina la Universidad de Sevilla, pero hay investigadores de la Universidad de Cádiz, de Huelva, de Málaga y del CSIC. La diferencia que ofrece con respecto a la etapa anterior, que lideraba la Universidad de Granada, es que aquella tenía un corte más de carácter fisicoquímico, de medición de parámetros y conocimiento profundo del estuario y de sus fluctuaciones a lo largo del tiempo. Por el contrario, el nuestro va en una dirección más dinámica. En lugar de usar estaciones fijas en el tiempo de forma continuada, analizamos lugares distintos y nos centramos mucho en los ecosistemas. Hemos puesto la atención en aquellas zonas donde hay diferencias de salinidad y con esos saltos podemos ver los cambios en las especies y valorar cómo se comporta el tapón salino. Lo que sí quiero dejar claro es que la filosofía es muy integradora, pensando en el beneficio de todos los actores. Eso para mí es fundamental y además sigue con la estela dibujada en la etapa anterior en la que se propuso un plan de gestión integral del estuario a realizar entre todos.
«Esta estapa sigue la estela de la anterior tras la que se propuso un plan de gestión integral del estuario»
-Los primeros resultados que ya han hecho públicos no ofrecieron demasiadas sorpresas. ¿Qué nos cabe esperar de la segunda fase están concluyendo?
—Sorpresas ha habido, pero no las podemos adelantar hasta que llegue el momento. Eso va a ser, sin duda, antes de que termine el año. Estos meses hemos forzado la máquina y vamos a incluir los resultados de las campañas que hemos hecho en la desembocadura. No puedo desvelar demasiado, pero sí le quiero decir, y es importante que todo el mundo lo sepa, que estamos tocando muchos objetivos distintos que pueden aportar luz sobre una serie de problemas. Una de las líneas es el estudio de la red trófica (el ciclo alimentario) del estuario, que estamos midiendo a través de isótopos estables para seguir el rastro del nitrógeno. Eso es muy interesante porque nos puede dar una lectura de cómo funciona el ecosistema desde el punto de vista alimentario. Además estamos estudiando el Guadalquivir de forma paralela a su río hermano, el Guadiana, que no tiene esos problemas de turbidez. Hemos detectado que este último tiene una enorme riqueza en el fondo, que es rocoso, pero es pobre en la columna de agua. El Guadalquivir es todo lo contrario, tiene una gran pobreza en el fondo, que es fundamentalmente fango, y una rica población de especies en las capas superiores. Cuando el escenario es muy turbio y ves esa riqueza hay que preguntarse de dónde viene. Esto tiene una especial importancia para ámbitos como la pesca, porque vemos muchas larvas de especies comerciales que se ocultan en las aguas opacas del río para escapar de los depredadores. Hablo de pesquerías como el boquerón, la sardina, el lenguado o la corvina. Todos esos datos los daremos en la próxima comparecencia pública.
-Parece que nadie quiere volver a hablar de dragado hasta que se alcance una mejora del estuario. ¿Es eso posible o el daño ya es irreversible?
«El estuario del Guadalquivir no es ni va a ser nunca el de los fenicios»
—Aquí hay que ser muy claros y decir lo que tenemos. El estuario del Guadalquivir no es ni va a ser nunca como el de los fenicios. El río tenía tres brazos y se quedó en uno solo con el corte de los meandros. Se ha creado un canal de navegación y ha habido transformaciones tremendas en la Vega del Guadalquivir. Por poner un ejemplo, lo que en la posguerra fue un ensayo para el cultivo del arroz se ha convertido en 36.000 hectáreas de arrozales. Hay otros 8.000 kilómetros cuadrados de olivar, que a su vez plantea problemas de erosión de materiales que va al agua y a lo largo d su cauce encontramos 57 embalses con un último muro de contención que es la persa de Alcalá del Río. Todo eso configura un escenario muy artificial con momentos en los que se invierte el régimen hidrológico del Guadalquivir para garantizar el riego. Todo eso influye en el estuario. Sin embargo, sí que se puede aspirar a que se mejoren algunas cosas como la turbidez, porque tenemos uno de los ríos más turbios del mundo y estamos viendo cómo afecta eso a los ecosistemas y qué medidas se pueden plantear para paliarlo.
-Por lo que comenta, tal vez este estudio debería ser cosa de todos y no únicamente del Puerto de Sevilla
—Todos tenemos que estar dentro. Y estoy absolutamente convencido de que la Consejería de Medio ambiente, con la que mantenemos unas relaciones cordiales va a estarlo. Eso lo esperamos también de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, para la que también tenemos sugerencias. Una de las propuestas que vamos a hacer en su momento es buscar mecanismos de permeabilización de las dos presas, la de Cantillana y la de Alcalá para recuperar especies y evitar la acumulación de materiales que luego son arrastrados cuando se hacen los desembalses. Las presas son barreras y generan una acción de arrastre muy perniciosa, pero son también muy necesarias, no sólo para retener agua en una zona de sequía, sino para controlar las inundaciones. Sin embargo, se puede conseguir un funcionamiento mucho más sostenible que va a ser bueno para todos.
-¿Cuánto tiempo puede llevar recuperar la sostenibilidad del río?
—No hay plazos. Eso va a depender mucho de la buena voluntad de los actores y creo que se tiene que instalar un ambiente de confianza entre todos y de coordinación con la intención de tirar todos del mismo carro. Sería muy interesante crear una mesa de trabajo en el que todos estén representados. Entiendo que cada uno tiene sus intereses, que son todos muy legítimos, y habría que ver en qué medida puede ir encajando.
-En vista del trabajo que lleva realizado ¿cree que es posible volver a plantear una actuación como el dragado?
—Lo que es importante decir ahora mismo para que no exista la menor duda es que ese proyecto está descartado. En el futuro no sabemos lo que va a pasar. Se está haciendo exactamente lo que se sugirió y era la línea directriz de la primera etapa de todo esto, la línea de Granada y el CSIC. Hay que empezar a trabajar y conseguir nueva información, en pro de una gestión integral del estuario con la finalidad de mejorarlo y luego ya hablamos entre todos. Evidentemente, si algún día se retomara el tema tendría que ser con un estudio nuevo de impacto ambiental. Pero esa es otra historia. A día de hoy no tenemos datos suficientes para saber si se podría afrontar o no una actuación de ese tipo y el camino que se ha trazado es que primero se hagan estudios exhaustivos para avanzar en la gestión integral. Si se dieran las circustancias de replantear el proyecto, que yo no lo sé ni tengo datos para afirmarlo, ya se verá cómo se llevaría a cabo.