ENTREVISTA

«Al Papa Francisco le gusta mucho el sentido de humor de los sevillanos»

El cardenal sevillano Miguel Ángel Ayuso Guixot confía en que pueda visitar pronto España y que incluya a Sevilla en su recorrido por nuestro país

El Papa Francisco y el cardenal Ayuso, el primer purpurado sevillano en 180 años Efe

Jesús Álvarez

El profesor, escritor, teólogo, arabista e islamólogo Miguel Ángel Ayuso Guixot (Sevilla, 1952) pertenece a la congregación de los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús y con ella estuvo veinte años en Egipto y Sudán , donde dirigió un centro de acogida para refugiados.

Designado por el papa Benedicto XVI como secretario del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, ha presidido diversas reuniones de diálogo interreligioso en E gipto, Sudán, Kenia, Etiopía y Mozambique. El 1 de septiembre de 2019, el Papa Francisco anunció su nombramiento como cardenal, lo que hizo de él el primer purpurado sevillano en ciento ochenta años. El pasado 1 de febrero vino a Sevilla a recoger el VI Premio contra el Terrorismo y la Violencia Alberto Jiménez Becerril, que reconoció su dilatada experiencia en zonas de conflicto y su labor incansable a favor del diálogo interreligioso. Aunque habla árabe, inglés, francés e italiano, además de español, y ha vivido fuera de España los últimos cuarenta años, aún conserva cierto acento andaluz que se esfuerza en conservar. Los recuerdos de su infancia son los del patio y las aulas del Claret de Sevilla.

Usted se crió en Heliópolis y era el quinto de nueve hermanos.

Yo nací en la calle Jiménez Aranda y fui bautizado en la parroquia de San Bernardo. Posteriormente mi familia se fue a Heliópolis y cursé todos mis estudios en el colegio de San Antonio María Claret, del que tengo un gran recuerdo.

Es el quinto cardenal nacido en Sevilla en la historia de la Iglesia y el primero en 180 años, tras Witzman. Cuando el Papa Francisco le nombró en octubre del pasado año, ¿qué le dijeron sus hermanos?

Me pilló el nombramiento en Sevilla y para mí fue una gran sorpresa. Fui a decir la misa de las 10,30 y no la de 12 porque tenía que coger un avión poco después para volver a Roma. Recuerdo que una de mis colaboradoras me mandó un whatsapp donde me decía: «¡Qué gran emoción oír su nombre completo por el Papa Francisco»! Yo no tenía ni idea de a qué se refería y poco después recibí una llamada del comandante de la Gendarmería dándome la enhorabuena. A partir de ahí, llegó una lluvia de felicitaciones. Fue un sentimiento un poco de todo, de emoción, de alegría y de incredulidad. Me dije que hasta que no lo viera en Roma no me lo creería. Me alegro de que vuelva a haber un cardenal sevillano después de tanto tiempo, aunque la Iglesia es universal y da igual la ciudad de la que proceda cada uno.

¿Cómo encontró Sevilla a su regreso?

Desde que dejé Sudán y Egipto para vivir en Roma, vengo con más frecuencia, aunque tengo que viajar mucho por el mundo. Me encanta el sol de Sevilla, su alegría, la gente en las terrazas . Vas por el centro y te tropiezas con iglesias y con cualquier procesión porque siempre hay algún aniversario o conmemoración que celebrar. Me gusta la algarabía sevillana y le comenté al alcalde después de la entrega del premio Alberto Jiménez-Becerril que en todos los lugares del mundo en los que he estado, y llevo ya más de cuarenta fuera de Sevilla, siempre he oído hablar muy bien de mi ciudad. Todo el mundo alaba la ciudad de una manera muy sincera y celebran que yo sea sevillano.

¿Qué es lo que más le gusta de Sevilla?

Es una ciudad muy alegre y muy abierta, pero lo que más me gusta son los sevillanos. Hoy he hecho fotos de unos naranjos con naranjas amargas en el suelo que me recordaron a las primaveras de mi infancia. Creo que el azahar de los naranjos es la nieve de Sevilla y cuando salgo de la estación de Santa Justa, me da gran alegría el poderío de Sevilla, todos los bares llenas de gente esas terrazas en las que no se cabe y todo el mundo comiendo caracoles. Esa vida en la calle, hasta en invierno, me encanta. Tiene un ambiente casi único que se echa de menos. He viajado mucho y es verdad que país que vas, tradición que encuentras, pero siempre uno tiene un especial cariño por la que se recibe de la infancia.

La gente de fuera que le ha hablado de la ciudad, ¿qué destaca de ella?

Tal vez el sentido de humor de los sevillanos. Es muy especial. Hasta el Papa me ha hablado de él y de su optimismo frente a las dificultades. Después de mi ordenación episcopal nos recibió a mi familia y a mí en audiencia y le cantamos la «Salve Rociera» . Y una sobrina mía llevaba unas castañuelas para amenizarla y al Papa le encantó su sonido. Me lo dijo varias veces ese día, pero a la semana siguiente se acercó a mi despacho y me dijo: «Déjate ya de castañuelas y al tajo, que hay mucho que hacer» (sonríe).

¿Está una visita a España entre esas cosas que hay que hacer?

Él quiere venir a España pero todo tiene su tiempo. Ahora toca visitar las periferias del mundo pero creo que lo hará. Si Dios quiere, trataremos de que venga a Sevilla.

¿Tiene la Sevilla actual mucho que ver con la de su infancia?

Ha cambiado mucho, ha crecido y se ha modernizado pero los sevillanos no han cambiado. Fíjese que me encontré el otro día con un antiguo compañero del Claret al que hacía más de cuarenta años que no veía. Se me acercó y me preguntó si me acordaba de él y le dije el nombre, los dos apellidos y la dirección exacta dónde vivía con sus padres. Se llevó las manos a la cabeza y me dijo: «¡Qué inteligente!» Y le dije que no, que la educación y la amistad, cuando son verdaderas, duran toda la vida y quedan grabadas en lo más profundo del corazón de las personas.

Es hermano de Pasión, Macarena, el Baratillo y Jesús Nazareno de Alcalá de Guadaira. ¿La Semana Santa de Sevilla tiene comparación con alguna otra que haya visto?

Han sido muy generosos conmigo todas estas hermandades. Las hermandades tienen un gran patrimonio y mantienen unas tradiciones muy ricas. Esas comparaciones son siempre difíciles porque hay muchísimas tradiciones en todo el mundo, pero es verdad que lo que ocurre aquí el Domingo de Ramos en el parque de María Luisa con la Paz es difícilmente comparable con nada. En la Plaza del Museo ver avanzar la sombra de la efigie del Jesús del Gran Poder también es incomparable, o el Cristo del Cachorro por el Puente de Triana. Hay muchos más momentos irrrepetibles de la Semana Santa.

Las hermandades son la sociedad civil de Sevilla y ene ellas no hay diferencias entre ricos y pobres, ni de ideología ni de nada. Todos participan en una sorprendente armoníaa que no entiende de clases ni lugares. ¿Habría mucha más paz en el mundo si se pudiera exportar ese microcosmos?

Las hermandades crean fraternidad y ésta es la clave que lidera la paz, como dice el Papa respecto al diálogo interreligioso. Me encanta el sentido social de las hermandades y el tejido que se crea sin ninguna diferencia entre nadie. Yo hice un entierro en la Santa Caridad y allí tampoco hay diferencias: se envuelve en la misma tela al rico donante de la hermandad que a un pobre ahogado en el Guadalquivir. Se respeta la dignidad de todos por igual.

Asenjo se jubila este año. ¿Quién le sucederá?

Su labor pastoral ha sido muy positiva. La Iglesia necesita continuidad sirviendo al Evangelio y la va a tener en todos sus cargos, desde el Papa para abajo. Hay que estar siempre agradecidos a la entrega tan generosa de todos los pastores de la Iglesia.

Cada vez hay menos pastores y menos vocaciones en España.

Hacen falta y las pedimos. Y las seguiremos pidiendo, aunque tenemos a cuarenta seminaristas en Sevilla muy capacitados y generosos. Esta mañana una feligresa se me ha acercado y me ha dicho que siempre pedía «por el Papa, por la Iglesia, por el Arzobispo, por su auxiliar y por todos los sacerdotes», pero que «por lo que más pedía era por las vocaciones sacerdotales». ¡Qué sabiduría la de esta mujer que da gracias a Dios por lo que tenemos y pide por las nuevas generaciones que deben continuar con esta labor! Es cierto que ahora hay más vocaciones en el sur y en el este del mundo, además de en Latinoamérica. Son cambios que se producen a lo largo de la historia y que siempre han permitido a la Iglesia continuar. Yo soy optimista y prefiero ver la botella medio llena que medio vacía.

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