¿Qué lleva a una mujer a consagrar su virginidad a los 35 años?
Elisa Heredia, última virgen consagrada de Sevilla: «La elección virginal pide una renuncia exigente, y es por eso que nadie puede pretender este estilo de vida si el Señor no se lo concede»
Elisa Heredia Roldán es la última, por reciente, virgen consagrada de la archidiócesis de Sevilla . Recibió el anillo de esposa, el velo de espera y el libro de la oración universal de la Iglesia en una ceremonia celebrada el sábado 25 de junio en la Catedral. Radiante de blanco como una novia, feliz por el paso que iba a dar, se consagró por entero a la Iglesia tras la efusión del Espíritu Santo postrada en el suelo tal como hacen los sacerdotes en su ordenación.
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La suya también lo fue. Ese día entró a formar parte del Orden de las Vírgenes Consagradas, la más antigua forma de vida consagrada de la Iglesia desde los tiempos apostólicos hasta que en el siglo V decayó la institución, sólo recuperada a partir del Concilio Vaticano II . En la actualidad, la diócesis de Sevilla cuenta con alrededor de 40 vírgenes consagradas, de las que Elisa Heredia (Los Molares, 1987) es la última representante. ¿Por qué?
Ella misma lo explica: «La virgen es una enviada del Señor a reflejar su divino rostro ; a esparcir su buen olor allá donde vaya; a llevar la paz, el amor y la esperanza, el consuelo a los afligidos; a iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar ; en la pasión por el anuncio del Evangelio; y todo para gloria de Dios y por la salvación de las almas».
Ni monjas ni medio monjas
El arzobispo de Cádiz-Ceuta, monseñor Zornoza, dejó bien claro en la homilía de su consagración qué era y qué no era una virgen consagrada: « No son monjas ni medio monjas . No pertenecen a ninguna familia religiosa, ni pierden su condición de laicas. Por ser personas seglares no dejan su familia o su trabajo profesional».
Elisa incide en la especificidad de su vocación: «Las vírgenes visten según las costumbres del ambiente en el que viven y procuran su propio sustento con su propio trabajo. Cada una tiene su regla de vida trabajada con su director espiritual y aprobada por su obispo».
El prelado de la diócesis es el único superior de las vírgenes consagradas, a la que están especialmente vinculadas. «A él le corresponde admitir a la aspirante y celebrar su consagración, velar por su atención pastoral, su bienestar espiritual y económico», resalta Elisa Heredia.
La nueva consagrada es consciente de que su vocación va a contrapelo de una sociedad fuertemente secularizada por cuanto significa «la entrega total, irrevocable y definitiva a Dios hoy en día en una sociedad tan secularizada, erotizada, en la que predomina el egoísmo, el individualismo y el materialismo».
Don de lo Alto
En este punto, cita a San Agustín, que defendía que «la continencia que se ofrece en voto, consagra y reserva al Creador la integridad del alma y del cuerpo». Pero tiene claro que la iniciativa de su vocación no le corresponde a ella, sino al Espíritu Santo: «Por un don de lo Alto y una libre opción de amor , estas mujeres consagraban su propia corporeidad al reino de los cielos yendo más allá del matrimonio humano, para así poder vivir más unidas a Él, ser sólo de Él , agradarle y poder dedicarse totalmente a Él y, en Él, entregarse a los demás».
No es una monja pero tampoco una de esas solteras que en los últimos tiempos deciden casarse consigo misma como si se tratara de una boda demediada: «Toda persona ha nacido para amar, ha nacido para el amor esponsal , y para la mayor parte, la vía ordinaria es el matrimonio. Pero a algunos cristianos, el Señor les concede el don de la virginidad ».
Renuncia exigente
Es su caso. No sin renuncia, no sin sacrificio: «La elección virginal pide una renuncia exigente , ya que incide en un instinto profundamente arraigado en la naturaleza humana, y es por eso que nadie puede pretender este estilo de vida si el Señor no se lo concede , pues supera todas las cualidades del ser humano».
Por si quedan dudas de su decisión, remacha: «La elección virginal es libre, es sólo cuestión de amor y basta ». «La virgen consagrada es un don para la comunidad cristiana. Su sola presencia edifica la Iglesia , ya que con su testimonio está recordando a todos que el Señor es el primer y supremo valor de nuestra vida y que merece ser amada con el mismo amor con que Él nos ama». Amén.