Reloj de arena

Juan Díaz, el Golosina: la dulce memoria de las flores

Su figura no se entiende sin Lola Flores. Fue su amigo, su colaborador, su consejero y su guardaespaldas si hubiera hecho falta

El Golosina y Lola Flores, amigos para siempre Archivo de Pepe Camacho

Félix Machuca

Entonces, años de plomo, no había ni LGTBI, ni Arco Iris, ni cabalgata del orgullo. Entonces, las loquitas se ocultaban en el armario o le echaban casta al asunto y cantaban por las azoteas por la Piquer o hacían buena la estrofa lorquiana que decía que «el mariquita se adorna/con un jazmín sinvergüenza». No había término medio razonable. O te quedabas en el armario o no entrabas nunca porque eras más hombre que muchos de los que, presumiendo de machos, se cebaban con el más desprotegido. La caza del mariquita estaba permitida por ley y apoyada por tus familiares. El padre del Golosina le sacaba los colores con la correa cada vez que el niño imitaba a Lola Flores . Muchos años después, Juan Díaz admitió que jamás tuvo armario. Pero sí los suficientes timbales para acompañar la canción de su libertad absoluta. Sobre leyes y de correas paternas.

El Golosina , que fue transformista, bailaor, humorista y de obligada invitación en los saraos con mejor puntuación del país, recibió su mote de Antonio Flores. Y le dedicó una canción. Si queréis saber la historia, dura pero libre, del Golosina, escuchen la canción que Antonio le hizo al mejor amigo de su madre. Ahí está en cuerpo y alma don Juan Díaz, un hombre que nació en Alcalá de los panaeros y que hizo de su vida la rebaná que quiso, no sin antes lavar muchos platos en los bares de Suiza, acompañar a Andy Ventura por los teatros más cálidos y de dejar para la posteridad una frase de lo difícil que es la vida: «no es lo mismo el melón con jamón que la sandía con mortadela». A los ocho años cantaba la Zarzamora y, como decía Lorca, es posible que ya organizara los bucles de su cabeza. Y con no mucha más edad se atrevía con los tanguillos de Catalina Fernández La Lotera. Pasó el tiempo y se fue a Algeciras por lo militar.

Cuando dejó el cetme no tenía ni idea de que su vida iba a ser de tiros largos. Lo invitaban a todos los saraos. En Madrid, en el pub de Mónica Randall, fue un clamor la forma en la que imitaba a Lola Flores, ya sin temerle a la correa del padre. Hasta el punto de que la propia Lola fue a verle acompañada de Antonio el bailarín. Y le gustó tanto que lo contrató para su espectáculo «El concierto de las Flores», donde actuaban todas las del jardín de la gitana de Jerez: Lola, Carmen y Lolita. El Álvarez Quintero casi revienta las costuras con el espectáculo y fue allí donde, Pepe Camacho , lo conoció y trabó una grandísima amistad de por vida. El Golosina no se entiende sin Lola Flores. Fue su colaborador, su consejero, su amigo y su guardaespaldas si hubiera hecho falta. Una noche en Ibiza se fueron a la discoteca Amnesia, de moda por aquellos años. Iba toda la familia: desde Lola a Rosarillo. Y en un momento determinado la discoteca echaba más humo que la locomotora de Caracol, un efecto especial de la época. Lola engordó los ojos y le dijo al Golosina: «Juanito, ¿esto es una discoteca o las Fallas de Valencia?».

Para cuando las cuentas quemaran, Lola tenía recursos y patrimonio para evitar quemaduras de primer grado. En su casa de María de Molina, Juanito vio colgado un Juan Gris en la pared . Y se lo ponderó a Lola: eso vale una fortuna. La de Jerez, que no era mucho de los museos, le dijo: «la próxima vez que venga lo mismo te encuentras una sábana. Porque ese cuadro es como el Monte de Piedad y cuando me haga falta sale por la puerta». Lola quemaba el dinero. En un bingo se quedó sin liquidez y le pidió a Juanito que le sacara dinero del cajero. Pero le dio la clave equivocada. Por tres veces lo intentó el Golosina. Hasta que el cajero se jamó la tarjeta. Tragedia. ¿Qué le digo yo ahora a Lola? Regresó al bingo y le contó. Lola dijo tan solo: ¿y por un número no te han dado el dinero? Hay que ver los bancos…

No sé si Lola llegó a cantar bingo aquella noche en Madrid. Pero sí escuchó música celestial en Fátima , hasta donde la llevó su fe para pedirle a la Virgen que le solucionara algo en su vida. Juanito la vio llorar a lágrima viva y ya fuera de la iglesia le dijo: «Hoy he visto la cara de Dios. Ya no me importa morirme». Por saber lo que calla El Golosina se moriría toda la prensa cardiaca. Conoció y trató al elenco de las estrellas más rutilantes. En su disco duro están grabadas las cosas publicables y las impublicables . Por estas últimas le ofrecieron más dinero que el que recibió Cárnicas Molina con su ERE para hacer, con la carne picada de las vidas privadas, los chorizos más picantes. Pero calló como un hombre. Y se guardó de ser estrella fugaz por una noche en un plató. Es un tipo sensible, sencillo y cuya única caña que ha dado siempre fue de azúcar. Como la dulce memoria que guarda de las Flores…

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