Muerte de Amigo Vallejo

Miles de sevillanos hacen cola para dar el último adiós al cardenal

Los hermanos franciscanos de la Cruz Blanca velaron el cadáver desde su muerte hasta su llegada a Sevilla

El Palacio Arzobispal se llenó de coronas de flores de cientos de instituciones de Sevilla y toda España

Sevilla despide a su cardenal, en imágenes

El arzobispo y el hermano Pablo, este jueves, junto al cuerpo del cardenal Amigo Manuel Gómez
Javier Macías

Javier Macías

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La importancia histórica que tuvo la figura del cardenal Carlos Amigo Vallejo en Sevilla se puso de manifiesto este jueves cuando, desde hora y media antes de que se abriese la capilla ardiente en el Salón del Trono del Palacio Arzobispal , una cola alcanzaba ya la calle Don Remondo. Los restos del que fuera arzobispo hispalense entre 1982 y 2009 llegaron a la ciudad tras haber tenido que esperar las 24 horas que marca la ley para trasladar el cuerpo desde el Hospital Universitario de Guadalajara , donde falleció el miércoles, hasta la capital andaluza.

El cuerpo embalsamado del cardenal pasó por el tanatorio de la SE-30 para, desde ahí, a las 18.30 horas de la tarde salir en dirección al Palacio Arzobispal, acompañado por una comitiva compuesta por autoridades eclesiásticas, el general superior de los Hermanos de la Cruz Blanca y el hermano Pablo, su fiel secretario personal. Escoltado el coche fúnebre por la Policía Local, apareció en la plaza Virgen de los Reyes, repleta de turistas, mientras las campanas de la Giralda doblaban a muerto.

Ya había dado comienzo el programa de misas en la Capilla Real por el alma del arzobispo emérito cuando fueron llegando cientos de coronas de flores de instituciones públicas, culturales y hasta deportivas, además de numerosas hermandades de la ciudad y la provincia. A las 19 horas, ya con el féretro colocado en el Salón del Trono, se ofició una misa privada con la curia y los miembros de la orden franciscana que él mismo creo en 1975, y en cuyo noviciado de Guadalajara se encontraba justo antes de ingresar en el hospital.

Contaba el superior de los Hermanos de la Cruz Blanca, Luis Miguel Martel , que fue el propio Amigo Vallejo quien aprobó la congregación siendo el titular de la diócesis de Tánger , justo en un momento clave por el final del Protectorado español en Marruecos. «Él apostó por nosotros y nos erigió al primer grupito el Jueves Santo de 1975 y fue otro Jueves Santo, de 1989, cuando nos trajo a Sevilla. Este Jueves Santo de 2022, compartimos con él en nuestra casa-noviciado de Guadalajara y nos dirigió una pequeña reflexión. Lo había escuchado tantas veces -prosiguió el superior- que supimos que esta vez fue dinstinto: se estaba despidiendo y nos habló con el corazón, nos dijo que siguiéramos trabajando porque los pobres no son de nadie, son de Dios».

Mañana, en la procesión que llevará su cuerpo hasta la Catedral, estos hermanos lo llevarán a hombros durante un tramo: «No podía ser menos, él nos llevó siempre de su mano y ahora nos toca a nosotros acompañarlo hasta su última morada».

«Suavemente nos dejó»

El hermano Luis Miguel Martel se encontraba junto al hermano Pablo, también de esta orden, y el arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz Meneses, cuando agonizaba. Este jueves, el prelado hispalense contó que él se encontraba en Madrid el martes porque había asistido a la plenaria de la Conferencia Episcopal. «Tenía pensado ir a visitarlo a Guadalajara pero me llamó a las seis y media de la mañana el hermano Pablo para decirme que estaba mal. Le pude acompañar -afirmó- un rato largo hablando con los hermanos Pablo y Luis Miguel de la vida eterna, de la Virgen de los Reyes, de la patrona de su pueblo, de San Francisco de Asís... Él escuchaba con el sentido un poco perdido , pero nos seguía. Al cabo de un rato, suavemente nos dejó».

Monseñor Saiz se congratuló de que tantos sevillanos estuvieran pasando por la capilla ardiente desde las 20.30 horas, cuando se abrió. «Conociéndole a él y ahora voy conociendo a Sevilla, es una combinación de cariño y agradecimiento por quien ha entregado su alma, vida y corazón, y el pueblo le corresponde», señaló a las puertas de la capilla ardiente, mientras un reguero incesante de personas pasaba ante su féretro abierto.

La capilla ardiente

El Salón del Trono del Palacio Arzobispal, el lugar de mayor dignidad de la sede de la Iglesia de Sevilla, está lleno de símbolos. El ataúd se encuentra sobre un paño mortuorio, considerado el de mayor valor patrimonial de la Catedral. El cardenal está revestido con el hábito de arzobispo, y su anillo en la mano. Le escoltan la mitra y el báculo pastoral , y preside la capilla el crucifijo de la Capilla Real, bajo el dosel con el escudo del Arzobispado. A ambos lados, se sitúa la Virgen de la Sede vicaria y un San Francisco de Asís, de Martínez Montañés, procedente de la iglesia del convento de Santa Clara, y que acaba de ser restaurado en el taller de la Archidiócesis. En la capilla, además, se encuentra el retrato que le hizo Huguet Pretel a fray Carlos, así como el de monseñor Juan José Asenjo, San Isidoro y San Leandro.

Tras el rezo de un responso por parte de monseñor Saiz, acompañado por el hermano Pablo y la curia, comenzaron a pasar los sevillanos. La primera fue Angelita Yruela , sacristana de Santiago con la que mantuvo una especial amistad, numerosas personas anónimas y representantes de instituciones como la junta de gobierno al completo de la hermandad del Buen Fin , corporación franciscana a la que siempre se vinculó. Entre las visitas más destacadas estuvo la de la ministra de Justicia, Pilar Llop.

Muchos iban firmando en el libro de condolencias, mientras el resto de salones nobles se inundaban de coronas de flores llegadas desde todos los puntos de España y hasta del Club Atlético de Madrid , equipo del que era aficionado el cardenal.

A lo largo del día de hoy y de mañana sábado se espera la presencia de numerosas autoridades y familiares de fray Carlos, como su hermana, hija de la Caridad, o sus sobrinos.

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