Reloj de arena

José Luis Ruiz Bernal: 28 pulsaciones por minuto

Fumaba como Cruyff. Y tampoco era alérgico a la destilería. Solo se llevaba bien con el reloj cuando salía a las pistas y se le pedía hacer una marca

José Luis Ruiz Bernal, primero por la izquierda, durante una competición atlética Archivo personal Pepe Lorente

Félix Machuca

Un día muy, muy lejano, cuando el atletismo local corría en pistas de tierra volcánica en la Macarena, se celebró un tres mil donde un chaval muy delgado , de caderas bajas y estudiante en los Salesianos de la Trinidad, participó con cierto desaliño indumentario, como si fuera a jugar en algún descampado de su barrio.

Más que zapatillas deportivas llevaba una de aquellas alpargatas de los setenta que imitaban a las de verdad . Y en las calzonas cabían al menos dos atletas igual que él. Junto al chaval compitieron corredores que llevaban años entrenando en aquel estadio macareno de limitadas prestaciones.

Uno de esos atletas se llamaba Pepe Lorente . Comenzó la carrera y el chaval de las alpargatillas y las calzonas XXL empezó a tajelar como dicen que tajelan los etíopes por los bosques brumosos de sus tierras altas. El chaval les pegó un repaso de época a todos y dejó sobre aquellas pistas de tierra rojiza, casi marciana, la estela de su calidad y solvencia física.

«José Luis Montoya, padre del moderno atletismo sevillano, lo descubrió en una carrera en el estadio Macarena»

Se llamaba José Luis Ruiz Bernal y en el patio del colegio de los Salesianos jugaba a la pelota con un tal Pablo Blanco , el que fuera después todo un referente futbolístico para las tribus de Nervión. A pie de pista se encontraba el que ha sido considerado padre del moderno atletismo local: José Luis Montoya . Apuntó en su libreta el nombre de aquel chaval como el que anota el hallazgo de un diamante en bruto.

El mayor enemigo que tuvo Ruiz Bernal para haber tocado el cielo olímpico fue él mismo . Ni la disciplina, ni la recuperación, ni la nutrición adecuada formaban parte de su universo particular. Era como corría: un portento natural capaz de ganarle una carrera a una gacela . Y no le daba demasiada importancia a las exigencias que rodean la formación y cuidado de un atleta de alta competición.

Fuera de ese universo te daba sorpresas como la que le dio, mucho años después de aquella carrera en el Macarena a Pepe Lorente, que lo esperaba para hacer un control ya en Chapina. Tenía que bajar de ocho minutos en un tres mil para conseguir una beca . Llegó muy tarde, despreocupado como era por naturaleza, y la explicación que dio es que se encontró con su cuñado y se habían puesto a comer pastele s . Pudo acabar aquella tarde con La Campana.

Luego salió a la pista, corrió como los antílopes e hizo la marca que se le pedía . Una vez en Italia, pasó la noche durmiendo en un banco de la estación, para al día siguiente, correr un tres mil y hacer con la pinga ocho minutos y cuatro segundos. Lorente se empeñó en cuidar aquel diamante descubierto y pulido por Montoya . Y quiso reconducir por caminos razonables la natural anarquía de su conducta. Comía casi a diario en su casa, para cuidar la nutrición y recuperación de un extraordinario fondista que no dejaba de ser él mismo. Reconducir a Ruiz Bernal era tan imposible como meter el océano en una bañera.

«El corazón de Ruiz Bernal era digno de un congreso médico. Marcaba 28 pulsaciones en reposo»

Fue a los Juegos Olímpicos de Montreal del 76 en una cita donde, posiblemente, Sevilla aportó más atletas que a ninguna otra. Curro Sanjosé integró la selección olímpica de fútbol, Gordillo y Mateo iban con el equipo de halterofilia. Y Ruiz Bernal con aquel fondismo que lideraba el palentino Mariano Haro . Con Bernal, como amigos personales, lo acompañaron dos fondistas chapineros más: el propio Lorente y José Carlos Jaenes. Iban tiesos como estudiantes y hambrientos como perritos chicos.

Bernal siempre les sacaba de los apuros agenciándoles viandas del comedor de los atletas. Era una caja de no se cuántos helados que Ruiz Bernal les había sacado para alegrarles el paladar. Una afamada firma deportiva le regaló las primeras zapatillas nylon mesh que se vieron en Sevilla. Había quedado en Alcosa para salir a hacer kilómetros con Lorente y Jaenes. Estrenó las zapatillas haciendo treinta kilómetros a tres veinte el kilómetro . Cuando terminaron Lorente le preguntó por las zapatillas, si eran cómodas o no.

Ruiz Bernal le dijo que le habían hecho unas rozaduras en la parte superior de los dedos. Conociéndole bien, Lorente le preguntó: ¿Le has quitado los cartones?... El hombre que corría como los impalas y que en reposo tenía 28 pulsaciones al minuto, que ganó el campeonato de fondo en carretera sin haberlo preparado y que en Vich, tras varios meses sin entrenar adecuadamente por cuestiones de trabajo, hizo el tercer puesto que le daba derecho a ir a Irlanda al mundial de cross, siempre te sorprendía.

Hoy un ictus lo tiene sentado en una silla de ruedas , quizás la paradoja más cruel que le pueda dar la vida para alguien que siempre corrió como el viento…

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación