Año Murillo
La academia de pintura que fundó Murillo en la Lonja de Sevilla
El 11 de enero de 1660 se instituyó una academia para ejercitar el arte de la pintura, donde se practicaba dibujo en veladas de noche
![Autorretrato de Bartolomé Esteban Murillo](https://s2.abcstatics.com/media/sevilla/2018/06/01/s/murillo-academia-sevilla-k6JE--1248x698@abc.jpg)
Según la inscripción de la puerta principal, el 14 de agosto de 1598, así con números arábigos y modernos, que no los rancios romanos, «començose a a negociar» en la Lonja de Sevilla , casa de negociación y trato, mandada hacer por el «cathólico y muy alto y poderosso Don Phelipe segundo , rey de las Españas, a costa de la unibersidad de los mercaderes». Se estableció sobre el solar de las Herrerías del Rey, en los aledaños del Alcázar Real , a la vera de los atrios del colegio de Santo Tomás, y junto a las naves de la Catedral .
En la silueta urbana, la Lonja mercantil compite en altura con la Catedral. Sólo bastó la perspectiva de los pináculos, coronados de veletas de hierro, en los vértices del edificio. Para hacer la lonja más lonj a se abren 10 puertas a la calle . Desde gradas y andenes de losa de Tarifa, sus 10 umbrales daban paso a un diáfano pórtico de arcos y pilares. Luego un patio, inmenso y maravilloso en luces y sombras. Galerías y arcadas, altas y bajas, eran «loggie» o logias abiertas y cubiertas , sin acristalados ni tabiques.
Esta logia de luz y cielo, y no la de ahora, no la del Archivo de Indias , fue la lonja que nos dejó el siglo XVII, la que conoció Bartolomé Esteban Murillo , la lonja que iba achicando su pulso mercantil en favor de Cádiz. Como resumió el arquitecto Humanes: «Un magnífico edificio abandonado en una maravillosa ciudad empobrecida». Sobraban espacios para priores y cónsules en la planta alta.
Casas y hogares de vecinos , las «casas de la Lonja» ocupan sus salas altas que cargaron de «sobrepuestos de mala obra». Hasta once familias, que subían por la escalera principal y distribuían sus puertas particulares hacia la galería porticada.
Por otro lado, el patio, rodeado de pilares y columnas dóricas servía de salón de bailes en carnaval, de ensayos de las bandas de música, e incluso a su sombra los artesanos que construían la puerta del Príncipe de la Catedral hacían pausa para comer al mediodía, cuando la Giralda marcaba puntual el mediodía de Sevilla.
Por ello, el 11 de enero de 1660 por «merced del Consulado» se instituye en la parte alta una academia para ejercitar el arte de la pintura , donde se practicaba dibujo en veladas de noche. Se escogió una de las quince salas altas, la menos accesible desde la escalera, en el gélido ángulo nordeste, esquina que miraba a la Giralda y al Alcázar.
Para los tabiques Murillo aportó doscientos ladrillos , y sus compañeros académicos además de ladrillos, la arena, la cal, la puerta, la llave y una veleta con la cruz para la esquina de la lonja. Retablistas, escultores y pintores del barroco sevillano —V aldés Leal, Pedro Roldán y Bernardo Simón de Pineda — acompañaron a Murillo.
Sobre su entonces suelo de mortero de cal, sin los mármoles de Málaga de hoy, se instalaron bancas, un brasero de cisco, un cántaro de agua, alcarrazas de barro blanco para sustentar el agua fresca, un reloj de arena, velones con mecheros de aceite, sombreros de hojalata para sombrear modelos , una campanilla de azófar para llamar al orden y silencio, un tintero de plomo y pluma de ánsar para las listas cobratorias, y una salvilla de barro de Lebrija para servir agua. Una alcancía recogía los seis reales de vellón que académicos y dibujantes, incluido Murillo, daban para los gastos . Se ornaron sus paredes con trofeos, lienzos y cuadros.
Un lienzo de luz y sombra
En muchos atardeceres sevillanos, cuando Murillo subía la gran escalera y buscando el nordeste recorría los claustros del patio, gozó y rumió tarde a tarde los toques del cielo, un lienzo de luz, sombra y color, que inspiraron su arte .
Además, entre las arcadas diáfanas palpó también el aire sereno de los orbes celestes de la luna y el sol de sus Inmaculadas . La moldura y el marco que cercaba todo y guarnecía esos toques y pinceladas de azul purísima, era la hermosa labra clásica de pilastras y semicolumnas el hermoso claustro herreriano , con juego dórico y jónico, armónica proporción de 40 arcadas y vanos, y con el ritmo acompasado de triglifos y metopas.
Tras esa visión al cruzar el umbral de la Academia decía «Alabado sea el Santísimo Sacramento y la limpia concepción de Nuestra Señora». Invocaciones que la Hermandad de San Lucas , del gremio de pintores, a buen seguro hacían en su capilla de la parroquia de San Andrés y que repetían por ordenanza cada tarde en la Lonja.
En tiempos de Murillo, el escultor Andrés Cansino y un oficial suyo, Marcos, que venían a «modelar», fueron expulsados «por haber peleado con las armas en la mano dentro del recinto de la misma». Los académicos juzgaron gravemente porque «trabaron questión y sacaron las espadas en la sala de la Academia desacatadamente siendo casa real y tribunal del nobilísimo consulado».
Murillo y sus colegas hicieron solemne recibimiento a su protector, conde de Arenales, Juan Fernández de Henestrosa . Sonaron en la severa Lonja las chirimías, sones de madera y lengüeta de caña, armonía del aire y de los dedos sobre diez agujeros.
Se fue Murillo. Llegó el siglo XVIII y las primitivas 15 piezas para sala de audiencias y oficinas, se convirtieron en 5 para colocar los 9 kilómetros de papeles de Simancas, Sevilla, Cádiz . Cuántos legajos, hileras de legajos, galerías de legajos, perspectivas de legajos, si rememoramos las palabras de Cernuda dedicadas en «Ocnos» a los libros. Para atesorar papeles de Indias la Lonja cerró claustros. Pero en su patio todavía brilla la luz que contempló Murillo.
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