El rincón de...
Luis Manuel Guerra: «La Feria tiene su sitio, huele a albero y a manzanilla. Lo demás es cartón piedra»
Hoy, lunes de no Feria, es un día triste, frustrante y melancólico para este hombre que la disfruta antes, durante y después de la misma. Es presidente de la caseta ‘El Pinsapo’, participa en su montaje mano con mano con los gitanos de la Cava
¿Cómo se siente?
En Semana Santa me cortaron las manos. Ahora sin Feria siento que me amputan las piernas. Me sobra tristeza para exportar.
Pero quien lo conoce sabe que usted nunca se rinde…
Si las condiciones sanitarias no lo impiden, pienso reunirme con mi grupo de amigos en uno de los barcos turísticos del Guadalquivir, comernos el ‘pescaíto’ y ver los terrenos de la Feria desde el barco.
Esperemos que los contagios se frenen y no le impidan dar esa vuelta en barco por el Guadalquivir.
Muchas de la gente que está en el grupo está vacunada o se vacunan en estos días. No sé si eso nos dará facilidades para celebrarlo porque lo queremos hacer al aire libre.
Su caseta recibió el premio 2016 por su exorno. Una caseta la mar de gitana, ¿verdad?
Nuestra caseta está inspirada en la plaza de España y en la Maestranza. Esos son nuestros referentes estéticos. Y la adornamos gachós y calorros de Triana, amigos de toda la vida.
¿Se nota la mano de los calorros a la hora de montar y decorar una caseta?
La caseta responde a un modelo que se repite cada año. Son tres módulos y se cambia poco el patrón. Tan solo el color del techo, los farolillos y alguna pequeña obra de acicalamiento. Las flores no faltan. Y son flores frescas. El plástico está prohibido.
En la puerta de su caseta tenéis de guarda a un gitano que es un pretoriano y tiene un lema que se cumple a rajatabla…
(Risas) Usted se refiere a Enrique Heredia El Nano. Era una de las familias que nos montaba la caseta. Pero El Nano desgraciadamente falleció. Y es verdad que tenía un lema que aplicaba en la puerta: aquí entra de tó pero no sale de ná… Sus hijos siguen siendo los guardiñas y los montadores de la caseta.
Gitanos no solo de Triana, sino también de las Tres Mil viviendas, como la familia de Antonio Canales y las de Rafaé.
Así es. No te olvides de la familia del Horacio, otro gitano que se dedica a montar otras casetas, además de la nuestra.
Usted vive una prefería muy especial, con homenaje incluido a los guardiñas de las casetas vecinas a la suya.
Las semanas de montaje de las casetas, yo me hago de un bidón de quinientos litros, llevo maderas y hacemos una fogata de ‘madrugá’, para tomarnos unos botellines y unas tapas con los guardiñas vecinos. Los gitanos se encargan del jaleo flamenco. Y le digo que hasta los chavales que van para las discotecas se paran y se arriman al costero flamenco que montamos.
¿Cuál es su momento especial en la Feria, el que vive con más plenitud?
La mañana. Ese momento cuando la Feria se despierta, llega el ‘pescao’ de Isla Cristina y las gambas de Huelva, ves que no hay novedad en la caseta y que los que trabajan en ella están frescos y dispuestos para mejorar el día de ayer. Eso me da la vida entera.
Usted habla gloria bendita de sus amigos gitanos. Pero una vez se encontró la caseta sola y sin montar. ¿Qué pasó?
Llegué a la caseta por la tarde. En vísperas de Semana Santa. No había nadie. En la Feria se escuchaba la banda de las Cigarreras ensayando. Me encontré con un gitano que me dijo: no te apures, Luis, que los gitanos estamos dándole un homenaje a un distribuidor de quesos que se jubila. Me fui para la caseta y me los encontré jaleando un strip-tease.
Se ha querido hacer un sucedáneo de Feria en el Centro…
La Feria no es un bar en el Centro. Si no sería Feria todo el año. Eso no es. La Feria tiene su sitio, huele a albero, a manzanilla y a aceite de las buñoleras. Lo demás es cartón piedra.
No es lo mismo la gaseosa que el Moët&Chandon, ¿verdad?
(Risas) Ni es ni tiene nada que ver…
Usted es amante de la lectura. Dígame el libro que más le gusta sobre la feria...
Me gusta mucho ‘Las ferias de Sevilla’ de Nicolás Salas. Pero para mí hay una letra de sevillanas que define perfectamente la Feria. Me refiero a «algo se muere en el alma/cuando un amigo se va».
La asociación ‘El Anaquel’ que preside se responsabiliza de surtir de libros regalos las glorietas de los parques de Sevilla. ¿La gente los respeta o los hurta?
Los respeta. La gente sabe que un libro de ‘Anaquel’ se lo pueden llevar y regalarlo. Nosotros reponemos todas semanas los libros que faltan. Están para eso.
¿Y quiénes os ayudan?
El Ateneo, el Ayuntamiento y cientos de lectores anónimos que nos donan sus libros.
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