Reloj de arena

José (Pive) Amador Gemio: la magia del seiscientos

Compositor y productor musical, representó a varios artistas. Ahora forma parte del jurado de «Yo soy del Sur»

Pive tocando la batería Curro Casillas

Félix Machuca

Fue panadero antes que ciudadano, fotógrafo antes que batería, diseñador gráfico antes que productor musical , fue tantas cosas que ni la radio, la tele y los libros le son ajenas. Por el contrario, en esos tres vehículos de expresión ha viajado con éxito para hacer de su apodo , Pive, una marca . Pero estoy empeñado en creer que su mejor vehículo, quizás el más pequeño, pero donde cupo una cosa tan grande, fue aquel seiscientos con el que deambulaba por la Sevilla de los setenta, gris y luminosa a la vez, con más sevillanos puros que miarmistas. Allí nació lo más grande porque un día, a la altura de la Alfalfa, comenzó a tararear un fragmento de la marcha «Virgen de las Aguas» con compases de swing.

En casa, por la noche, nació de un parto feliz y sin dolores creativos «Swing María» , como si un ángel de la Virgen de Regla se la dictara al oído. Había creado, sin tener conciencia de ello, el rock mariano, quedando cerrada la obertura con la adaptación del «Stand by me» para que, en una letra de juego de contrarios naciera la oración más bella del rock local: Rezaré . Macarena de Triana eres tú, a ver quién puede con semejante trabajadera…

Si digo que fue panadero antes que ciudadano no es por exagerar: es que sus padres, vinculados a la hermandad de la calle Orfila , lo inscribieron antes allí que en los juzgados. Lo de Pive es un trasunto escolar. Un alias nacido al influjo de un programa televisivo de los sesenta llamado «Cesta y puntos» . Pura arqueología de Prado del Rey. Aquel seiscientos lleno de magia creativa también lo llevó por los caminos de la fotografía conceptual. Hay obras suyas tanto en el Reina Sofía como en el Centro de Arte Contemporáneo. Con semejante ojo era difícil que se le escapara la estrella errante más luminosa del panorama roquero hispalense. Se acercó a Silvio como a un mito . Y Silvio recibió a Pive como un filósofo . Hablaban y hablaban de lo divino y de lo humano, de música casi siempre: Ray Charles, Elvis, Celentano, Mina, de los hombres y sus cuitas por supuesto . Cuenta Pive que Silvio decía que creía en Zeus y defendía el argumento de que los hombres pueden cambiar el destino. «Pero yo no soy uno de ellos», concluía el cantante. Zeus le cedió a Silvio su rayo y su cetro para hacerlo inmortal . Y le concedió éxito, fama, amor y dinero hasta que tuvo celos de él. Con treinta años se lo arrebató todo . Hasta una queridísima hermana que le hizo caso a Hilario Camacho y voló como los pájaros desde su terraza del barrio de Los Remedios. Silvio bebía para disfrutar . Desde entonces lo hizo para olvidar. No pudo cambiar su destino…

Pive lo convirtió en cantante , siendo Silvio con Pepito Saavedra, un calorro con el compás en las venas, los mejores bateristas de los sesenta en Sevilla. Y Silvio hizo de Pive un batería con reflejos de karateka para seguirle sus imprevistas salidas arriba de los escenarios. Durante los ochenta, eclosionaron los mítines políticos donde se contrataba a los grupos del momento. En uno de aquellos mítines, con Rafael Escuredo como cabeza de cartel, un presentador que se le había envenenado a Silvio por alguna razón no explicada, anunció la intervención del presidente de la comunidad. Silvio y Rafael se conocían de haber estudiados juntos en la Escuela Francesa. Cuando el locutor dijo con ustedes el presidente de la Junta irrumpió Silvio y saludó a los presentes: ¡Españoles! , empleando la retórica franquista con la que el general abría sus discursos. La gente se partía. Y Silvio hacía siempre lo mismo. Si el mitin era de AP, elegía el camino más corto para herir con guasa. Y daba la bienvenida al público dedicándole la primera canción a Santiago Carrillo . Provocaciones de tono menor que la gente aceptaba como las cosas del rey, las cosas de Silvio. No era amigo de la política. Quizás porque la política tiene poca gracia. Como él solía decir: «La verdad, si no tiene gracia, a nadie le interesa...».

El seiscientos mágico de Pive lo llevó por todos los caminos de su vida sin calentones ni pinchazos inoportunos. Porque desde que dejó la Facultad de Filosofía y Letras , tocó más palos que Antonio Mairena, siempre con la música como argumento. Fue diseñador de portadas de discos (Lole y Manuel, Silvio, Imán, Veneno) también autor de carteles, compositor, productor discográfico, manager, organizador de conciertos, guionista, productor, director y presentador de televisión y ha escrito cinco libros. Todos sobre música . Esa que descubrió, como Silvio, siendo un niño detrás de una banda cofradiera, mientras rufaba sobre el pellejo del tambor un nota que jamás escuchó tocar a Ginger Baker…

José (Pive) Amador Gemio: la magia del seiscientos

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