500 aniversario circunnavegación

Primera vuelta al mundo: la dura travesía del Índico

El autor de este artículo narra esta semana cómo con la Trinidad dañada y la Victoria haciendo aguas, se buscó un lugar para carenar las naos

Acaban de iniciar la travesía del océano más desolado del mundo ABC

Ignacio Fernández Vial

«A los 13 del dicho (febrero de 1522) estábamos en el paraje de dos islas; están con Timor con el cabo del Oeste, Estesureste-Oestenoroeste, y de aquí tomamos nuestra derrota para el cabo Buena Esperanza , y fuimos al Oeste-Sudoeste».

Acaban de iniciar la travesía del océano más desolado del mundo, pues si tanto en el Atlántico como en el Pacífico, se pueden encontrar un buen número de islas, por el derrotero que se ve obligado a seguir la Victoria para cruzar el Índico Meridional, unas 6.000 millas a vuelo de pájaro, únicamente aflora un islote deshabitado, la isla Amsterdam . Y lo único que sabían de este gran desierto de agua, era que para poder acceder al Atlántico, antes tendrían que vencer mares muy bravos, con vientos huracanados que les soplarían de proa. Desolador, pero no tenían otra ruta alternativa, ya que era la única que les garantizaba que no serían avistados por barcos portugueses.

En 33 singladuras, llegan a la vista de la isla Amsterdan. «A los 18 del dicho (marzo, 1522), vimos una isla muy alta, y fuimos a ella para surgir y no pudimos tomarla, y amainamos y estuvimos al reparo hasta la mañana, y el viento fue O, he hicimos otro bordo de la vuelta del N con los papahígos, y esto fue el 19, y ella está en 38 grados de la parte del S. parece que está deshabitada, y no tiene árboles ningunos». Ilusionados se dirigen a ella, pero cuál será la decepción de estos hombres cuando después de reconocer su litoral, desisten de poner pies en tierra por lo acantilado de sus costas, viéndose obligados a sumergirse de nuevo en un espacio sin horizontes, pero esta vez con vientos muy duros que les entraban por la proa.

De los 38º Sur pasan en pocos días al paralelo 40º Sur, desde donde comienzan a ganar Norte, siempre dando largas bordadas, hasta el día 19 de mayo que recalan en tierras continentales africanas. Con esta travesía, en la que se vieron obligados a navegar 6.750 millas , la nao Victoria, Elcano y sus tripulantes , dejaron escritas las páginas de oro en la historia de la navegación, pues fueron los primeros en cruzar este mar bravo y oscuro. Hasta pasados algo más de cuatro siglos, con la aparición los mejores barcos a vela jamás diseñados, los clippers, ningún otro barco vuelve a cruzar el Índico Meridional.

Estando a vista de la costa, Elcano, decide reconocerla con el fin de hallar un buen surgidero donde reponer alimentos frescos y leña, y darle descanso a sus tripulantes -llevaban encerrados 86 larguísimas jornadas, entre las tablas del navío- , pero no lo encuentra. Ante tan difícil situación, reúne a todos sus hombres en cubierta, para pedirles que decidieran en asamblea qué rumbo tomar. Les dice que al Sur les esperaba el durísimo cabo de las Tormentas, que tendrían que dejarlo por la popa si querían volver a ver a sus familias, y al Noreste, Mozambique , con factorías ocupadas por súbditos del rey de Portugal .

«Algunos de nosotros y sobre todo los enfermos, hubieran querido tomar tierra en Mozambique, donde hay un establecimiento portugués porque el barco tenía vías de agua, el frío nos molestaba mucho y, sobre todo, porque no teníamos más alimentos que arroz ni más bebida que agua, pues toda la carne, por no tener sal con que salarla, se pudrió. Sin embargo, la mayor parte de la tripulación, esclava más del honor que de la propia vida, decidimos esforzarnos en regresar a España, cualesquiera que fuesen los peligros que tuviéramos que correr».

Tomada la decisión de continuar navegando, comienzan a barajar la costa, unas veces con vientos de través y otras soplándoles de proa, pero siempre teniendo que vencer una mar muy agitada. Esta dura lucha contra los elementos provoca que el día 16, y cuando ya tenían el cabo de Buena Esperanza por la amura de estribor a unas 80 millas, rompan el palo del trinquete y su verga. «A los 16 del dicho... quebramos el mástil y verga del trinquete y estuvimos todo el día al reparo». Qué saber hacer la de estos marinos, que pese a estar agotados por el frío, el hambre y la falta de descanso, vuelven a dejar la arboladura de la Victoria en condiciones, no buenas, pero sí aceptable, para seguir buscando el regreso a Sevilla.

«Para doblar el cabo de Buena Esperanza nos elevamos hasta los 42º de latitud Sur, y tuvimos que permanecer nueve semanas enfrente de este cabo, con las velas recogidas, a causa de los vientos del Oeste y del Noroeste que tuvimos constantemente y que acabaron en una horrible tempestad».

Por fin, el día 22 de mayo el piloto Albo puede escribir en su diario:

«A los 22 del dicho tomé el sol en 36 grados; tenía de declinación 22 grados tres minutos; vino a ser la altura 31 grados 57 minutos, y estoy con el cabo Noroeste-Sureste cuarta del Este-Oeste, y lejos de él 70 leguas, y la derrota fue al Noroeste, y el día fue jueves».

El cabo de Buena Esperanza había sido vencido, pero no sin cobrarse nuevas vidas. Tres marineros, Gascón, Irnúa y Juan de Ortega , y dos grumetes, Saylizes y Mauri , pasan a engrosar la lista de bajas, todas ellas producidas durante los durísimos catorce días que permanecen en la mar, desde que la Victoria abandona las aguas cercanas al litoral hasta que consigue doblar esta mítica punta africana.

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