Universidad
La primera graduada de Polígono Sur de la Loyola: «Yo en chándal y todo el mundo con ropa de marca»
Ana Abularach, que acaba de obtener el grado bilingüe de Educación Primaria en esta universidad privada gracias a una beca de la fundación Alalá, recuerda su primer día en el campus y cómo fue cambiando su percepción de sus compañeros
Ana Aburalach Córdova, de 22 años, graduada en Educación Primaria Bilingüe, nunca olvidará el primer día que llegó al campus sevillano de la Loyola, situado entonces en Palmas Altas, a una hora a pie (cronometrado por ella) de la avenida de la Paz, en el Polígono Sur , el barrio en el que se ha criado con su madre y sus dos hermanos y en el que sigue viviendo hoy. «Con lo que me había costado llegar a la universidad después de todas las dificultades que superé en el instituto, ese día no quería bajarme del coche -cuenta sonriente a ABC- cuando vi el ambiente. Entonces todo aquello lo veía como un mundo muy ajeno al mío ».
Ana, que tenía 18 años, apenas había salido de su barrio y no tenía ninguna amiga fuera de él. «Era la forma de vestir y la forma de hablar lo que me llamaba la atención. Todo el mundo con ropa de marca y las chicas con bolso, cuando yo llevaba una mochila. Yo iba a mi instituto en chándal o con mallas y apenas tenía vaqueros. Le dije a mi madre que me tenía que comprar un bolso pero había uno que no usaba y que me llevé alguna vez», recuerda.
Fue Ana, su madre, su gran apoyo cuando decidió que quería ser profesora, la que le convenció para que se bajara del coche ese día y tratara de hacer amistades entre sus nuevos compañeros, muy poco parecidos (por fuera) a todos los que había tenido hasta ese momento. L os prejuicios surgieron en un principio en las dos direcciones porque ella era la única estudiante del Polígono Sur de toda la universidad. En la Hispalense sí había más alumnos matriculados de esa zona de Sevilla, pero no en la de los jesuitas.
Con el tiempo hizo amigos (una chica de los Bermejales, otra de Montequinto, un chico que vive en Nervión y otra joven del Porvenir) y se dio cuenta de que la forma de vestir o los complementos de moda no son barreras infranqueables entre dos personas. «D e hecho, tras un primer periodo de integración , volví a utilizar mallas y chándal para ir a la Universidad. Nadie me lo censuró», comenta.
Ana recuerda que a algunas de esas amigas no se atrevía a venir a su casa, cuando la invitaba a su cumpleaños. «Alguna era un poco más cerrada y le daba miedo . Pensaba que le iban a atracar, pero la convencí de que no le iba a pasar nada. Me duele que la imagen de mi barrio sea ésa, como si todo fueran las Tres Mil Viviendas, y voy a luchar por transformar esa realidad». A su amiga no le pasó nada aquella tarde salvo que desapareció un prejuicio. Y fue más veces a su casa.
Desde Juventud Obrera Cristiana y otras organizaciones Ana y otros jóvenes se han convertido en activistas social de su barrio
Josué Vizárraga , uno de ellos (acaba de iniciar en la Loyola el mismo grado que ha terminado Ana) , también esperaba muchos compañeros «estirados» el primer día que fue al campus. No fue así, aunque su forma de vestir fuera diferente. Nos integramos bien y no he tenido ningún tipo de problema, aunque me llama la atención que para algunos de mis compañeros las Tres Mil Viviendas sea igual que todo el Polígono Sur».
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