Mejorar la vida de los niños que comienzan a andar en la cárcel

La Fundación Padre Garralda trabaja con medio millar de menores que viven con sus madres en prisiones de la provincia

Una de las actividades que realizan los pequeños fuera de la cárcel gracias a la Fundación Padre Garralda ABC

S.TUBIO

Detrás de los barrotes de algunas prisiones españolas, sometidas a un régimen penitenciario, hay personas inocentes que no cumplieron ningún delito ni tampoco necesitan que se lo ratifique un juez mediante sentencia porque no están implicados en un procedimiento judicial. Seres libres de máculas penales que nacieron entre rejas o que al poco tiempo fueron llevados a la cárcel porque sus madres fueron detenidas. Son los bebés de las cárceles, niños de entre cero y tres años que viven sus primera etapa vital en un entorno hostil , muy distinto al que cualquier pediatra recomendaría. Una realidad que pasa desapercibida y que impactó a un jesuita a finales de los 70.

El padre Jaime Garralda, premio nacional del Voluntariado Social 2016, fue a visitar una mañana a una presa vecina del Pozo del Tío Raimundo, en Madrid, y así fue cómo conoció en qué condiciones crecían unos bebés, invisibles para la sociedad.

Su fundación Padre Garralda Horizontes Abiertos, creada en 1978, es la responsable de que medio millar de niños que han pasado por la prisión de mujeres de Alcalá de Guadaíra y por el Centro de Integración Social (CIS) Jiménez de Asúa de Sevilla desde el año 2000, hayan disfrutado de momentos de normalidad, como un paseo por el parque o una visita a la playa. Por ese trabajo encomiable y silencioso, una de las patronas de la fundación y coordinadora en Sevilla, María Loring, recibía este año la medalla al mérito social de Instituciones Penitenciarias.

Desde aquella primera visita del padre jesuita han pasado casi 40 años y la situación de los pequeños que crecen en prisión es bien distinta, recuerda María Loring. «A finales de los 70 las madres convivían con el resto de presas. Los pequeños eran utilizados como correos de la droga y podían estar hasta los seis años». El régimen penitenciario impide que los mayores de tres años sigan en el centro penitenciario desde la reforma legal de 1996, aunque aún hay mucho camino por recorrer para mejorar la vida de estos inocentes en prisión.

Los voluntarios llevan a la playa a los menores que viven en cárceles con sus madres ABC

La cárcel de mujeres de Alcalá de Guadaíra cuenta con un departamento específico de madres, separado del resto de la población reclusa y en el que se busca desterrar la atmósfera carcelaria. La situación es más dura para las presas que cumplen condena con sus hijos en prisiones comunes.

También en Sevilla, junto al CIS está una de las pocas unidades externas de madres que se pusieron en marcha durante la etapa de l a socialista Mercedes Gallizo como directora general de Instituciones Penitenciarias . Ese modelo arquitectónico alejado de los centros penitenciarios, con vocación de integrarse en la comunidad y mejorar así las condiciones de los niños se quedó a medio camino en su expansión territorial. Los recortes presupuestarios también llegaron a Instituciones Penitenciarias y la política de fomentar el régimen abierto con recursos, como las unidades de madres se paralizó por completo, como recuerdan desde el sindicato de funcionarios Acaip.

«A pesar de que se trata de minimizar las limitaciones que impone el ambiente carcelario. Los niños de Alcalá de Guadaíra no salen nunca a la calle, salvo cuando los voluntarios van a buscarlos». En la unidad de madres del CIS, los pequeños tienen una rutina en el exterior y asisten a guarderías fuera de las prisiones. María Loring subraya que su labor es respaldar el trabajo de los funcionarios «con los que se ha ido forjando una relación de estrecha confianza».

Los menores de hasta tres años esperan con ilusión la llegada del domingo para salir de las cárceles ABC

En estos momentos hay 20 menores en los centros de la provincia, catorce en el departamento de Alcalá y seis en la unidad del CIS. Padre Garralda desarrolla en la provincia dos proyectos, un campamento de verano que llevan a cabo en Algeciras y una casa de acogida. Kostka, como el apellido del santo jesuita , da nombre a la línea de trabajo que consiste en sacar los domingos a los niños que están en los centros penitenciarios para que puedan tocar una realidad distinta al día a día. La actividad más habitual son las excursiones al parque donde los pequeños pasan un día en compañía de voluntarios y una vez al trimestre les acompañan sus madres en salidas programadas. «Las primeras veces los niños van con miedo porque nunca han salido de la cárcel. Pero después esperan con mucha ilusión a la llegada del domingo. Se dan cuenta de que es el día porque sus madres los arreglan. Se ponen nerviosos con sólo ver a los voluntarios».

Una de las vértebras de la columna de estas organizaciones es el voluntariado. En los 16 años que lleva operando la fundación en Sevilla, entre 800 y 1.000 voluntarios han participado en estas salidas. «El perfil de las personas que prestan su tiempo es muy variado, pero hay muchos jóvenes que aún no tienen cargas familiares y personas mayores que ya tienen a sus hijos criados y tienen más disponibilidad».

Al trabajar con menores, el voluntario de la Fundación no puede tener antecedentes penales por delitos sexuales. El pasado 1 de marzo entraba en vigor el Registro Central de Delincuentes Sexuales . Es requisito fundamental no estar incluido en esta base.

El programa Gárate, bautizado como otro religioso jesuita muy vinculado a la Universidad de Deusto , agrupa los talleres educativos y de alfabetización que la Fundación realiza en los centros penitenciarios. En estos momentos hay 16 en funcionamiento. «Además se hace una labor de acompañamiento a las madres cuando tienen que salir de prisión para visitar el médico o resolver cuestiones burocráticas». Su coordinadora subraya cómo ese trabajo de apoyo es fundamental para ir ganándose la confianza de las internas «y poderles abrir los ojos a una realidad distinta a la que están acostumbradas».

Solas y sin red familiar

El perfil de las madres que ingresan en las prisiones con sus hijos responde al «de una mujer extranjera o nacional sin red familiar» a quien dejar su bebé. Muchas de ellas cumplen condena por narcotráfico y las historias de engaños y falsas promesas no son anecdóticas. «Es recurrente escuchar a mujeres marroquíes que necesitadas de dinero, regresaron a su país para traer algo de droga como mulas y fueron detenidas en la frontera. Son chicas que en muchos casos son muy trabajadoras, que en España han realizado varios trabajos a la vez, pero que la necesidad les ha llevado por ese camino».

La labor de estas organizaciones vienen a cubrir las carencias del Estado. Un ejemplo son los pisos tutelados como el que facilitan las hermanas de los Sagrados Corazones en Sevilla, en el que acogen a madres que salen de permiso los fines de semana y no tienen a donde ir. «Las religiosas se vuelcan con ellas y sus niños». El objetivo es ir normalizando unas vidas que transcurren por una experiencia traumática como es la privación de libertad sin que sufran secuelas.

Loring no esconde que a pesar del trabajo y la entrega no se consiguen frutos. Algo que constatan cuando años después ven a aquellos niños que dieron sus primeros pasos en prisión, atrapados en un contexto social desfavorable. «El entorno y la influencia que reciben es fundamental para su futuro. Pero también tenemos historias de superación, de niños que han logrado salir hacia delante. Eso nos da fuerza para seguir trabajando».

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