VIOLENCIA MACHISTA
El maltrato abusivo repetido lleva a las víctimas a sufrir «un síndrome de Estocolmo doméstico»
Así lo recoge la Audiencia de Sevilla en una sentencia en la condena a 19 años de cárcel a un varón por violar, pegar, amenazar y coaccionar a su mujer, a la que trataba como a «un perro»
«Las consecuencias de las conductas abusivas repetidas (destrucción de la autoestima y autoinculpación, entre otras) acaban por convencer a la víctima de que no podrá poner fin a la situación que sufre, por lo que deja de intentarlo, si alguna vez lo hizo, y desarrolla una serie de estrategias defensivas para acomodarse a la continuidad del maltrato, hasta desembocar en un modo de «síndrome de Estocolmo doméstico» , lo que algunos consideran una nueva categoría psicopatológica, el denominado síndrome de adaptación paradójica a la violencia doméstica ».
Este párrafo se incluye en la sentencia dictada el pasado 14 de enero por la Sección Cuarta de la Audiencia de Sevilla en la que condena a J.C.R.T. a 19 años de prisión por un delito continuado de violación , un delito de violencia habitual en la pareja, un delito continuado de amenazas , otro de coacciones y cuatro delitos de lesiones leves o maltrato de obra en la pareja contra la que fue su novia y después de su mujer, a la que tendrá que abonar además 35.000 euros como indemnización .
El magistrado José Manuel de Paúl, en una de sus últimas sentencias firmadas en la Audiencia antes de cesar como presidente de la Sección Cuarta y ocupar su plaza en la Sala de Apelación del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía , expone la actitud de quien ha sido sometida a una relación habitual de maltrato, al tiempo que rechaza lo dicho por los peritos de la defensa sobre la conducta de la víctima: «Es inusual hoy en día, con toda la información que existe en un tema tan mediático como este que, ante tales conductas tan aberrantes que ella -denunciante- expresa haber sufrido, no saliese de casa y denunciara tal situación».
Para De Paúl, este entrecomillado se corresponde mejor con «el sentido común lego que con lo que cabría esperar de acreditados profesionales de la psicología, que pueden ignorar, además de factores elementales como el miedo o la dependencia afectiva o económica, el bien asentado concepto de indefensión aprendida o impotencia aprendida».
«Extrema dependencia emocional»
El relato de los hechos probados recogidos en la sentencia, a la que ha tenido acceso ABC, es realmente duro y ofrece de forma explícita el calvario por el que tuvo que pasar la víctima, quien comenzó una relación en 2011 con el que luego se convertiría en su agresor . Tres años más tarde se fueron a vivir juntos, primero en Dos Hermanas y después en Coria del Río .
Desde un principio la convivencia de la pareja se vio marcada por «la extrema dependencia emocional de la víctima hacia el acusado y por el comportamiento celoso, despectivo, controlador y progresivamente violento de éste». La primera agresión física tuvo lugar en noviembre de 2014 porque ella estaba charlando con unas vecinas en la plazoleta cerca de la casa cuando él llegó del trabajo. Fueron golpes e insultos y vejaciones.
A partir de esto, el comportamiento abusivo del acusado hacia la que era su pareja entonces se agravó, «en una espiral sólo interrumpida por breves fases de arrepentimiento , reconciliación o simple tranquilidad, que hacían que la alienada mujer se sintiera feliz mientras duraban y concibiera en cada una de esas ocasiones la falsa esperanza de que fuera el comienzo de un cambio permanente de la conducta de él, lo que estaba muy lejos de suceder».
Nada más lejos de la realidad, el acusado intensificó su actitud de control y aislamiento familiar y social de ella, dificultando que se viera con sus amigas, a las que tildaba de «ninfómanas», y que visitara a su familia de origen, llegando a golpearla cuando ella se lo pedía. Cuando ella hablaba por teléfono, el acusado la obligaba a que lo hiciera conectando el altavoz para enterarse de la conversación.
Llegó a sumergir la cabeza de su mujer en el agua de la bañera o le apretaba una almohada contra la cara ; provocando de ambas formas una sensación de asfixia a su mujer, que llegaba a sentir el temor de que realmente fuera a poner fin así a su vida.
Entre 2016 y 2018, la humillaba haciéndola dormir en el suelo, desnuda y sin ropa , tanto en verano como en invierno, diciéndole: «eres un perro, duerme como un perro». Las vejaciones y trato denigrante en este sentido fue a más, generándose un marco «de permanente humillación y temor ».
«El buen samaritano»
En octubre de 2017 por no querer asistir a una comida con la familia de ella, el acusado le propinó puñetazos hasta que la dejó aturdida o conmocionada. Recobró la conciencia caída en el suelo fuera del automóvil, mientras un ciclista que acertó a pasar por allí trataba de reanimarla haciéndola beber agua. El acusado explicó «al buen samaritano » que su mujer había sufrido un mareo. En febrero del año siguiente, le arrancó de un tirón un mechón de pelo a su esposa.
El afán por el control le llevó a poner en su casa cerrojos en todas las habitaciones para no dejarla salir. Ella no tenía llaves ni de su casa. La violencia también alcanzaba a las relaciones sexuales , sin que ella, en el estado de temor y subordinación en que vivía, acertara a oponer una resistencia mínimamente eficaz.
Si se oponía, habría represalias, como demuestra que un día la dejara desnuda y sola en un descampado de Dos Hermanas por negarse a tener sexo en el coche. Estos episodios no fueron aislados. «El acusado parecía obtener un placer especial en realizarlos de modo violento, venciendo la débil resistencia que se atrevía a oponerle ella, y en acompañarlos de palabras y actos humillantes».
También existen entre los episodios denunciados amenazas. A partir de principios de 2018 la joven comenzó a tomar conciencia de lo insostenible de su situación y a presentar una tímida oposición a los deseos y acciones del acusado, al que apercibió con contar a sus padres lo que sucedía.
Para disuadirla de hacerlo, el acusado le advirtió que esa revelación podría tener consecuencias fatales para su padre, enfermo del corazón, y en varias ocasiones llegó a amenazarla con que si contaba algo a sus parientes los mataría uno por uno con una pistola y después a ella le cortaría el cuello, exhibiéndole un cuchillo jamonero mientras se lo decía.
Explotó en junio de 2018
Ella sólo explotó cuando sufrió otro episodio de malos tratos delante de amigos de la pareja . Fue en junio de 2018. La joven y sus amigos terminaron en la urbanización La Motilla, donde pasaron en vela lo que quedaba de noche y ella relató el calvario que venía padeciendo. La relación se rompió y ella se fue a casa de sus padres. Dos meses después denunció.
Un retraso que el tribunal considera perfectamente explicable por la complejidad de los procesos afectivos y psíquicos implicados y a las consecuencias anímicas del propio maltrato , sobre todo, cuando ha sido tan prolongado y grave como en el sufrido por la víctima en este caso.
La defensa de la víctima anuncia que recurrirá el fallo ante el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía convencido de la inocencia de su cliente.
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