Entrevista
José Pérez Bernal: «Cada vez que una familia ha rechazado donar los órganos me he ido llorando a casa»
El médico José Pérez Bernal destaca el trabajo incansable del personal de Enfermería y no sanitario en los equipos de los trasplantes: «Son ángeles sin alas. Nunca dicen que no, aunque se pierdan la comunión de sus hijos»
A José Pérez Bernal , sevillano de la Puerta Osario, no le faltan los reconocimientos ( Giraldillo de Honor de la Medicina de Sevilla, Médico Ilustre del Colegio de Médicos de Sevilla, Embajador de la Medicina Española ), pero de lo que se siente más orgulloso, lo que más agradece a sus 71 años, es del afecto de sus pacientes trasplantados, cerca de mil. Estuvo 44 años en el Hospital Virgen del Rocío, donde empezó como médico residente, y todo ese tiempo estuvo trabajando en la Unidad de Cuidados Intensivos , donde la línea entre la vida y la muerte es más fina y pequeña que en ninguna otra unidad hospitaria, y que él convirtió, casi sin darse cuenta, pero con entusiasmo y total convencimiento, en la hermosa y dura misión de su existencia: cruzarla casi a diario creando vida a partir de la muerte.
¿Cuál fue el momento más bonito de su vida profesional?
Tengo varios. Recuerdo un trasplante de corazón en 1987. Era la primera vez que yo participaba en una donación de este órgano. A la vuelta, en el avión, miraba la nevera que contenía ese trocito de carne arrugadita; y cuando llegué al quirófano, vi coserlo al cirujano y empezar aquello a latir: la emoción es indescriptible . Estaba agotado, como todos mis compañeros, después de una noche sin dormir, pero fue tan emocionante. La mujer estaba desayunando conmigo a los dos días. Cuando un ciego vuelve a ver tras un trasplante de córnea, es otro momento increíble, pero tal vez los momentos más bonitos de mi vida profesional fueron los partos de mujeres a las que se les ha trasplantado algún órgano . Las he visto como enfermos terminales, renacer a la vida gracias a ese órgano que se les trasplantó y, luego, engrendrar otra vida. Estuve en esos partos y fueron mis momentos más bonitos como médico . Yo llamo a esos niños «hijos de la solidaridad».
¿Y el peor?
Cuando me negaron una donación de órganos y el enfermo terminal que lo podría recibir ese órgano murió a las pocas horas. Esto es lo peor en mi profesión. Cada vez que una familia me ha dicho que no a la donación de órganos , me he ido llorando a casa en la moto. Conoces a las personas que se están muriendo y que podrían salvarse.
¿Es rabia o impotencia?
Las dos cosas. Sientes que no has sabido convencer a esa familia. Esa rabia se transformó en que me convirtiera un activista de la donación de los órganos . Quiero destacar que cuando hablamos de trasplantes solemos pensar en médicos y cirujanos pero la mayor parte de los equipos lo forma personal de Enfermería. Incluso personal no sanitario: conductores de ambulancias que se juegan la vida a menudo en malas carreteras, celadores, etcétera. Son ángeles sin alas que nunca dicen que no, aunque se pierdan la comunión de sus hijos. Por eso en el Virgen del Rocío hacemos más trasplantes que en ningún otro lugar de Andalucía.
Cuando usted empezó a trabajar en el hospital, hace 45 años, había habitaciones no de dos, ni de tres, sino de seis camas.
Sí. Y las camas se movían con una manivela. El Virgen del Rocío se fundó en 1955 y era un hospital privilegiado para la época, comparado con el resto. El Hospital de las Cinco Llagas, donde yo me formé y fui interno de puerta, tenía habitaciones de 42 camas. Allí la gente iba a morirse.
Al Virgen del Rocío, entonces García Morato, le llamaba la gente popularmente «Corea».
Era entonces el edificio más grande de Sevilla. El solar, enorme, lo compró el Instituto Nacional de Previsión , y desde entonces se siguen construyendo edificios en ese solar. Fue una idea genial hacer allí la entonces llamada «ciudad sanitaria». Ahora trabajan 8.600 personas allí. Y le decían «Corea» por la cantidad de obreros que murieron durante su construcción.
Sus conocimientos sobre trasplantes cruzaron el Océano Atlántico.
Sí. Fuimos a Cuba en 1999 a ayudarles a hacer trasplantes de hígados al Cimec , Centro Médico de Investigaciones Quirúrgicas de La Habana. Estuvimos allí diez años. La solidaridad y la medicina no tienen fronteras ni banderas.
Noticias relacionadas