Entrevista

Manuel del Valle: «Lo peor para un político es ser un desclasado y hacer lo que sea para acceder a otro status que no es el suyo»

El exalcalde de Sevilla cree que el PSOE debe explicar políticamente el caso de los ERE y que «empresarios y algunos departamentos de la CEA» también tienen mucho que decir en este asunto

Manuel del Valle Juan José Úbeda

Jesús Álvarez

Manuel del Valle Arévalo (Sevilla, 1939) fue alcalde de Sevilla entre 1983 y 1991. Dirigente histórico del PSOE, de la generación de Felipe González y Alfonso Guerra , del que es amigo personal, es alcaide del Alcázar de Sevilla y presidente de Civisur, una asociación civil que aglutina a unos cuarenta profesionales de Málaga y Sevilla procedentes de los más diversos campos profesionales y de variadas preferencias y adscripciones ideológicas.

Llevo desde principios del mes de noviembre tratando de entrevistarle para conocer sus proyectos como nuevo alcaide del Alcázar y su opinión sobre la situación política en España tras las elecciones generales. Durante este mes y medio se conoció también la sentencia de los ERE y el PSOE empezó a negociar con ERC la investidura de Pedro Sánchez.

Cuando usted me llamó estaba en el hospital Virgen del Rocío afrontando mi primera sesión de quimioterapia. Ahora me encuentro mejor porque acabo de terminar el primer ciclo. Se podría decir que estoy en libertad condicional durante tres semanas.

Ha estado más de un mes hospitalizado. ¿Cómo ha sido esa experiencia?

Ha sido una experiencia muy dura, especialmente por lo largas que se me hacían las noches, en las que me costaba mucho dormir y les daba muchas vueltas a todo. Por otra parte, ha sido enriquecedora por la gente que he conocido. Una mañana me encontraba mal, con la tensión muy baja y fui a hacerme unos análisis al Virgen del Rocío. Esa misma tarde me llamaron para que fuera urgentemente al hospital y me dijeron que tenía una leucemia mieloide aguda.

Imagino que la noticia sería un «shock» para usted, que siempre ha gozado de buena salud.

Aunque tengo una diabetes de tipo B, no he tenido que ir mucho a hospitales. Cuando me dijeron la enfermedad que padezco, me di cuenta de que tenía 80 años. No es algo de lo que hubiera sido consciente hasta entonces y tal vez se me olvide durante estas tres semanas en las que no voy a tener que ir al hospital.

¿Se ha dado cuenta en este mes y medio de cómo funciona, en realidad, la sanidad pública, si sobreviene algo grave?

No, porque yo ya sabía de la calidad de la sanidad pública en Andalucía, aunque es verdad que no lo había podido comprobar hasta este punto en carne propia. Hace poco me llamó una amiga que es enfermera y me contó una experiencia muy distinta tras sufrir una pancreatitis e ir a una clínica privada de Sevilla con la que tenía concertada un seguro médico. Me dijo que llegó a las cinco de la madrugada y que no había ningún facultativo, sólo un administrativo y un camillero, y que hasta las 3 de la tarde no le dieron una habitación. Aún está ingresada y con esto de las fiestas y vacaciones de Navidad le dijeron que iba a haber pocos médicos.

Usted tuvo que compartir la habitación en el Virgen del Rocío durante ese mes y medio.

Era una habitación doble y por allí pasaron cuatro personas mientras estuve hospitalizado. Todos tenían cáncer pero en un estado más grave que el mío. Sus familias y ellos me contaron cosas como para escribir cuatro novelas. Cuando se fueron, me pregunté dónde se las habían llevado.

¿Sabían esas personas quién era usted y que tiene una avenida muy grande en la ciudad con su nombre?

No. Sólo lo sabían los médicos. Las enfermeras y el resto del personal, que eran casi todos de Utrera, tampoco sabían que yo fui alcalde de Sevilla. Me trataron todos muy bien, como trataron a mis sucesivos compañeros de habitación. El inicial tratamiento de choque consistía en destruirme toda la médula y, a partir de ahí, tratar de regenerarla. Me quedé muy débil y sin defensas. Prácticamente sin plaquetas.

Dice que las noches se les hacían muy largas. ¿Qué pensaba exactamente?

La verdad es que algunas de esas noches estuve pensando si merecía la pena luchar para seguir vivo. Pero el apoyo de mi familia, de María Luisa, mi mujer, con la que llevo 60 años, desde que tenía 20, mis hermanos, que venían todos los días a verme, y sobrinos, etcétera, me hizo recuperar la ilusión. También pensé en algunas de esas noches que a veces los políticos estropean las cosas que son de primera necesidad como la Seguridad Social. Y pensé que esas cosas, como la sanidad, funcionan bien a pesar de los políticos. Espero que el nuevo Gobierno no la toque mucho para no estropearla, aunque tengan que hacer reestructuraciones de personal y demás. Ser político es hacer un presupuesto, con dos columnas, el gasto y el ingreso. Si en la primera primas la sanidad, la educación, el transporte público o la dependencia; y en la segunda pones de dónde vas a sacar el dinero para pagar todo eso, sabes perfectamente quién ha hecho el presupuesto y a qué partido político pertenece.

«Cataluña va a ser un cáncer crónico para España. Por miedo nunca se han aplicado las vacunas para ponerle remedio. Ni Felipe González ni Aznar»

¿Cómo ve la negociación entre el PSOE y ERC para sacar adelante la investidura de Pedro Sánchez?

Creo sinceramente que no es posible ir a ninguna parte con ERC y me da la impresión de que el timón de la negociación lo tienen ahora mismo los independentistas.

¿Es pesimista respecto a Cataluña?

Sí. Igual que yo voy a ser toda mi vida un enfermo de leucemia, porque no tiene cura y los médicos lo que tratan es de cronificar la situación para convivir con ella, Cataluña va a ser un cáncer para España. Felipe González hizo la vista gorda en su época y les dio un pedacito más en cada legislatura. Él tenía un plan para el Estado y pensaba que podía domesticar el nacionalismo catalán; Pujol sí tenía un plan separatista a través de la educación y los medios de comunicación que ha ido cumpliendo. Aznar hizo lo mismo que González.

Ortega y Gasset defendió la «conllevancia» y dijo hace más de ochenta años que «Cataluña continuará causando dolor a España y viceversa».

Desde que entré en el hospital hace mes y medio no he leído un periódico, pero he leído otras cosas. El tema de Cataluña es muy antiguo, en efecto, y he leído las polémicas que se establecieron al respecto entre Besteiro y Largo Caballero. Y resulta que la rama pretendidamente moderada del PSOE de aquella época, que encarnaba Besteiro, pretendía reconocer la condición de nación a Cataluña, hasta que llegó una persona sensata como Indalecio Prieto que dijo que no podía ser y que, en todo caso, habría que ver las peculiaridades de cada sitio. El PSOE ha estado dubitativo en el tema de Cataluña desde hace casi un siglo.

No parece que haya hoy ningún Indalecio Prieto en el PSOE.

No hay líderes como esos ni como los de la generación de Felipe González o Fraga. Ni con su formación intelectual ni con su generosidad para que algo salga bien. Recuerdo negociaciones sobre la Constitución y otras materias entre Felipe González, Miguel Boyer, Fraga y Calvo Sotelo. El PSOE le pide hoy al PP que se abstenga para no tener que negociar con ERC y éste no lo hace. Y Pedro Sánchez negocia con ERC a sabiendas de que se está metiendo en la boca del lobo. Yo no sé cuáles son los límites de Sánchez para decir «ya no puedo pasar de aquí».

¿Alguien le puede marcar esos límites desde el propio PSOE, si él no los ve o no los quiere ver para poder lograr su investidura?

Hoy no hay ningún contrapeso en el partido. El otro día le preguntaron a Alfonso Guerra que por qué no se iba del PSOE y él dijo que «es mi partido». Yo lo entiendo pero es que el PSOE ha cambiado mucho desde que él era el vicesecretario general. Nosotros también lo cambiamos cuando lo dirigimos. Alfonso Fernández Torres, que fue presidente de la Diputación de Jaén durante la Guerra Civil, nos decía entonces que íbamos a destruir la memoria del PSOE. Él tuvo la suerte de tener una parte familiar socialista y una parte familiar falangista, que fue la que le salvó de morir fusilado, aunque acabó en al cárcel y, más tarde, desterrado en Sevilla. Era el padre de Alfonso Fernández Malo y yo le conocí de guarda en un garaje viviendo en un pisito del Tardón. Para mí fue un ejemplo moral y recuerdo que nunca me habló de venganza. A mí me ocurre igual que a Fernández Torres cuando yo era joven. Creo que esta gente (Pedro Sánchez y los dirigentes actuales del PSOE) van a destruir el partido. Aunque yo creo que destruido ya está.

¿Por qué piensa eso? Es el partido más votado de España.

Porque ya no se debaten las cosas en asambleas, como se hacía antes, y no hay oportunidad de intecambiar ideas y de tratar de convencer a tu oponente de que puede estar equivocado. A mí, como militante, me han mandado un correo electrónico para votar los pactos con Podemos. Te hacen una pregunta por Internet y tú tienes que votar entre distintas opciones. Yo nunca he votado por ese sistema porque me repugna. La calidad de la democracia en mi partido se ha degradado mucho.

También por la reciente sentencia de los ERE en Andalucía.

Creo sinceramente que esa sentencia es la única posibilidad de regeneración del PSOE en este momento. Hay que explicar esa sentencia porque la gente solo recuerda los titulares de los periódicos. Hay que explicar bien lo que ha pasado.

¿Cómo lo definiría usted?

Un despropósito administrativo. Y no se entiende cómo se ha llegado a eso con altos funcionarios y cargos políticos que tienen formación. Supongo que porque confiaron en quien no tenían que confiar y guiados por un falso criterio de efectividad. Hay un auto del Tribunal Supremo que dice que los perceptores de las ayudas tenían derecho a percibirlas pero que se hizo un mal uso del procedimiento administrativo. Quiere decir, si se mantiene ese criterio del Supremo, que si nos retrotraemos al principio, tendría que volver a dársele el dinero a esas personas.

Pero hubo muchos intrusos que recibieron esas ayudas públicas indebidamente.

Sí. ¿Pero quién dio la lista de los trabajadores afectados por los ERE? Los empresarios y el comité de empresa. Luego vendrán las presiones de los empresarios y los sindicatos para recibir esas ayudas.

¿Qué me dice las ayudas de los cursos de formación que gestionó la UGT?

En los cursos de formación hay mucho que decir, pero no sólo por la UGT y CC.OO., sino también por la CEA. Había cuatro partes, una para cada sindicato, y dos para los empresarios. Se podría hablar mucho de los departamentos de la CEA que se dedicaban a influir para recibir estas ayudas. Es un sistema que hay en Andalucía, que afecta a todos y que es un entramado de relaciones sociales, profesionales y personales.

¿No ha habido clientelismo político en el uso de esos fondos?

Sí. Y esto ha ocurrido porque las personas que han manejado esos fondos no tenían la calidad política de los anteriores dirigentes políticos y no evitaron, como ellos, en caer en esa tentación de convertirse en unos desclasados. Lo peor para un dirigente político es convertirse en un desclasado, esto es, querer acceder a otro status que no es el tuyo y estar dispuesto a hacer lo que sea por conseguirlo. Una de las propuestas que hice en 1979 en la Diputación de Sevilla fue que los diputados provinciales ganaran el mismo sueldo que tuvieran en el sitio donde habían estado trabajando hasta ese momento. Ese sueldo y un poco más; y que se le reservara la plaza para volver cuando acabara su ciclo político.

¿Y qué le dijeron los diputados?

Por poco me matan (ríe). En Francia, el 90 por ciento de los diputados pierden dinero respecto a su ocupación anterior, pero en España es al revés. Está todo por hacer en este campo. Históricamente el listo en España ha sido el que se aprovechaba de la situación, el oportunista, el que se ponía la camisa azul para medrar y progresar. Y en la democracia eso no ha cambiado.

«Se están destruyendo generaciones enteras con la precariedad laboral y no sé cómo esa juventud no está en la calle quemando contenedores»

Usted entró en el PSOE en la época dura de la clandestinidad con un padre que pertenecía al régimen franquista.

Sí. Yo procedía de una familia de la pequeña burguesía y podría decirse, cuando entré en el PSOE, que era un desclasado, pero al revés. Mi padre creía en Franco, cosa que yo no entendía y que acabé entendiendo con el paso de los años, pero no se aprovechó de la situación como hermano de mártires o caídos por la Patria, como se decía en esa época. Se podría haber aprovechado obteniendo plaza de secretario judicial en Sevilla pero no lo hizo. Ya en democracia, sentí vergüenza en una recepción oficial cuando un empresario de Sevilla me decía que tenía a tal político, con un cargo importante, «comiendo de su mano».

¿Era de su partido?

Sí. A eso me refería cuando hablaba de políticos desclasados que quieren ocupar como sea un status económico más elevado. Aunque no sólo ocurre con los políticos.

Pero ellos manejan fondos públicos, como ocurrió con los ERE.

Hay que dar una explicación política de eso, como dije antes. La explicación científica es la que hace la sentencia, que aún no es firme porque está recurrida ante el Supremo.

Hablaba de regeneración. ¿Son los jóvenes los que pueden hacerla?

Yo creo que a los jóvenes de hoy difícilmente los vas a llevar a aprovecharse de la situación. Son más honrados pero se sienten estafados y guardan un resentimiento social. Le pongo un ejemplo concreto: una persona que conozco es contratada por una empresa de Málaga para realizar un trabajo por el que le pagan 1.300 euros al mes. El contrato tiene una fecha de finalización y se le despide. Y unos meses después la empresa le vuelve a llamar para hacer de nuevo ese trabajo, pero ahora le dicen que tiene que hacerse autónomo y va a cobrar 500 euros. Como parte del engaño, le dicen que puede trabajar desde su casa y que puede hacer otras cosas para otras empresas. Se están destruyendo generaciones enteras y esa juventud no sé cómo no está en la calle quemando contenedores.

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