Reloj de arena
Pepe Guzmán: primera plana, sentrañi
Guzmán fue un alien con una lucecita en sus dedos que nos indicaba la casa de un periodismo diferente y surrealista
Cuando las noticias rodaban por las calles y no había gabinetes de prensa y las underwood y las olivettis reinaban sobre un techo tecnológico la mar de bajito, el periodismo sevillano tuvo una estrella acorde con su tiempo, bohemio y fatal, tierno y golfo, lúcido, brillante, sorprendente. Abonó con el fósforo luminoso de su talento las páginas de El Correo de Andalucía de los años de la transición. Dejando en cada cosa que escribía el acento de la vieja escuela sevillana del humor, la ironía y el chispazo.
Cuando firmaba lo hacía por poderes de la escuela de Galerín y de Cecilio de Trian a , como lo recuerda un compañero de aquella redacción, Pepe Álvarez . Pero también llevaba mucho encima de algunos personajes inolvidables de Fellini. Pepe Guzmán fue un fin de raza en unos periódicos donde los cierres del día se celebraban con una ronda para ir a comprar pescao frito y los imprescindibles botellines. Al ritual lo bautizó con el nombre de «Agazape». Un trompicón de palabras que solo él podía explicar.
Aquellas redacciones eran tan familiares como la Sevilla que estrenaba nuevos tiempos. Tiempos en los que las redacciones no tenían ese blanco frío y metálico de hoy que parece escapado de la habitación del protagonista de «2001, una odisea del espacio». Guzmán fue un alien con una lucecita en sus dedos que nos indicaba la casa de un periodismo diferente, surrealista.
Como aquella vez que metió su 1500 blanco, la ambulancia como recuerda Marta Carrasco, en el Arquillo del Ayuntamiento para hacer un reportaje de investigación sobre la igualdad de derechos de los ciudadanos a aparcar donde solo lo hacía el alcalde.
«Roban el hueco de un ascensor»
De Pepe Guzmán es la acertada fotografía literaria que le hizo a la cara del presidente Chaves, asimilándola al escudo del Barcelona. De Pepe Guzmán es la inocentada de aquel 28D en el que, en portada, apareció el siguiente título: «Roban el hueco de un ascensor» . De Pepe Guzmán fue aquella crónica de toros que tituló: «El francés no se arrima porque el traje es alquilado». De Pepe Guzmán es aquella cascada de ironía con la que mojaba de humor la gabardina de Iriondo. De Pepe Guzmán fue la frase «no silbarle a López que sacan a Alabanda».
O «Scotta mata seis palomas de un bimbazo» que, Ángel Doblado padre, ilustraba junto al texto con dibujitos naif de escuela infantil. Inolvidable es la serpiente veraniega de la boa de Alanís, una patraña divertida que se sacó del cacumen para compensar la falta de noticias del estío. Nunca hubo boa en Alanís, como pudo constatar la Guardia Civil que se puso a buscarla, pese a que algunos vecinos perjuraban que la habían visto.
Marta Carrasco , que entonces era un proyecto de gran periodista, lo acompañó a entrevistar a un loco subido al tejado de la cárcel. La entrevista fue sonada porque hubo que hacerla a voces. En un trance de la misma, Guzmán le preguntó: ¿por qué te has subido al tejado? Y le dijo: «porque estoy loco». Continuó Guzmán: «¿Y si estás loco por qué no te tiras?» A Marta le temblaron las piernas. Mientras Pepe le decía: aguanta, aguanta que este no se tira. Era verdad.
«Pepe Guzmán fue el heredero del periodismo satírico, irónico, corrosivo y bienhumorado de la escuela de Galerín y Cecilio de Triana»
Como buen bohemio le gustaba la calle, frecuentaba la taberna del Perejil y bebía más que comía . Tato Furest, otro compañero de redacción, recuerda que decía con cierta frecuencia: «He pedido un adelanto de mi finiquito». Y esa chispa nunca la perdió. Cuando Sevilla tembló por un terremoto le contaba a un colega que él lo había registrado en su sismógrafo particular. Se estaba duchando y vio cómo su miembro viril se movía como el péndulo de Foucault. Puro humor. Como la lista de películas pornos que inventó con títulos desternillantes: «Aladino y el plumier maravilloso», «Perdidos en Alcosa», «Te perseguí hasta Ecovol» y la versión pringosa del género: «Un pestiño entre las cachas».
Guillermo Sánchez, entonces un chaval en prácticas celebra el desahogo que tenía tirando de recursos de urgencia. Para ilustrar una nota de la federación local de hockey sobre hielo, deporte nacido al frío de Hielotrón, no se le ocurrió otra cosa que llenar el espacio que la comunicación no alcanzaba con una foto del Ártico y un pie delicioso: de aquí procede el hielo donde juegan a hockey estos señores.
Murió en la calle, cerca de los jardines de su casa, quizás ya con las ganas de vivir agotadas. Los compañeros, durante años, celebraron su memoria en la azotea de Las Golondrinas de Paco Arcas, leyendo sus textos y recordando sus ocurrencias. Las cosas del sentrañi, como gustaba de tratar a los colegas en la primera página de su afecto.
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