Muñoz Cariñanos, veinte años de la última sangre derramada por ETA en Sevilla
Los terroristas asesinaron al coronel médico, especialista en Otorrinolaringología, en su propia consulta el 16 de octubre de 2000
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Junto al callejón -antes Padre Cañete- que perpetúa su nombre en el nomenclátor sevillano, una placa en la fachada de la clínica Nuestra Señora de Aránzazu recuerda que tal día como hoy hace veinte años, los terroristas de la banda criminal ... ETA acabaron con la vida del coronel médico Antonio Muñoz Cariñanos: «Al doctor Muñoz Cariñanos , fundador de esta clínica, que como médico y cirujano dedicó su vida al pueblo de Sevilla». Dedicó y entregó, ofrendada en el altar del martirologio de la democracia, para que nunca se olvide.
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Fue la víctima 813 del «terrorismo con boina» como dejó escrito a modo de obituario Carlos Herrera en ABC : «Antonio será la víctima 813 del terrorismo con boina y nosotros sólo nos vamos a defender con las palabras».

La de Cariñanos fue la última sangre derramada por ETA en Sevilla. Estaba bien reciente el doble crimen alevoso del concejal Alberto Jiménez-Becerril y su mujer, Ascensión García Ortiz , y la enorme ola de indignación que levantó en toda España el asesinato del joven matrimonio el 30 de enero de 1998 .
Más reciente todavía estaba el atentado contra Luis Portero , fiscal jefe del TSJA, tiroteado mortalmente en el portal de su casa de Granada el lunes 9 de octubre de 2000. Aquel verano de 2000 había sido sangriento también en Málaga : los asesinos de la serpiente y el hacha habían acabado con la vida del concejal José María Martín Carpena el sábado 15 de julio.
Y aquel lunes 16 de octubre de 2000, volvían a matar en Sevilla . A media tarde, el rumor sacudió las redacciones de los periódicos. Luego, a ese runrún le siguió la confirmación: una consulta en la calle Jesús del Gran Poder. Hasta que se hizo oficial el asesinato del otorrinolaringólogo Muñoz Cariñanos, coronel médico del Ejército del Aire y director del centro de Tablada en la Policlínica del Mando Aéreo del Estrecho.

Pero a ese relampagazo siguieron otros muchos aquella noche: la policía le seguía los pasos a los asesinos, un taxista había dado la voz de alarma, estaban acorralados en unos pisos en construcción, intercambio de disparos en la zona hasta que llegó la noticia de su detención.
De madrugada, los agentes acordonaron el piso de la barriada del Cerezo (Playa de Punta Umbría, número 2) donde habían instalado la base operativa para atentar en Sevilla y a la mañana siguiente trasladó a uno de ellos para un registro in situ. Los vecinos se querían comer vivo al etarra , tal era su indignación con los tipos que se habían hecho pasar por estudiantes de Periodismo gallegos.
Los fulanos eran Jon Igor Solana Matarranz y Harriet Iragi Gurruchaga, etarras de amplio historial con las manos manchadas de sangre a los que la Audiencia Nacional condenó en 2002 a 53 años de cárcel por el crimen de Muñoz Cariñanos. Ocho años después, otro tribunal condenó a 34 años de prisión a Juan Antonio Olarra Guridi como jefe de la banda criminal ETA que había dado la orden de atentar contra el médico sevillano.
De este jefe de la cúpula criminal dependía el comando «Erraia» , al que se le dio el nombre de «Andalucía» por creer en un principio que se trataba de una reconstrucción del que había atentado a finales de los años 90 del pasado siglo en toda la comunidad autónoma. El exjefe del aparato militar de ETA les había provisto de material diverso con el que falsificar matrículas de vehículos, armamento, documentación falsa y más de 6.000 euros para atender los pagos que necesitaran en su campaña de atentados en el sur de España.
De los dos asesinos, Igor Solana pidió el traslado a la cárcel de Algeciras para propiciar vis a vis con su pareja, la etarra también presa Eider Pérez, con quien tuvo un hijo estando ambos encarcelados. Garikoitz, de doce años, apareció en 2018 en el documental «Los niños de la mochila» que asumía los postulados del entorno etarra contra la política de dispersión de etarras.
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