Con las últimas lluvias caídas los molinos del río Guadaíra casi se han visto inundados. Las azudas -esas lenguas de fábrica que sirven para represar el cauce y llevar el agua para la molienda-, han desaparecido. Ahora están «engullidas» por una corriente generosa de agua donde los patos se dejan arrastrar hasta levantar el vuelo cuando viene un salto o un tronco atravesado.