SOLIDARIDAD
Mónica: «Soy de pueblo y entiendo bien a la gente, aunque no tenga estudios»
Los voluntarios del «teléfono de la esperanza» reconocen que la angustia a veces se contagia y que también sufren depresiones, pero que «reciben más de lo que dan»
No se llama Mónica pero nos pide que no pongamos su nombre real. Esta panadera de los Alcores , que lleva trabajando desde los 12 años, acaba de cumplir 60 y puede presumir de haber estado en los dos lados del teléfono. Llamó hace cinco años cuando su marido la abandonó por otra persona tras 28 años de matrimonio.
« Estaba angustiada, perdida, y recuerdo que hasta le lavaba la ropa a la otra mujer , llorando. Hay que ver lo poco que me quería », comenta. Esta falta de autoestima se tradujo también en una excesiva atención a sus hijos. « También he cambiado en eso:antes era todo darles, darles, darles, y he aprendido que tienen que dar ellos. Esto es un camino de doble dirección», dice.
Cuenta que la ayudaron mucho y que «cuando me encontré mejor, decidí ayudar yo». Vio a muchas personas que también querían ser voluntarios, «la mayoría con carrera universitaria, y me achiqué, la verdad, pero la coordinadora me dijo que valía para ser voluntaria atendiendo el teléfono. Soy de pueblo y entiendo bien a la gente. No tengo estudios pero sirvo para esto ». Es -dicen- una de las mejores.
Hay voluntarios que han arrojado la toalla a los tres días de ponerse al teléfono y otros han caído en depresiones, pero lo habitual es que superen ese «shock» inicial y logren sobreponerse . «La persona llama con angustia y a veces, aunque no quieras, se contagia», reconoce Antonio. Lo más gratificante para ellos es que la gente con la que hablaron supere su ansiedad y se lo hagan saber.
El agradecimiento es algo frecuente y muchos de los «llamantes» se hacen socios y colaboran económicamente con el sostenimiento de este servicio, que apenas recibe subvenciones públicas y se mantiene con aportaciones y donaciones privadas. «Todo esta labor que realizo me ayuda a sentirme mejor y a relativizar , en cierto modo, mis problemas. Nosotros damos mucho pero recibimos aún más», dice Antonio.