Entrevista

Pérez Alcalá: «Es muy posible que la evaluación final del curso en la Loyola no sea presencial»

El rector de la universidad privada admite que la enseñanza «on line» se impondrá tras el coronavirus pero no en los alumnos de grado: «Los doctorados, cursos posgrado y otros para profesionales ya se venían haciendo así»

Gabriel Pérez Alcalá Rocío Ruz

Jesús Álvarez

Gabriel Pérez Alcalá (Jaén, 1961) es doctor en Ciencias Económicas por la Universidad de Córdoba. Rector de la Universidad Loyola de Andalucía desde 2013, ha sido profesor visitante de Economía en las Universidades de Lüneburg, Passau y Munich (Alemania) y Linz y Viena (Austria). Ex-director de colección y editor de Economía en Cambridge University Press , es miembro de la American Economic Association, de la European Economic Association, de la Sociedad de Economía Mundial y del Deustchen Akademischen Austausdienst (Daad).

¿Cómo pueden ayudar las universidades en esta crisis?

Ayudamos en la medida en que cumplamos con nuestra obligación y sigamos manteniendo nuestra actividad. Tenemos que seguir formando a los jóvenes porque todo el tiempo que perdamos no se va a poder recuperar.

¿Cómo lo hace la Loyola?

Nos hemos adaptado bien a la situación. El pasado 13 de marzo tuvimos una reunión del Consejo de Gobierno de la Universidad y decidimos adelantarnos al cierre decretado días después por el Gobierno y pasar al modo virtual de clases. No hemos perdido ni un solo día ni retrasamos el calendario lectivo. Es cierto que hemos tenido que hacer algunos cambios y reprogramar algunas asignaturas.

¿Estaban preparados o han tenido que improvisar un poco sobre la marcha?

Teníamos un plan de contingencia desde mediados de febrero por si se daba algún caso por coronavirus pero también hemos tenido que actuar en algunos aspectos sobre la marcha. Estábamos preocupados por algunos alumnos internacionales que queríamos repatriar de Corea y Japón y en ese plan contemplamos varias hipótesis, una de las cuales era precisamente pasar a modo virtual. Tenemos la suerte de que somos una universidad tecnológica y joven, de apenas diez años de vida, además de relativamente pequeña. En nuestra unidad de formación e innvovación pedagógica ya contábamos con el apoyo de herramientas virtuales. Y las hemos ampliado con esta situación sobrevenida. En las casi quinientas asignaturas que damos por trimestre hemos registrado pocas incidencias.

¿Contempla que se hagan exámenes finales no presenciales?

Sí, es muy posible que no sean presenciales. Lo contemplamos como una hipótesis, aunque hacemos evaluación continua y para nosotros la evaluación final es sólo una parte de la nota. Nuestros exámenes se realizan a finales de mayo y dependerá de cómo evolucione la situación.

Dicen algunos expertos que el coronavirus va a facilitar un gran empujón a la telemedicina. ¿Cree que va a pasar lo mismo con la educación universitaria?

Puede ser una de las pocas cosas buenas del coronavirus. En la Loyola tenemos un equipo de veinte personas en el área tecnológica y esto va a suponer un gran aprendizaje para nosotros. Toda la parte no experiencial de las actividades de la universidad la vamos a digitalizar. Esto nos va a permitir probar muchas cosas y ver hasta dónde podemos llegar con las nuevas tecnologías.

¿Buscarán un equilibro entre lo real y lo virtual en su sistema docente?

Es lo ideal. Las universidades estarán más digitalizadas y hay un camino por avanzar, pero el mundo digital tiene un límite. Hay cosas que una pantalla o un teléfono no pueden sustituir. Creo qu esto va a ser una gran oportunidad para las universidades.

¿La experiencia de una clase presencial puede convertirse en algo residual en un futuro no muy lejano?

Depende del tipo de estudiantes del que hablemos. En los de grado, de 18 a 22 años, sustituir la vida en el campus o el contacto humano que da una biblioteca, una cafetería o una clase, empobrecería la formación de las personas. Tres pantallas y toda la tecnología del mundo no pueden sustituir nada de eso ni, en mi opinión, el necesario compañerismo que se vive en un campus. Tampoco creo que una cámara pueda sustituir el ambiente de una clase en la que el profesor o profesora habla de algo que no está programado tras la pregunta que le ha hecho un alumno. La riqueza de un debate entre los estudiantes de una clase presencial es algo que no tiene precio.

Pero ahora se está haciendo.

De forma excepcional, por el coronavirus. La parte experiencial tiene que subsistir en esas edades, pero probablemente no va a seguir más allá. En otros cursos de posgrado, doctorado o de formación específica para profesionales sí podría hacerse una docencia exclusivamente virtual. Ya hay lazos sociales y la formación es aprendizaje puro y duro. Creo que ahí sí se impondrá lo virtual y de hecho, nosotros hacemos el doctorado virtualmente. Y lo realizamos con alumnos repartidos por todo el mundo y con profesorado que también está distribuido por distintos países.

«Regalar ordenadores a todos los alumnos de colegios e institutos de Andalucía fue el dinero más tonto gastado. La digitalización no es llenar las aulas de dispositivos sino crear infraestructuras y redes»

En España uno de cada tres alumnos no dispone de medios tecnológicos adecuados para poder recibir clases «on line» y que pueden quedarse atrás este curso. ¿Cómo puede cerrarse la llamada «brecha digital»?

Creo que el Ministerio de Economía se llama también de Transformación Digital y espero que haga justicia a ese nombre. La digitalización empezó mal en España con un plan del Gobierno de Aznar, al que siguió otro de Manuel Chaves en Andalucía. Digo esto porque la digitalización no es llenar las aulas de ordenadores sino empezar por crear una infraestructura y unas redes adecuadas. Los institutos andaluces se llenaron de ordenadores pero no había técnicos para su mantenimiento y esa inversión se depreció rápidamente. Tampoco se actualizaron sistemas y toda esa compra de ordenadores fue el dinero más tonto gastado que recuerdo.

Todos estos ordenadores y tabletas se regalaron a todos los alumnos.

Se deberían haber facilit ado sólo a quienes carecieran de recursos en forma de becas y el dinero restante invertirlo en redes y wifi. En Europa hay wifis en las calles de muchas ciudades porque hay redes municipales. Ha faltado una política de digitalización e informatización de los hogares españoles, empezando por aquellos que carecen de posibilidades económicas Si se quiere evitar la brecha digital, hay que hacer una política más seria desde el punto de vista de las telecomunicaciones. Habría que formar a más profesionales en programas y procesos y promover una política que ataque las tres líneas que permiten cubrir la brecha y no grandes declaraciones desde el gobierno central y políticas de relumbrón en las autonomías, todas ellas descoordinadas.

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