Ignacio Fernández-Vial

Primera vuelta al mundo: el regreso a Sanlúcar de Barrameda

Pese a su extrema debilidad, los pocos tripulantes que quedaban en la nao Victoria mostraron a los sanluqueños que los recibieron su orgullo por haber podido llegar

Última travesía larga, de más de 2.700 millas, que tuvo que realizar la nao Victoria en su aventura ABC

Ignacio Fernández Vial

Elcano se hace a la mar precipitadamente desde el puerto de Praia —isla Santiago—, a pesar del lamentable estado en que se encontraba tanto el barco como sus tripulantes. Con muy pocos hombres para dominar a una nao que arbola tres palos, más el bauprés, y que puede desplegar hasta seis velas, con una superficie total de muy cerca de los 300 metros cuadrados, todas ellas de grueso paño de lino y que se maniobran con una tosca cabullería, y lo que es aún peor, con las tablas del forro comidas por la broma, la Victoria inicia la que sería su última larga travesía marítima hasta España. Aún tenían por la proa unas 2.700 millas .

«Pero resolvimos, de común acuerdo, morir antes que caer en manos de los portugueses, y así, con grandísimo trabajo de la bomba, bajo la sentina, que de día y de noche no hacíamos otra cosa que echar fuera el agua, estando tan extenuados como algún hombre lo ha estado». «Y fuímonos con 22 hombres dolientes y sanos, y esto fue el martes a 15 del mes de julio (de 1522)».

Pero no les iba a ser fácil el navegar rumbo a casa. Los vientos les soplan de proa casi continuamente, lo que hace que ganar millas sea muy pesado, ya que les obligan a dar largas bordadas entre los rumbos NO y NE. Como no pudieron embarcar arroz suficiente, de nuevo aparece el hambre, pero además de ello, sus pesadumbres se ven agravadas porque el barco hacia tanta agua, que si no lo bombeaban continuamente, el final no podía ser otro que el naufragio. Quizás este fuera el primer motivo que decidiera a Elcano a entrar en Santiago, él sabía Praia, su capital, contaba con un buen número de esclavos. «Que en el puerto de Santiago, en las islas de Cabo Verde, vido sacar dos quintales de clavo para rescatar esclavos para dar a la bomba, que estaba la gente mala».

El 6 de agosto, fallece el marinero Esteban Villón, cerrándose así la aciaga lista de pérdidas de vidas, estando el barco en la mar. El jueves 21 de este mismo mes, cuando han dejado por la aleta de estribor las Azores, Elcano da la orden de cambiar el rumbo sensiblemente, pasando del NO al SSE. El 23 rumbean al ENE, para volver al siguiente día al segundo cuadrante, por donde navegan hasta el 4 de septiembre que recalan en el, para ellos conocido, cabo de San Vicente.

«A los 4 del dicho en la mañana vimos tierra, y era el cabo de San Vicente, y nos estaba al Nordeste, y así cambiamos la derrota al Este-Sureste, por apartarnos del dicho cabo».

Cuál sería el ánimo de estos hombres, cuando ven por primera vez tierras peninsulares después de casi tres duros años. Únicamente les queda dejar una estela de 125 millas, para poder llegar a casa, pero ya navegando por una ruta familiar para la mayoría de los tripulantes. Después de dos tranquilas singladuras, el día 6 de septiembre del año 1522, la nao Victoria se acerca a Salmedina, antesala de Sanlúcar de Barrameda.

«Gracias a la Providencia, entramos el sábado 6 de septiembre en la bahía de Sanlúcar , y de sesenta hombres que componían la tripulación, cuando salimos de las islas del Maluco, no quedábamos más que dieciocho, la mayor parte enfermos».

Un pescador, llamado Pedro Gordo, que se encuentra calando sus redes cerca de Salmedina, les ayuda a atravesar la peligrosa barra del Guadalquivir, y el escribano del rey, Juan de Heguívar, les espera a la altura de las Horcadas, para dar recibo oficial de la llegada de la nave.

Los sanluqueños, que ven cómo se les acerca una muy castigada nave, con sus velas hechas trizas y tripulada por muy pocos hombres, se acercan a ella con sus ligeras embarcaciones, y al preguntarles que de dónde proceden y quiénes son, los famélicos tripulantes de esta nao le contestan que son los únicos supervivientes de la armada que al mando de Fernando de Magallanes había zarpado hacía ya tres años de estas mismas aguas, y que después de navegar siempre hacia occidente habían regresado a Sanlúcar de Barrameda. Añadiéndoles, llenos de orgullo, a pesar de su extrema debilidad, que por lo tanto, a ellos les corresponde la gloria de haber sido los primeros hombres en dar la vuelta al mundo , y a la nao Victoria, ser la única nave, que a lo largo de toda la historia de la humanidad había cruzado todos los océanos.

En ninguna de nuestras entregas hemos escrito nada acerca de los 12 indios que embarcaron en las Molucas, desliz que vamos a intentar subsanar. Las crónicas nos dicen que a Cabo Verde nada más que llegaron tres vivos, y que estos tres consiguieron pisar el Muelle de las Muelas de Sevilla.

«Truxo este capitán consigo algunos indios de aquellas partes que deseaban ver y conosçer al Emperador nuestro señor, e informarse de nuestra patria y reynos y gente de nuestra España; y entre ellos vino uno prinçipal, sabio y de tanta astucia, que llegado en Castilla, lo primero que hizo fue inquirir quántos reales valía un ducado, y un real cuantos maravedís, y por un maravedís cuanta pimienta se daba en diversas partes, desde Sevilla hasta la corte de Cesar».

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