Coronavirus
Las mujeres andaluzas se sintieron más solas que los hombres durante el confinamiento
Un estudio de la Caixa concluye que las personas mayores de 80 son las que resistieron mejor la soledad durante la pandemia gracias a su resiliencia y un mayor apoyo familiar
Un confinamiento domiciliario de tres meses es una experiencia única que nadie en España había vivido y que ha dejado secuelas, algunas de las cuales se sentirán dentro de unos meses. Un reciente estudio de la Fundación «La Caixa », realizado en Andalucía, arroja conclusiones que parecen esperables y otras más sorprendentes. Parecía razonable que el sentimiento de soledad aumentara en la población, en general, y en especial, en los mayores de 55 años, durante el confinamiento de 2020; y lo hizo, en efecto, del 47 al 56 por ciento, según el informe de la entidad bancaria. Lo que no parecía lógico, a priori, es que el crecimiento de la soledad fuera prácticamente el mismo en las personas con menor nivel educativo a las que se presupone más herramientas y recursos para actuar contra ella. ¿Por qué?
« El crecimiento de soledad fue bastante homogéneo a todos los niveles educativos, se democratizó ese sentimiento de soledad y se mantuvieron esas diferencias que ya existían entre personas con más formación (menos sentimiento de soledad antes de la pandemia) que las de menor. Era una situación frente a la que nadie tenía recursos para adoptarla y nos cogió a todos por igual », explica el profesor Juan Manuel García-González , uno de los autores del estudio.
«Otra cosa que nos sorprendió es que siendo el sentimiento de soledad muy parecido entre hombres y mujeres antes del confinamiento, la pandemia hizo que aumentara mucho más entre las mujeres. Los porcentajes de ambos sexos rondaban el 46-47 por ciento antes de la pandemia, y tras el confinamiento el masculino subió tres puntos, hasta el 50, y el de las mujeres, quince, hasta el 62 por ciento», añade.
La razón, a ciencia cierta, no se conoce pero Juan Manuel García-González, uno de los autores del estudio, considera que «esto se puede deber a que las mujeres mayores tenían unas redes presenciales mucho más fuertes que los hombres (la compra, la farmacia, el centro de salud) y, además, la mujeres suelen ser más cuidadoras, tanto de nietos como familiares o padres ». Y todo eso se perdió durante el confinamiento.
El tercer resultado sorprendente del estudio se refiere a la «soledad social» (referida a la falta de relaciones de confianza) y a la «soledad emocional» , más interior. La soledad emocional siempre ha sido más alta que la social, que es relativamente baja, en torno al 25 por ciento, frente a la social, que es del doble, 50 por ciento. La soledad emocional aumentó del 25 al 36 por ciento, mientras que la soledad social (referida a la falta de relaciones con el grupo social) descendió del 26 al 18 por ciento. Asimismo, la soledad moderada pasó del 40 al 52 por ciento mientras que la severa disminuyó del 7,4 al 4,7 por ciento. El confinamiento hizo que disminuyera la soledad social. « Estábamos encerrados en casa pero disminuyó probablemente porque se potenciaron relaciones con la familia y los vecinos que estaban quizá perdidas a través de los balcones o las videollamadas preguntando a diario cómo estaba cada uno», asegura García González.
Con la soledad emocional ocurrió al revés y se incrementó muchísimo. «Hubo mucha ansiedad, alarma ante las noticias, temor a más muertes y eso hizo crecer la soledad emocional. El sentimiento de soledad aumentó sobre todo en aquellas personas que antes del confinamiento no se sentían solas, es decir, a aquellas que ya tenían un sentimiento de soledad previo apenas les cambió la vida. Ya se sentían solos y seguian igual, pero los que no se sentían solos en febrero de 2020 sí se sintieron así en marzo y abril».
«El crecimiento de la soledad fue bastante homogéneo a todos los niveles educativos, se democratizó ese sentimiento de soledad y se mantuvieron esas diferencias que ya existían entre personas con más formación que las de menor», dice Juan Manuel García-González
Los mayores de 80 años tienen más soledad que ningún otro grupo de edad a causa de la muerte de familiares, amigos y personas cercanas y el estudio concluye que aumentó más la soledad entre los menores de esa edad que entre ellos. «Pensamos que tuvieron mayor apoyo familiar, incremento de contactos , aparte de lo cual les ayudó una vida larga y con situaciones complejas como la guerra civil, la posguerra y otras situaciones con las que les han proporcionado más resiliencia».
Sevilla, Cádiz y Huelva son provincias donde la media de edad es más baja que en Jaén o algunas zonas de Granada, cuya población está más envejecida, pero el estudio no ha encontrado diferencias apreciables. Más de la mitad de los mayores de 55 años (un 56,4 por ciento) experimentó sentimiento de soledad durante el confinamiento por covid-19.
El estudio «Soledad durante el confinamiento: una epidemia dentro de la pandemia de la covid19» ha sido elaborado por los investigadores Juan Manuel García-González (Universidad Pablo de Olavide, UPO), Rafael Grande (Universidad de Málaga), Inmaculada Montero (UPO) y Dolores Puga (Consejo Superior de Investigaciones Científicas).
Los autores llevaron a cabo una encuesta en dos fases a 750 personas mayores de 55 años residentes en Andalucía: la primera se había realizado antes del confinamiento, en febrero de 2020; y la segunda se hizo a finales de abril y principios de mayo, en pleno confinamiento.
Por grupos de edad, los aumentos más palpables se produjeron entre los 65 y los 79 años y en mayor medida entre las mujeres debido, especialmente , al incremento de la soledad moderada . En el tramo de 55 a 64 años, la prevalencia de soledad en el colectivo de los hombres apenas aumentó, mientras que en el de las mujeres se incrementó en torno al 30 por ciento.
Por grupos de edad, los aumentos más palpables se produjeron entre los 65 y los 79 años y en mayor medida entre las mujeres debido, especialmente, al incremento de la soledad moderada
Las personas en situación de soledad declararon tener peor estado de salud y aquellos con peor salud también presentaron una mayor afectación de este sentimiento. Además, la tasa de soledad aumentó en mayor medida entre las personas con buen estado de salud o que consideraron que su salud había mejorado, posiblemente a causa del mayor impacto que el confinamiento tuvo en sus vidas diarias. Tendencias similares de soledad creciente se observaron entre la población sin limitaciones en las actividades básicas de la vida diaria y sin depresión. La única salvedad se dio en el grupo de personas con depresión crónica, cuyo nivel de soledad se mantuvo constante.
Juan Manuel García-González cree que el año y medio de pandemia puede pasar facturaen los próximos meses. «Creemos que el efecto a largo plazo va a existir tanto en salud física como mental. La soledad no deseada produce problemas físicos y mentales como depresión o ansiedad; y el aislamiento social aún se mantiene en ciertos casos y esto se puede traducir en más depresión y ansiedad», dice. Gran parte de esas herramientas como la activación de servicios sociales cercanos, recuperar la vida barrial, la promoción de relaciones intergeneracionales, o la lucha contra la gentrificación de los cascos históricos, deberían ser objetivos a considerar por las administraciones públicas, según el autor del informe.