50 aniversario de la muerte de Joaquín Romero Murube
Joaquín Romero Murube: médico de anatomía urbana
Las reivindicaciones más brillantes del poeta son las concernientes al desarrollo urbanístico de la ciudad, un tema en el que fue muy celoso
En el verano de 1963, Joaquín Romero Murube se refería con el artículo de «El pecado de la plaza del Duque» al adefesio que constituía, a su parecer, la obra del inmueble que acogía el bar Duque. Contrastaba mucho con el entorno que rodeaba el pequeño establecimiento, que luego perduró vivo como único superviviente de la espectacular manzana de oro , en la esquina con la calle Alfonso XII. Hasta el año 1966, no desparecería el conjunto de la antigua plaza del duque de la Victoria.
Precisamente, fue a mediados de aquella anualidad cuando el fundador de El Corte Inglés, Ramón Areces, comenzó a gestionar con el ayuntamiento los derribos de varios palacios contiguos, de los siglos XIX, XVIII, XVII y XVI. Los de Cavaleri, de los condes de Palomares y del conde de las Torres de Sánchez-Dalp, además del hotel Venecia, el teatro del Duque y el colegio Alfonso X «el Sabio». Regía la alcaldía entonces don José Hernández Díaz, eminente profesor de Arte, que también fue rector de la universidad hispalense. Joaquín Romero Murube terminó mal con él, como lo demuestra el cruce de varias cartas particulares entre ambos.
Quizá nuestro doctor presagiaba ya, en 1963, los estropicios que se avecinaban . No pintaba bien el vertiginoso desarrollismo de aquel tardofranquismo que había empuñado, tan en alto, la picota para reobrar muchas y malas transformaciones de espacios que atesoraban personalidad propia, muy bien definidas.
«Nuestra ciudad se encuentra ahora mismo en un dilema peligroso», respondió en Radio Nacional
En medio siglo, Sevilla cuadruplicó su censo demográfico. De los 180.000 habitantes que tuvo a inicios del siglo XX, pasó a tener en torno a 450.000, en la década de 1950. Además, recibía anualmente unos 172.000 turistas. Aquel crecimiento tan desorbitado aconsejaba una actuación técnica que respetase el equilibrio y la armonía del caserío urbano preexistente.
Se trataba de evitar que Sevilla pasara a ser una ciudad almacén, como aquellas otras modernas que no estaban sujetas a criterios o normas urbanísticas y estéticas, sin espiritualidad ni tradiciones. En opinión de Joaquín Romero Murube, Sevilla tenía una idiosincrasia muy particular que había marcado una escuela de belleza estética y arquitectónica única en el mundo. Su gran temor era que desapareciera todo el encanto que la había convertido en una gran ciudad, desde hacía ya mucho tiempo.
A inicios de la década de 1960, José Luis Garrido Bustamante, le preguntó en una entrevista para Radio Nacional de España, en esta capital, qué opinaba de la Sevilla de su tiempo. Literalmente, Joaquín Romero Murube, respondió: «Nuestra ciudad se encuentra ahora mismo en un dilema peligroso: ser una ciudad grande o una gran ciudad. Nosotros estimamos que Sevilla es de esas ciudades españolas que más han progresado sustancialmente y que está ya abocada a formar, con Bilbao y Barcelona, el gran trípode de la prosperidad nacional. La realidad de una urbe no la define la construcción de una avenida, de un puente, o tal o cual servicio público. Una ciudad es un complejo, sobre base histórica económica y con posibilidades hacia la universalidad común que, en cada instante, caracteriza más a nuestros tiempos».
Romero Murube estuvo en contra de la destrucción de todas las casas de la Plaza del Duque
El casco histórico de Sevilla obtuvo, en 1964, la declaración de Conjunto histórico-artístico de carácter nacional, pero no pudieron salvarse de la especulación palacetes, ni algunos conventos antiguos, ni antiguas casas particulares, ante la falta de mantenimiento por parte de sus propietarios, y la alarmante pasividad de las autoridades municipales. Quien hizo la ley, ideó la trampa.
El Plan de Ordenación Urbana sancionaba las infracciones urbanísticas, pero no las impedía. Bastaba con pagar las multas. Joaquín estuvo en contra de la destrucción de todas las grandes casas de la plaza del Duque –como demostró desde la prensa–, cuyas demoliciones ejecutó la empresa «Derribos Pavón», cuando ya era alcalde Félix Moreno de la Cova.
Sin embargo, toda la tramitación burocrática la agenció el anterior alcalde, Hernández Díaz, con la ayuda del concejal de cultura, Antonio Sancho Corbacho, y el de urbanismo, Rodrigo Medina Benjumea. Señor que, curiosamente, terminaría luego siendo el arquitecto del Corte Inglés, aquí en Sevilla. En otra intervención radiofónica, pero en Radio Sevilla, declaró Joaquín: «Hemos destruido la fisonomía de la ciudad, y no para beneficiar al humilde y al desvalido, sino, las más de las veces, por complacer a la potente empresa económica, que viene a su avío y ganancia».
Maldita piqueta
Cuando el gran centro comercial abrió sus puertas el 8 de marzo de 1968, nuestro galeno había diagnosticado ya algunos de los desafueros arquitectónicos, en varios libros suyos. «Discurso de la mentira (1943)», y «Los cielos que perdimos (1964)», son muy buenos ejemplos de ello.
Asímismo, en otro puñado de artículos. Entre los publicados en este diario, quiero traer hoy un fragmento del denominado «Morimos todos los días», publicado el 30 de agosto de 1963 , en el que pintó el descalabro de esta guisa: «forman hoy el pórtico de la nueva capilla de la Macarena unas columnas de un cine de la calle Sierpes; los escalones del colegio Hernando Colón son sillares aprovechados de la Aduana vieja; y las piedras del convento del Pópulo se aprovecharon en las restauraciones del patio de la Montería. Morimos –gritaba con desesperación– en cada minuto». Una extraña acción compensatoria remató el cuadro.
El señor Areces, como director del Corte Inglés, adquirió la propiedad del palacio de los Pinelos para regalárselo al ayuntamiento, ¿en recompensa de qué? Allí están hoy establecidas las Academias sevillanas de Buenas Letras, Bellas Artes y Medicina. Y nuestro escritor murió sin leer el discurso de ingreso de una de ellas. Arza. Según Caballero Bonald, las reivindicaciones más brillantes de Joaquín Romero Murube son las concernientes a la anatomía urbana de Sevilla.
Noticias relacionadas