EL RINCÓN DE...
Manuel Conradi Pacheco: «En Etiopía viajé en un autobús con un endemoniado sentado a mi lado»
Tiene en su pasaporte más de ochenta países visitados, ha llegado a rincones ignotos de China, estuvo a punto de ser comida para los tiburones. Siempre está de regreso
Alguna vez estuvo tentado a no regresar…
La familia, los amigos, Sevilla tira mucho, el mismo Sevilla FC que me obligaba a hacer diabluras para poder verlo por la tele. Pero sí, al final, siempre he vuelto.
¿Uno viaja buscando lo que no encuentra en su lugar de origen?
Creo que sí. El escapismo, el hedonismo, las ganas de aprender, las de aventura, ayudar si se puede, todo eso está ahí. Cada viaje es distinto. En cada viaje hay, a veces, distintos viajes.
El caso es que usted vio al demonio en Etiopía.
Vi la versión etíope de la niña del exorcista. Iba en autobús. Yo era el único «farangui», guiri, y el niño se empeñó en sentarse conmigo: cambiaba de voces, escupía a la gente, les pegaba, ponía gestos terroríficos…Me sorprendió la capacidad de aguante de los viajeros.
Documentando esta entrevista me encuentro con situaciones límites como que en Las Galápagos estuvo a punto de ser jamón para los tiburones.
Así es. Me han encantado siempre los tiburones. Pero en Las Galápagos me tiré solo en un sitio donde había muchos y nadar solo con tiburones te hace más vulnerable. Noté algo detrás y vi un par de tiburones en actitud de ataque. No les di la espalda y eso me salvó.
Y que en Sierra Leona se encontraba con mototaxis conducidos por rebeldes.
Durante el proceso de paz les dieron motos a los rebeldes como medio de vida. Tenían un lema: nacidos para morir. Me monté en muchos pero una vez nos accidentamos y me rompí una costilla.
¿Por qué entró en la India con un pie ortopédico?
La familia de un misionero se enteró de que iba para la India. Me pidió que llevara al religioso un pie ortopédico. Me lo llevé y conocí a una de las personas que más me han impresionado. Federico Sopeña, que así se llamaba, dio su vida por los desheredados y a mí me introdujo en el mundo de los tribales de Maharastrad.
En Calcuta pasó el fin de siglo de forma tumultuosa…
Inolvidable. Íbamos dos parejas de amigos y una multitud de personas, medio centenar, empezaron a rodearnos y nos sentimos como prisioneros víctimas de una boa constrictor. Nos hicieron pasar un mal rato. Nunca supe el motivo. Quizás el ir acompañado de chicas…
Hay paraísos, camino del Tibet, como Manali y Kulu. Pero sus bosques parecen encantados…
Manali está todo lleno de carteles buscando turistas desaparecidos. Y en un paseo por el bosque, me encontré un tipo, solo, con una hoz. Te aseguro que me inquietó mucho. Cerca de allí fue asesinada una familia española.
¿Qué es más peligroso en la ex Guinea española: la malaria o la policía?
Para los guineanos, la malaria. Para los turistas, los policías son una epidemia con placa. Uno me siguió subiendo un volcán y en la cumbre, escopeta en mano, me pidió dinero. Lo zanjamos invitándolo a una cerveza. En África el humor es más efectivo que la discusión.
Tengo entendido que en muchos de esos países visitados entienden que la Covid es una enfermedad de blancos.
En África creen eso. Y en Albanía, lugar que visité este pasado año, la ignoraban y no usaban mascarillas. Uno me dijo que ellos son muy fuertes y no les afectaba.
La China de los contrastes, la de los Porsche en las calles y el desheredado tirando del carrito de ruedas, ¿continúa existiendo?
Sí, aunque la clase media ha avanzado mucho. Hay ciudades fábricas creadas en muy poco tiempo, en el interior y el norte, donde la situación es distinta. Digamos que el sur es la parte rica y el norte está en desarrollo.
Usted empezó a tomar clases de mandarín. Y creyó tener un buen nivel. Hasta que fue a un restaurante chino y le dieron un baño de realidad.
Saludé al camarero diciéndolo Ni hao (hola en castellano) y el tipo no reaccionó. Le pregunté si no hablaba mandarín. Y me respondió que el que no hablaba mandarín era yo.
Usted suele viajar solo. Pero luego se engancha con otros solitarios. Y ha conocido gente que viaja por un euro al día.
En Calcuta conocí a un alemán que iba en bicicleta desde Alemania y había cruzado en bici el Karakorum, con picos de seis mil metros. Viajé por alturas similares en un autobús. Y la gente se desmayaba en el autobús.
Un amigo australiano creo que se permitía el lujo de comer dos manzanas diarias y tirar millas.
Y así estuvo dos años seguidos viajando.
¿Dónde ha comido mejor?
En India el masala, en Senegal el pescado a la brasa y en Argentina la carne es tan esplendorosa que le gustaría a Garzón.
Imagino que un viajero como usted no se declara antivacunas…
Me he vacunado de casi todo. Y aún así pillé la malaria por no seguir el tratamiento.
Noticias relacionadas