500 aniversario primera circunnavegación
Primera vuelta al mundo: Reconociendo el litoral de Brasil
Esta es una serie de artículos en la que el marino Ignacio Fernández Vial recrea cada sábado el viaje de Magallanes y Elcano
Vamos a dedicar esta crónica a dar a conocer las dificultades y los peligros que corrían las naos cuando se veían obligadas a ir reconociendo las costas, buscando ríos, ensenadas, bahías, accidentes geográficos e incluso pequeñas islas, como fue el caso de la expedición de Magallanes y Elcano . Conozcamos cuáles eran las prevenciones que tomaban sus tripulantes para no encallar o no caer sobre la costa.
Estando ya los barcos de la Armada de la Especiería en Brasil , a principios de diciembre de 1519, a partir de las «tierras planas» que encontraron, continúan barajando la costa sin dejar de sondar continuamente, temerosos de dar con las quillas de sus naves en algunos de los numerosos bajos que jalonan estos parajes. Alonso de Chaves hace estas recomendaciones a los capitanes de las naos: «Cuando fueren en demanda de alguna tierra o en sospecha que la puede haber o algunos arrecifes o bajos, deben siempre llevar la sonda en la mano y tentando el fondo de rato en rato, y ver las brazas que tiene y lo que saca la sonda principalmente». De esta manera los mandos de las naves cumplían uno de los objetivos principales cuando se salía a descubrir, es decir, levantar cartas y derroteros de las costas halladas para que las expediciones que posteriormente enviara España , contaran con la máxima información posible para minimizar el riesgo de perder sus barcos.
Los marinos españoles que contaban ya con una vasta experiencia en estas travesías de exploración, cuando tenían que reconocer un nuevo litoral, navegaban desde el alba hasta el ocaso, y cuando contaban con buena visibilidad y mar aceptable, se alejaban de tierra unas 1,5 leguas (4,8 millas) como máximo. Pero a la puesta del sol, se abrían hasta dejar el litoral a unas 3 leguas (9,7 millas). Todo esto era posible si tenían la tierra por barlovento, es decir cuando el viento les alejaba de la costa, en caso contrario, el margen de seguridad se ampliaba significativamente, ya que si el viento les empujara hacia la costa, el riesgo era evidente.
Maniobrabilidad
La maniobrabilidad de los barcos aparejados con velas cuadras era muy limitada, y si para alejarse de la costa se vieran obligados a navegar recibiendo el viento por la proa, el peligro se incrementa considerablemente. Pero aún peor, si les entraba calma chicha y las olas empujaban los barcos a tierra, si las naos no podían fondear por cualquier causa, estaban perdidas.
En resumen, navegar lamiendo una costa desconocida, en muchos casos significó la pérdida del barco. Debido a ello, no solamente sondaban, «pues, no obstante el aviso y la diligencia que ponía en hacer sondar el fondo, y que hubiese atalayas en la gavia para descubrir el mar, la nave no pocas veces daba en el fondo, sin poderlo evitar, pues había en el contorno innumerables bajos», y se mandaba constantemente «subir un marinero al tope, como lo tenía de costumbre mañana y tarde».
Este vigía estaba obligado a permanecer siempre alerta, y por supuesto debía ser un hombre práctico en las cosas de la mar. Tenía que saber interpretar los cambios de tonalidad de las aguas, las formas y frecuencias de las olas, los rompientes, los tipos de sargazos, los colores del cielo, los olores que percibía, etc. Todos estos datos les servían para saber si había sumergidos amenazantes bajos, si iban perdiendo calado o si se acercaban a aguas peligrosas para los barcos.
El vigía
Por ello, era fundamental que no perdieran concentración durante sus horas de guardia. Abandonar la guardia, distraerse o dormirse, estaba penado por el Consulado del Mar español que regulaba los castigos que debían recibir los hombres que la descuidaran: «Y los que se duerman estando de guardia durante la navegación, en todo aquel día no debe beber vino. Y en caso de que la nave se halle en país enemigo, el que se duerma en la guardia, si es proel, debe perder el vino y no comer más que pan en todo el día, y además, toda la tripulación le debe azotar, desnudo, o zambullir tres veces en el mar con la driza de la orza. Si a alguno de estos vigías más de tres veces durmiendo durante su guardia, debe perder todo el salario que le haya de corresponder por aquel viaje… o bien se le debe echar al mar». La lectura de estos párrafos nos deja muy claro, la alta responsabilidad que asumía el vigía, y cómo si un descuido ponía en riesgo a la nao y a sus tripulantes, les esperaba una cruel sentencia. Por otro lado los pilotos de los barcos estando costeando, debían de velar toda la noche y dormir, si fuera necesario, tan solo entre el amanecer y mediodía.
En esta situación se encontraban las cinco naos de la armada, barajando la costa de Brasil. Veamos lo que nos dicen sus cronistas, Albo y Pigafetta sobre la travesía que los llevó de Victoria a Río de Janeiro . «Viernes 9 del dicho, vino a ser nuestro apartamiento de la línea equinoccial para la parte del Sur 21 grados 31 minutos, y el camino fue al Sursudoeste, y amanecimos en derecho de Santo Tomé . La costa corre Nordeste Sudoeste hasta el cabo Frío y tiene muchas islas y ríos. Entrando en el dicho cabo hay una bahía muy grande, y a la boca tiene una isla muy baja, y dentro es muy grande con muchos puertos, y llámase bahía de Santa Lucía», y «entramos en este puerto el día de Santa Lucía , 13 de diciembre».
Considerando los cambios de rumbo que necesitaron al alba y al ocaso, estimamos que tuvieron que navegar del orden de 270 millas (500 km). El día 9 de diciembre pasan al través de Vitoria y nos dice Pigafetta que en entran en Santa Lucía el 13 del mismo mes. Como esas dos fechas están dadas aproximadamente al mediodía, consiguieron a una media de 2,8 nudos (5 Km/h), luego el viento que lo llevaban del través a la popa, soplaría con una media de 15 nudos (28 km/h) de velocidad. Tiempo espléndido y muy buena mar, que les permitió hacer unas singladuras muy cómodas y probablemente disfrutar de una excelente visibilidad de las primeras tierras americanas que encontraron en su travesía.
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