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José María Lerdo de Tejada: «Sevilla necesita el doble de fuentes y el triple de árboles que tiene»

La Universidad de Sevilla le acaba de publicar un libro donde recoge apuntes del natural de la ciudad y otras ciudades andaluzas

José María Lerdo de Tejada Rocío Ruz

Félix

Es un libro en la más pura tradición del apunte del natural que han hecho los arquitectos de toda la vida de Dios.

Sí, en realidad se trata de recuperar lo que los arquitectos y otros profesionales han hecho desde siempre, que no es otra cosa que dibujos al aire libre.

¿Usted llevaba consigo el don del dibujo o tuvo maestros que le enseñaron las reglas básicas?

Me gustó mucho el dibujo siempre. Pero reconozco que no tenía mucha habilidad. He tenido maestros como Alberto Balbontín, Jaime Verdaguer y Manuel Álvarez Fijo. Pero tengo que hacer una cita especial: Don Rafael Manzano, que nos enseñó arquitectura a muchas generaciones dibujando.

La Escuela tuvo fama en España por su nivel de exigencia. ¿Continúa alta esa exigencia, por ejemplo, en materia de dibujo?

Desgraciadamente las exigencias han bajado muchísimo. Es un mal general a toda la enseñanza.

¿Usted distinguiría un dibujo a mano hecho por un arquitecto de hace treinta o más años de otro actual?

Sí, sí, sí, se distinguiría. Hay arquitectos actuales que dibujan muy bien. Pero no en la proporción de hace años.

Me sorprendió que me dijera que el libro se lo había encargado su mujer. ¿Eso cómo se explica?

(Risas) Siempre he dibujado, más en los últimos diez años, y desde entonces la cantidad de libretas de dibujos en casa es enorme. Me animó a publicarlos. Su insistencia ha dado frutos.

¿Qué Sevilla recoge en sus dibujos: la eterna o la real?

Los dibujantes nos parecemos a los turistas. Y siempre caemos en la tentación de fijarnos en lo bello, lo hermoso y lo eterno. Y todo eso va unido en Sevilla a los centros históricos. Pero también tenemos ojos para la otra ciudad.

¿Usted a cuál pertenece?

Siempre me he sentido turista en Sevilla.

Es urbanista y da clases de Urbanismo en la Escuela de Arquitectura. ¿Quién necesita aprender más: sus alumnos o los políticos que definen el diseño de la ciudad?

Creo en la participación ciudadana. Todos debemos tener más interés por la ciudad.

Pues el Ayuntamiento demuestra tener muy poco por quitarle la solana a los ciudadanos: verano y sin toldos en Sevilla…

Es verdad que los políticos se interesan por muchas cosas pero hay algunas que son imperdonables olvidarlas.

Aspiramos a ser capital verde en Europa pero no hay árboles ni fuentes que refresquen el ambiente.

Sevilla necesita el doble de fuentes y el triple de árboles que tiene. Y presupuesto para mantenerlos.

Le diré algo más: en el 92, la Escuela de Arquitectura, con el malogrado Félix Escrig a la cabeza, diseñaron para la Cartuja unas maravillosas pérgolas climatizadoras que se han vendido como chatarra…

No haber aprovechado aquellas pérgolas para beneficio de la ciudad ha sido una verdadera barbaridad urbanista.

Con lo pobretona que es la ciudad y lo gastosa que es con lo que tiene, ¿no le parece?

Va mucho en el espíritu de los sevillanos. En la Feria me sorprende que la ciudad se muestra como un holograma: presenta una realidad ficticia, que no es real. Sevilla es una gran representación teatral.

¿El pecado urbanista imperdonable de la ciudad cuál es?

No haber entendido que la gran dimensión de su centro histórico exige medidas singulares para resolver sus problemas de accesibilidad y movilidad.

¿La Alameda tiene remedio?

Pienso que sería urgente construir un gran aparcamiento subterráneo, aunque resolver su acceso no sería fácil.

Los arquitectos de los ochenta te decían que había un urbanismo de derechas y otro de izquierdas. ¿Qué urbanismo se impuso en la ciudad?

No hay urbanismo de izquierdas ni de derechas. Y va a resultas de su capacidad económica. El urbanismo es presupuesto, belleza y racionalidad.

Pues ese modelo urbanístico es el que se está cargando con mucho cuidado uno de los ejemplos más hermosos que tenemos de avenida jardín como es La Palmera…

Cierto, ha habido falta de sensibilidad en proteger un espacio que estaba mal protegido y al que esa falta de sensibilidad no ha ayudado mucho.

Entre la derecha y la izquierda municipal se cargaron uno de los paseos más hermosos que tenía el urbanismo local: el de Marqués de Contadero. Otro crimen de lesa ciudadanía…

Esa es una gran verdad. Y produjo el deseado consenso en dos orillas tan distantes como la izquierda y la derecha. Y nació un esperpento.

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