ARCHIDIÓCESIS
Monseñor Asenjo en el cierre del Año de la Vida Consagrada: «Seamos siempre siervos y servidores»
La ceremonia comenzó en la parroquia del Sagrario, de donde partió una procesión de religiosos y religiosas hacia la Catedral
La estampa de la tarde de ayer, entre los paseantes de la Avenida, fue la de los hábitos de las clausuras , estameñas, paños, velos, tonos negros, marrones, azules... junto a la estética postconciliar discretamente ordenada de colores, en una reunión de religiosas y religiosos que, a centenares, acudieron a los actos del cierre del Año de la Vida Consagrada .
Abarrotaron la parroquia del Sagrario representantes de todas las congregaciones, comunidades, institutos seculares, sociedades de Vida Apostólica y otras formas de vida consagrada, como el Ordo Virginum, para clausurar simbólicamente esta convocatoria del Papa, que en su final se ha solapado con el Año de la Misericordi a.
Allí estaba reunida la vida contemplativa de la clausura , el corazón de la Iglesia, del «ora et labora», de la oración tan valiosa para contrarrestar los males exteriores y el sacrificio oculto, con la vida activa, epidermis de raigambre hacia el alma , que da su mano a la tarea de cuidar enfermos, acompañar moribundos, amortajar muertos, dar consuelo al anciano, educar al niño, poner mimbres a la nueva vida que estrena la exprostituta o dar voz al inmigrante. Pocas veces puede verse tanto poder espiritual y pragmático junto .
En la barroca parroquia del Sagrario se celebró una breve ceremonia, presidida por el arzobispo, monseñor Juan José Asenjo , en la que participaron el obispo auxiliar, monseñor Santiago Gómez Sierra , y el vicario general de la Archidiócesis, Teodoro León , quienes entraron en el templo desde el acceso interior de la Catedral encabezando un cortejo de sacerdotes y frailes con el color litúrgico verde correspondiente al quinto domingo de tiempo ordinario, bajo la siempre exhaustiva e impagable dirección de Luis Rueda , delegado de Liturgia de la Archidiócesis, al ritmo que marcaba el cantor de la Seo, José Márquez .
El vicario episcopal para la Vida Consagrada, Carlos Coloma , pronunció una monición de entrada en la que se refirió al «regalo» que son los religiosos y religiosas, que en este año «han reflexionado sobre su identidad, su misión y su significado», a la vez que ha servido para «volver a las fuentes carismáticas donde surgen estas realidades para servir al mundo y a la Iglesia».
La asamblea, bajo la mirada pétrea de los Padres de la Iglesia y los Evangelistas y con el frente del impresionante Entierro de Cristo de Pedro Roldán del altar mayor, renovó sus votos de pobreza, castidad y obediencia .
«... Cristo, Hijo de Dios vivo, que caminabas por nuestras calles casto, pobre y obediente, compañero nuestro en el silencio y en la escucha, mantén en nosotros la pertenencia filial como fuente de amor». El fragmento de la oración del Papa Francisco para los consagrados y consagradas con motivo del Año resume la entrega que estas mujeres y hombres —en la Archidiócesis hay casi 1.330 religiosas frente a 338 religiosos—, el talante y espíritu que marca sus vidas, que, en todos los casos, tiene en sus centros el amor al prójimo.
Con el canto «A ti levanto mis ojos, a ti, que habitas en el Cielo» se inició una procesión por la Avenida , atiborrada de sevillanos y turistas sorprendidos y entre idas y venidas del tranvía. Hermanas de la Cruz, carmelitas, franciscanas, dominicas, cistercienses, mercedarias y demás religiosas y religiosos caminaban tras el arzobispo hacia la Puerta de San Miguel, por donde la comitiva entró hasta el altar del jubileo para la celebración de la misa de acción de gracias.
El prelado recordó que el Papa Francisco pidió a los obispos «acoger cordialmente y con alegría la vida consagrada como un gran capital espiritual para el bien de nuestras diócesis» y que «es un don para la Iglesia». «No es una realidad marginal —dijo— sino que pertenece a la esencia de la Iglesia como elemento decisivo de su misión». Por ello, monseñor Asenjo dio las gracias a Dios por su «testimonio» y su «trabajo» en «todos los campos de la pastoral diocesana, que tanto debe también a la oración constante de las monjas contemplativas».
«La Iglesia y el mundo esperan de vosotros que proclaméis con vuestra vida , antes que con las palabras, la primacía de Dios , que solo Dios es Dios, ese Dios tantas veces rechazado, blasfemado, marginado e ignorado por la sociedad secularizada», añadió el prelado, quien se refirió a los religiosos como «elegidos» por el Señor, como los apóstoles , algo que «resulta incompatible con otras estancias vitales, nuestra familia, el hacer carrera, el orgullo y otros afectos que nos roban el corazón. Se trata de un estar exigente», que es «incompatible con la componencia y las medias tintas».
El arzobispo les impeló a que «nadie nos sienta distantes o despegados, que seamos siempre siervos y servidores» y pidió que fueran «profetas de la esperanza». «Con vuestro testimonio y vuestra palabra haréis que nuestros hermanos sientan la fuerza renovadora de las bienaventuranzas, de la honradez, de la misericordia, la compasión, el compartir fraterno, el valor de la bondad, de la vida sencilla...», terminó.
El Año de la Vida Consagrada quedó clausurado , pero en nuestras calles, en nuestras casas, en los hospitales, las escuelas, los conventos, continúa el trabajo desinteresado, sin recompensa crematística, de quienes, con el centro del Señor en sus vidas, las dedican a los demás