La lucha de una familia sevillana por demostrar que el «Lince Perdido» fue un plagio
La película ganó el Goya a mejor película de animación en 2008 y detrás de ella está una productora de Antonio Banderas y otra salpicada por el escándalo de Invercaria
La pelea en los tribunales cumplió el pasado enero una larga década. En 2009, el dibujante sevillano Miguel Ángel Romero Mejías demandó a los productores de la película de animación «El Lince Perdido», que meses antes se había hecho con el Goya a menor película en su categoría. Detrás de esa producción estaba una productora de Antonio Banderas y otra sociedad (Kandor Graphics S. L.) a la que le ha terminado salpicando la investigación de Invercaria por las supuestas irregularidades en la concesión de un préstamo de 1,4 millones de euros . El juez acaba de procesar a tres exdirectivos de la empresa pública vinculada a la Junta por ese expediente.
Romero Mejías demandó ante el juzgado de lo Mercantil 1 de Sevilla infracción de derechos de propiedad intelectual y reclamaba la paralización de la exhibición de la película y una indemnización de 300.000 euros. Aseguraba que los directores de «El Lince Perdido», Raúl García Sanz y Manuel Sicilia, le habían robado su idea original «Aventuras en Doñana» la cual pudieron conocer cuando se encontraba buscando financiación y acudió a varias productoras. La acción judicial se dirige también a un total de cinco productoras.
En primera instancia, la Justicia no le ha dado la razón a este dibujante sevillano. El pasado mes de abril, el juzgado de lo Mercantil desestimaba la demanda al entender que las exactitudes entre ambas obras son muy generales y no pueden considerarse un plagio. Este revés judicial nunca se le podrá comunicar al demandante. Miguel Ángel Romero fallecía en 2011 por un cáncer . La Justicia volvía a mostrar su cara más lenta y ha tardado una década en dictar su primera sentencia. El magistrado de refuerzo admite en la sentencia que se han incumplido los plazos procesales y señala el motivo: «Debido al inhumano cúmulo de trabajo que pende en los juzgados de lo Mercantil de Sevilla, produciéndose una situación de colapso». Y a continuación detalla las cifras de asuntos que manejan los juzgados de esta jurisdicción, especialmente castigados cuando estalló la crisis. Una circunstancia que jugó en contra del demandante.
Cuando falleció Miguel Ángel, su hermano José Alberto y su madre octogenaria decidieron seguir adelante con la causa. Hoy han reunido fuerzas y han recurrido la sentencia . José Alberto sabe que puede seguir envejeciendo esperando una respuesta judicial, pero no da su brazo a torcer. «A mi hermano le robaron la idea y otros se llevaron la fama y los réditos de la película. Es tan injusto que no me queda otra que seguir peleando».
El juzgado de lo Mercantil ha desestimado la demanda diez años después, pero los familiares del dibujante han recurrido y siguen en la pelea judicial a pesar de los plazos procesales tan largos
Enfrente tiene a cinco productoras, algunas de las cuales ya no tiene actividad como Kandor Graphics que se declaró en concurso al poco de recibir la inyección económica de Invercaria. «El lince perdido» fue una película que tuvo el respaldo de Canal Sur y la Administración andaluza. Un enemigo grande que no achanta a José Alberto Romero . A todas partes lleva el portafolio de su hermano para mostrar las pruebas de lo que ellos defienden como un plagio. El juzgado de lo Mercantil dice «que son simples bocetos de personajes y un guión con varias versiones» que no llegó a ser una obra como tal.
Pero las similitudes son evidentes : hay hasta ocho personajes que guardan unos parecidos considerables. Tanto la obra demandada como el proyecto de Miguel Ángel Romero centra la trama en Doñana y otras localidades próximas y el personaje principal es «un lince torpe que no para de meterse en líos», describe la demanda inicial.
La abogada de la familia asegura que las pruebas son suficientes para considerar un plagio a la laureada «El lince perdido» y en su recurso sostiene que los directores sólo retocaron la fisonomía de los personajes «para que la copia no fuera tan clara», señala la letrada María Teresa González-Zurita.