EL RINCÓN DE...
Luis Rizo: «Hay un arte abstracto sobredimensionado y detrás de él no hay trabajo, estudio ni oficio»
Prepara una exposición para cuando el bicho lo permita y colgar su estilo clasicista bien en el Ateneo bien en Cajasol. Se considera discípulo de Maireles, de quien tomó clases con diez años; no se lleva nada de bien con la abstracción engañosa

Considera, entonces, que hay mucha ojana detrás de determinados pintores abstractos…
No le quepa la menor duda. Es un dato objetivo.
Y que muchas firmas cotizadas solo son marcas creadas por el marketing de los buenos curator.
Así es. Hay firmas sobredimensionadas que tras su trabajo no hay esfuerzo, estudio, trabajo, ni oficio. Es solo una labor de imagen realizada por estupendos profesionales del mercado.
¿Y por qué razón le enfurece eso?
Sencillamente porque hay muchas personas que se dedican a trabajar, a estudiar, a esforzarse y a reflexionar sobre la pintura y son considerados obreros del arte, sin ver compensados sus esfuerzos creativos con sus ingresos económicos. La mentira se lleva el dinero, el esfuerzo lo padece.
¿Conoce a Julian Schnabel?
Conozco su obra, sí.
Alguna vez me lo quisieron desprestigiar diciéndome que en sus inicios fue pintor de brocha gorda en Nueva York. Me parece injusto.
Ser pintor de brocha gorda no descalifica a nadie. Tampoco a un artista. A lo largo de tu vida te ves en situaciones extremas para sobrevivir.
Tengo entendido que a Norman Rockwell, el gurú del hiperrealismo norteamericano, lo adora. ¿Por qué?
Por su verdad a la hora de pintar. Por su buen humor. Y, sobre todo, por la crítica negativa que generaba su trabajo. Los pintores abstractos lo detestaban. Y eso nunca lo entendí.
Indagando en su currículo, usted no se empacha en reconocer la admiración por artistas como Zobel…
El abstracto y la pintura moderna buena es intocable. Y Zobel lo era.
¿Le brinda, también, ese reconocimiento a la pintura del malogrado maestro Salinas, la abstracción geométrica conseguida a base de composiciones de color?
Lo admiré como persona, pero su pintura no entraba dentro de mi catálogo de preferencias.
Coincidiendo con la polémica presentación del cartel de la Maestranza usted colgó en Facebook un cuadro taurino que tuvo más de seis mil ‘like’.
Lo hice como testimonio de mi postura ante la situación actual: se puede hacer un cartel de tendencia abstracta pero que no confunda y te aleje de lo que tratas de promocionar. Dos brochazos bien dados dicen mucho. No es el caso del último cartel de la Maestranza.
¿Cuántas ofertas de compra rechazó de su cuadro protesta?
El cuadro no estaba a la venta. Pero es verdad que recibí una docena de ofertas.
¿Qué quiso usted demostrar con ese cuadro que se ha convertido en una queja en la hoja de reclamaciones del arte realista local?
Yo dibujé un torero de espaldas frente a un cuadro abstracto donde se intuía un toro. Mi mensaje era muy simple y directo: lo que se ve se entiende.
¿Usted es aficionado a la fiesta nacional?
Es consustancial a mi persona.
¿Quién la tradujo más cerca de sus gustos: Picasso, Sorolla o Zuloaga?
Yo me quedo con Goya y con Picasso.
¿Y actualmente?
Ya murió. Pero me volvía loco la pintura que hacía el torero texano John Fulton, con estudio en la plaza de la Alianza, que lo visitaba muy asiduamente. Sería injusto olvidarme de Escacena, que ha dado su vida por la pintura taurina.
¿Se le debe algo?
Por supuesto. Concretamente el mundo del toro le debe reconocimiento.
Me cuentan que cuando Víctor García Rayo se va con el cámara a grabar los toros en el campo usted lo acompaña para tomar apuntes.
Es una bendita costumbre. Gracias a Víctor he podido conocer el mundo del toro en el campo. Y no solo en Andalucía. Hemos llegado hasta Portugal y he descubierto, para pintar, matices que se le escaparían al mejor de los aficionados.
Imagino que en esos apuntes irán también las llamadas de auxilio que hacen muchos ganaderos ante la extinción de hierros por culpa de la crisis pandémica.
La política actual no engaña a nadie: no gustan los toros. Y la pandemia amenaza con acabar con hierros históricos. Como el lince, el toro de lidia, es una especie en peligro de extinción. Pero el lince sí recibe ayudas.
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