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Juan Arza Napal: «Sánchez Gordillo me pagó porque le dije que iba a buscarlo en Mercedes»

Se forjó en Campillo, estudió Aparejadores, no quiso ser futbolista y conoció mundo en la tienda deportiva más famosa de la Sevilla de los setenta: Deportes Arza.

Juan Arza Natal ABC

Félix Machuca

Hijo del legendario futbolista sevillista, Juan heredó de su padre la estética y el estilo que hoy plasma en cuadros de gran formato

Su infancia son los recuerdos de seis años en Campillo. ¿Tan travieso era usted?

(Risas) Bastante.

Allí trabó amistad con un tal Norberto Ortiz Osborne. Buena gente…

Y muy grande. Una maravillosa persona. Para que la gente sepa de quién hablamos es Bertín Osborne, que un compañero de clase, con mucha guasa, le llama Norbertín y pillaba unos cabreos finos.

Y también con Mariano Córdoba, un chico con muy buena mano.

Tan buena mano que llegó a ser el sastre de su Majestad el Rey, Don Juan Carlos, con sastrería en la calle Velázquez, en Madrid. Además del Rey puedes imaginarte a la de gente que le tomó medidas.

Mi curiosidad es que, siendo usted un pelotero prometedor, ¿por qué no quiso ser futbolista profesional?

Porque tenía en contra a mi padre. Él sabía que mi afición era solo un juego. Y no iba a permitir que estuviera yo, con mentalidad amateur, en el Sevilla Atlético y él de entrenador del primer equipo.

Donde vio jugadas de todo tipo fue en Deportes Arza, el negocio familiar.

De todos los colores. Y tuve la suerte de venderle un par de botitas al futbolista para mi gusto mejor de aquella época: Sócrates. Se llevó una que nosotros fabricábamos en Córdoba y se llamaban «Arzita» y las estrenó en el primer partido del Mundial en Sevilla. Tenía un cuarenta y uno. Y medía más de uno noventa. De la talla mayor de niño se llevó catorce o quince calzonas. Se llevaban entonces muy apretaitas.

Recuerdo, en Navidad, cómo las colas de público llegaban desde la tienda a La Campana.

Y nos ponían dos policías nacionales para controlar las entradas y salidas. Era un espectáculo.

Eso solo pasaba en su tienda y en Segarra, donde los niños nos volvíamos locos por las pelotitas del gorila…

Así es. Recuerdo cuando empezábamos el colegio y en las rebajas aquellas colas de Segarra, para comprar la única opción: los zapatos Gorilas.

Deportes Arza proveía de material deportivo a los mejores clubes de España…

Efectivamente, Sevilla, Betis, Madrid, Barcelona, Cádiz, Córdoba, Las Palmas… Y personalmente, a futbolistas como Di Stéfano, le hacíamos las botas. Se la hacía un zapatero de Barcelona que trabajaba para nosotros en exclusiva: Mauri.

Y los toreros compraban paletas de frontón.

Los toreros pasaron todos por allí. Sobre todo, banderilleros. Recuerdo a Manolo Cortés. Curro Romero compraba chándales y plásticos para sudar. Mi padre le decía: Paco te va a dar una lipotimia. Con eso solo pierde agua, no grasa.

No sabía que el Turronero fuera aficionado al frontón…

Jugaba todos los días en Piscinas Sevilla, con Paco Gallego, Paco Chaparro. Luego hacían el tercer tiempo en la Ponderosa, en la Gran Plaza.

Cobrar los pedidos no siempre fue fácil. Tengo entendido que al alcalde de Marinaleda lo convenció de que pagara de una forma muy cinematográfica.

Ohhhhh. Mi amigo y tocayo Juan Manuel Sánchez Gordillo. Entre él y yo diseñamos el escudo del equipo de fútbol con la aureola «una utopía por la paz». Se gastaba mucho en el equipo. Una vez me dio un talón sin fondo, de los que iban y venían. Lo llamé y le dije: tocayo págame que lleva seis meses sin pagar. O voy con el Mercedes de mi padre, me presento en la plaza del pueblo, te pego abrazos y besos y te arruino. Me pagó.

Y a cierto presidente de un club andaluz lo persiguió en coche…

En Huelva. Me dijo que me pagaba con la recaudación del partido. Pagué la entrada. Y cuando terminó el partido se saltó el palco y cruzó el campo para escaquearse. Cogió el coche, un Mercedes, y yo lo seguí, nos paró la policía municipal. Y no pagó.

Curiosamente los dos clientes más morosos de la tienda fueron el Sevilla y el Betis…

Había orden expresa de mi padre de que no pagaran hasta que no quisieran o pudieran. Yo me oponía. Era un negocio. No Cáritas.

¿La moda y el cambio de mentalidad cerraron aquella tienda tan emblemática en Sevilla?

Así es. En el momento en que en Sevilla se dejó de hacer deporte con mayúsculas y se empezó a hacer deporte belleza, se acabó el negocio en Sevilla.

Ahora anda usted liado con pinceles y acrílicos que tienen muy buena acogida. ¿Se atrevería con una exposición?

(Risas) Escucho ofertas que el arte es muy efímero.

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