500 aniversario
Primera vuelta al mundo: Navegando por un laberinto de islas
Primera vuelta al mundo es una serie de artículos en la que el marino Ignacio Fernández Vial recrea cada sábado el viaje de Magallanes y Elcano
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Al recalar en la primera isla de las Filipinas, Siargao , pasan la noche en la mar, y al alba del siguiente día levan anclas, navegan siguiendo el perfil de la costa, doblan esta isla por su punta más septentrional, para luego poner la proa al Sur. A la puesta del sol vuelven a surgir en una nueva isla, Hinatuan . Nada más aferrar las velas, Magallanes manda a sus oficiales que monten en la playa dos tiendas destinadas a alojar a los hombres que se encuentran más enfermos y les dice que maten a una cerda que llevan a bordo, embarcada en la isla de Los Ladrones, para que estos puedan consumir carne fresca. El capitán general era consciente que de no tomar todas las medidas posibles para que sus hombres sanaran, podía encontrarse con problemas graves para seguir tripulando las tres naves, pues durante estos últimos ocho días pasados en la mar, habían tenido una nueva baja: el día 16 fallece Gutiérrez , paje de la Trinidad.
Al día siguiente, cuando los hombres se encontraban haciendo aguada y recogiendo leña ven que se les acerca una barca con nueve nativos a bordo. Estos hombres echan pie a tierra y se dirigen a ellos de manera pacífica, por lo que inmediatamente se establece una buena comunicación entre ambos grupos. El capitán general, viendo la buena disposición de los habitantes del lugar, les entrega una serie de presentes: bonetes rojos, espejitos, cascabeles, paños de tela y algunas joyas de marfil. Los naturales le corresponden dándole el vino de palmera y los alimentos que llevaban en su barca. Cuatro jornadas más tarde vuelven los isleños a traerles alimentos. Pero lo que más les levanta el ánimo a los castellanos es ver que los naturales de estas islas vienen adornados con pendientes y brazaletes de oro y que en sus batangas se encuentran muestras de algunas especias. Interrogados sobre el origen de estas especias, los nativos se ofrecen a enseñarle al capitán general los campos donde se cultivan. Aceptada la invitación, Magallanes a bordo de uno de los bateles de la armada sigue a las piraguas indígenas, las cuales se trasladan a una isla cercana, para mostrarles los almacenes en donde tenían acopiado gran cantidad de clavo, canela, pimienta y nuez moscada. A Hinatuan , los españoles la llaman, según el piloto genovés, Buenas Señales, porque en ella hallaron oro y especias, y según Ginés de Mafra, La Aguada, porque pudieron rellenar sus barriles de agua y leña. «El capitán saltaba diariamente a tierra para visitar a los enfermos, a los que llevaba vino de cocotero, que les sentaba muy bien». Ocho días pasan retomando fuerzas y curando a sus enfermos en esta playa, pero no todos se recuperan, el día 16 fallece Gutiérrez, paje de la Trinidad , y el 22 el grumete Ochote ,
Satisfecho por el resultado del encuentro, Magallanes decide reemprender el camino, pero antes de salir dispara una lombarda como despedida. La deflagración causó tal espanto a los nativos, que aquellos que aún estaban a bordo de las naves, llenos de pavor, se tiraron a la mar.
Cuando estaban preparando las maniobras para comenzar a navegar, le ocurre a Pigafetta un suceso que le pudo ocasionar la muerte. Él nos lo cuenta así. «El lunes santo, 25 de marzo , corrí un grandísimo peligro. Estábamos a punto de hacernos a la vela, y yo quería pescar; habiendo puesto el pie sobre una verga mojada por la lluvia, para hacerlo más comodamente, me escurrí y caí al mar sin que nadie me viese. Afortunadamente la cuerda de una vela que pendía sobre el agua apareció ante mis ojos; me agarré a ella, y grité con tanta fuerza, que me oyeron y salvaron con el esquife». El que un tripulante cayera al agua no debía de ser un caso raro, por ello, en muchas ocasiones los maestres de las naos llevaban remolcado por la popa, a través de un largo cabo de cáñamo, un tonel vacío, de manera que el «hombre al agua» pudiera agarrarse a él y esperar a que le recogieran sus compañeros de a bordo. Este era otro de los riegos que tenían que asumir los marineros de estas naves, ya que muchas veces estaban expuestos a perder pie, sobre todo cuando para poder otear el horizonte o gobernar algunas de las velas, tenían que andar por palos y vergas, o subir por los flechastes con el barco dando fuertes bandazos.
La Armada al abandonar Hinatuan se interna en el Pasaje Hinatuan para acabar fondeada en la isla Sulimón, donde después de llenar sus pipas de aguas, a la mar de nuevo. Dejan por estribor la gran isla de Leyte y poco tiempo después ven a proa de sus naves unas hogueras, hacia allá se dirigen, a la isla Limasawa, latitud 9º 4 N, a la que sus habitantes llaman Massansa. A la mañana siguiente, la lista de bajas se ve de nuevo incrementada, pierden su vida el contador Antonio de Coca y el piloto Juan Rodríguez Mafra,
Ya restaban 163 tripulantes, de los 242 con los que salió la Armada de Tenerife . Habían perdido la vida, por diversas circunstancias, 28 hombres, 2 fueron abandonados en tierra, y 49 fueron los que regresaron a Sevilla a bordo de la nao San Antonio. Magallanes ha perdido el 33% de sus hombres, y aún les quedan miles de millas por navegar.
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