De paseo por los pabellones de la Expo del 29
La herencia de la Exposición Iberoamericana constituye un legado arquitectónico de primer orden
En el edificio de la avenida de la Palmera , una placa con la tipografía inconfundible de la época, recuerda la decisiva aportación del doctor Yrigoyen, presidente de la República Argentina, al que el Ayuntamiento de la ciudad le reconocía agradecido el espléndido pabellón de 4.500 metros construidos con un coste superior al millón y medio de pesetas con que el país rioplatense se presentó en la Exposición Iberoamericana de 1929 .
Basta comparar la majestuosidad del antiguo instituto Murillo -y la prodigiosa biblioteca en madera noble de su primera planta- con la humilde presencia de los Estados Unidos a la sombra del Costurero de la Reina para entender mínimanente la geopolítica y el reparto de la riqueza entre los países de aquella época previa al crack del 29. Y basta comprobar las cortinas descolgadas y las taquillas medio forzadas en los rellanos del actual Conservatorio de Danza para darse cuenta de la situación de las enseñanzas artísticas en Andalucía.
El de la Argentina es una de las grandes joyas por descubrir. El otro tesoro escondido es el pabellón de Portugal , una airosa construcción con tejado a cuatro aguas tan característico en el país vecino que presenta una suntuosa cúpula neobarroca en la que se recrean personificada de los continentes en los que los navegadores portugueses tocaron tierra en sus viajes descubridores y las principales colonias de ultramar del imperio luso. En la actualidad, funciona como consulado del país vecino.
La tercera alhaja -más a la vista que las anteriores- es el pabellón del Perú , que acoge, mitad por mitad, el consulado del país andino y la Casa de la Ciencia del CSIC. El cronista de ABC reseñaba así su impresionante fábrica y la carpintería de sus balcones imitación de los de Cuzco : «La mole gris y sangrienta -de un tono desmayado de sangre seca, piedra y ladrillo- se yergue severa y majestuosa entre el verde aterciopelado de la fronda y en contraste con el blancor alegre de otros pabellones».
El legado de la Exposición Iberoamericana se completa con otros pabellones: el patio casi manchego del de Estados Unidos, hoy fundación Valentín de Madariaga de arte contemporáneo; el de la Compañía Telefónica Nacional de España, hoy sede de la venida a menos Fundación Forja XXI, cuya portada bebe en las cerámicas de Niculoso Pisano para el monasterio de Santa Paula; el pabellón de Colombia , con sus patios como de casa típica colonial y sus decoraciones indígenas; el de Marruecos , tan humilde comparado con la obra con que Hasán II quiso impresionar al mundo en la Expo de 1992.
La colección de edificios se completa con otros de menor nivel como el pabellón Domecq , el único de las empresas participantes que ha llegado hasta nuestros días como sede de Juventudes Musicales; y el de la Prensa , reconvertido hoy en el colegio público España en la glorieta de Covadonga, donde se acometió la restauración de las estatuas alegóricas de Delgado Brackenbury. Como en una metaalegoría, la primera imagen rehabilitada es la del Trabajo.
En el pabellón Real de la plaza de América , se están acometiendo obras de rehabilitación integral que le devuelvan el esplendor perdido al edificio que era la joya de la Exposición Iberoamericana como sede regia durante sus visitas al certamen. La cerámica de sus pináculos y cresterías ya ha sido restaurada por completo y ahora se trabaja en el interior del edificio.
La Plaza de España es el gran monumento legado por la Exposición Iberoamericana de 1929 por el arquitecto Aníbal González, cuya estatua preside la entrada al monumento. La Plaza de España es la apoteosis del regionalismo arquitectónico donde el ladrillo, el azulejo y la forja cobraron todo el protagonismo y se convirtió en el estilo de la ciudad de Sevilla por excelencia.
El pabellón de Sevilla en la Exposición Iberoamericana es actualmente el Casino. Sin embargo, a pesar del nombre con que es conocido, nunca llegó a funcionar como tal. La dictadura de Primo de Rivera y sus restrictivas leyes sobre el juego obligaron a cambiar el uso para el que, en principio, estaba destinado el edificio. El Casino de la Exposición se concibió como edificio anexo del teatro Lope de Vega, del que es destacada pórtico.
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