Madre de Dios, la ruina callada

La iglesia permanece parcialmente cerrada al culto por desprendimientos y las estancias conocidas como el «Palazuelo» se derrumban a ojos vista

Vista del acceso a las dependencias del Palazuelo JUAN FLORES

AURORA FLÓREZ

Los más de cuatrocientos años de supervivencia del convento dominico de Madre de Dios de la Piedad han acabado por dar la cara debido al deterioro acumulado en pleno siglo XXI, cuando más medios hay para preservar convenientemente el incalculable patrimonio de Sevilla , que, sin embargo, se cae a pedazos en la ruina lenta y callada que permanece tras las puertas silenciosas de la clausura.

Madre de Dios y sus diez dominicas , siete de ellas africanas, como sor Patricia, la priora, se vienen abajo. No es una noticia nueva, es una realidad que añade un desprendimiento más a cada momento que pasa en el reloj del cenobio. Hoy una tabla, mañana un pedacito de mocárabe, pasado un fragmento de pintura mural y al otro un azulejo, que salta del muro abofado y que, con suerte, volverá a ser encajado en algún lugar que no le corresponde en los mellados paños.

Muros del siglo XV , en los que los cuatro siglos de existencia se despegan del edificio 45 centímetros hacia la calle San José. Joyas artísticas del cuatrocientos, vidas religiosas prácticamente abandonadas a su suerte componen el pentagrama de la vida conventual de Madre de Dios, donde urge tomar medidas, primeramente en la iglesia, cerrada parcialmente al culto, con el paso restringido al presbiterio, y el coro bajo, con al menos tres vigas sueltas y rotas.

Esta previsto como medida de urgencia una red para evitar daños por desprendimientos

Sor Patricia y su inseparable sor Adela, su antecesora en el gobierno del cenobio, miran con preocupación pero con esperanza una solución al menos para los problemas más perentorios, que se materializará en una doble red que próximamente se desplegará en la iglesia, al menos para evitar que las religiosas y los fieles sufran los efectos de alguno de los desprendimientos del artesonado.

La declaración de Bien de Interés Cultural , que ostenta el edificio desde 1971, ciertamente es una escarapela de prestigio pero añade dificultades a cualquier intervención por muy necesaria que sea. A veces es mera cuestión de papeleos y burocracias, que llegan al extremo de cómo denominar un proyecto.

Pablo Diañez Rubio, profesor de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Hispalense, que se ocupa desinteresadamente de diagnosticar el estado de Madre de Dios, y que con el vuelo de un dron ha comprobado el estado de las cubiertas, habla de «problemas de prevención» y de soluciones necesarias en primera providencia, como reforzar las vigas del coro, reparar una gotera en el cajón de la puerta que da a la calle San José y colocar la malla protectora en la iglesia.

Aunque necesita una intervención integral, con menos de 13.000 euros se frenan los deterioros más inminentes

El proyecto para ello pasa por la obtención de la licencia, el envío al Colegio de Arquitectos, a la Gerencia de Urbanismo y a la Comisión Provincial de Patrimonio de la Junta. «Las lesiones estructurales del convento están vivas, según indican los testigos, y el muro a San José huye progresivamente hacia la calle». Añade que las pequeñas obras de prevención y emergencia, que se prolongarían desde su inicio escasamente tres semana, van a importar apenas doce o trece mil euros. Pecata minuta en comparación con la consolidación estructural que necesita el edificio, que debe abordar «Cultura, Fomento o quien sea», apunta Diañez.

Echar los ojos a los cielos del artesonado del siglo XV de la iglesia , una armadura mudéjar en cinco paños con esquinas acabadas en ochavas y una de las mejores piezas de España , a las desdibujadas pinturas murales, algunas irreparablemente perdidas; a las grietas con testigos de 1991 o a la maltratada azulejería causa auténtica desolación. En el coro de la clausura, el panorama devastador se repite. Aquí el peligro son las vigas polvorientas y quebradas.

Dineros e historias

«Dinero hay», comenta sor Adela en el paseo por la ruina pensando en construcciones como las setas, y si Sevilla «tiene una obra maestra como ésta ¿no es mejor mantenerla?», se pregunta mientras intercala retazos de historias malas, como la del cuñado anticuario de un sacristán que se llevó los azulejos arrancados del retablo de Nuestra Madre del Rosario. Se lo contó la madre Carmen, que murió con cien años. Y apuntes de la mejor historia, como las de los pequeños milagros de la venerada Sor Bárbara de Santo Domingo , «la hija de la Giralda», cuyos restos reposan en el coro del cenobio, donde también están enterrados los de la viuda y la hija del conquistador de México, Hernán Cortés o los de las bisnietas de Cristóbal Colón.

El Palazuelo de la Reina

No obstante, Madre de Dios aún esconde otra ruina más alarmante todavía. Se concentran en las estancias conocidas como el Palazuelo y la casa del capellán, que lindan con la iglesia y la sacristía. Clausurada y con zonas apuntaladas, esta edificación corresponde a los primeros mimbres del actual convento. Tiene tres plantas y en la segunda, que constaba de cámara, antecámara y retrete, según la tradición, se hospedó la Reina Isabel Católica, que otorgó a la comunidad dominica una manzana de casas cuando su convento junto a Puerta Triana se inundó en 1495. La tercera fue dormitorio de novicias. En una de ellas puede verse el artesonado del siglo XV desmontado y apilado. Las estancias, con la solería levantada y sufriendo el castigo constante de las palomas que se cuelan, han tenido varios pretendientes para reconvertirlas en hospedería que todavía no han cuajado.

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