CÁRITAS EN LAS TRES MIL
Un oasis en el que no se pregunta a qué Dios se reza
La parroquia Jesús Obrero, en el corazón de las Tres Mil, atiende a cerca de mil personas de todas las religiones gracias a sus 125 voluntarios
Muchas de las personas que viven en las Tres Mil Viviendas no son católicas. Las personas de etnia gitana son, en su mayoría, evangélicas ; los nigerianos, que hay muchos en este barrio, musulmanes ; tambien hay muchos testigos de Jehová , pero todos ellos, testigos, musulmanes y evangélicos, van a la parroquia de Jesús Obrero, de los salesianos, a pedir ayuda, cuando la necesitan. Y Cáritas jamás pregunta por su credo religioso a quienes llaman a su puerta. Es su forma de entender la solidaridad. «Para nosotros la acogida es sagrada», dice Lourdes, maestra de 53 años y madre de tres hijos que lleva casi 25 como voluntaria.
También lo es, sagrada, la acogida, para todos los fieles católicos de Sevilla pues los recursos de Cáritas salen principalmente de las colectas en sus iglesias el primer lunes de cada mes. La mitad va para Cáritas de cada parroquia y la otra mitad para Cáritas Diocesana, que lo distribuye entre todas las de la ciudad, en función de sus necesidades.
Cáritas está en las Tres Mil desde hace más de 50 años y la parroquia de Jesús Obrero desde hace 32. Su párroco, Francisco Vázquez (Paco para todo el mundo) predica con el ejemplo y ha acogido en la propia iglesia a cuatro jóvenes inmigrantes sin hogar . Aquí no se desperdicia ni un solo metro cuadrado de la parroquia, donde trabajan unos 125 voluntarios, la mayoría mujeres de más de 40 años. «Nos gustaría que la gente del barrio se implicara más en el voluntariado, pero la realidad es que cuando las ha habido, en la calle las achicharran a peticiones cuando se encuentran a los vecinos y eso es muy duro para ellos», cuenta a ABC.
Las Tres Mil es un barrio con problemas. Con más problemas que otros barrios: drogas, elevado paro y fracaso escolar del 70 por ciento. «Pero este barrio te engancha», dice Lourdes. Y añade: «Aquí hay mujeres que no hay en ningún otro lugar de Sevilla . Tan admirables y tan valientes como ninguna y que sacan a sus familias adelante con muchísimas dificultades, empezando por las que les ponen a menudo sus maridos».
Proyecto «Isabel Arias»
Cáritas las ayuda con un programa especial, el proyecto de promoción de la mujer «Isabel Arias» , que dirige María Antonia, otra veterana voluntaria que vive en el barrio. Incluye un taller de reciclado de ropa usada y venta en tienda , que da empleo a unas 15 chicas, otro de educación permanente de adultos y un tercero de artes plásticas. En 2015 participaron 52 mujeres, de las que la mayoría son desempleadas o tienen un empleo precario. Ninguna pudo pisar el colegio y tienen una media de 3 a 4 hijos. La mayoría sufrió violencia machista y malos tratos, pero nunca abandonó el hogar. Las más jóvenes aún lo sufren.
Hay voluntarios psicólogos que les proporcionan ayuda profesional, además de «cariñoterapia» . Maria Antonia sostiene que «promocionar a una mujer aquí es poner en pie a una familia y cita al escritor libanés Amin Maalouf cuando dice que «preferimos equivocarnos en la esperanza que acertar en la desesperación».
Cáritas les hace un seguro a todos los voluntarios, ya que todavía se producen algunos casos de amenazas
Cáritas da ayuda a los vecinos que lo necesitan con vales de supermercado y ayudas de empleo , «empleítos» les llaman, como los de los puestos de abanicos de la plaza de España o los de venta de globos. Ayudas para que la gente salga adelante por sus propios medios. «Tapamos agujeros y ayudamos, pero ellos siempre tienen que poner algo, por poco que sea: apuntarse a un taller o tener sus papeles en regla», dice Lourdes.
Aprovechamiento de los recursos
Este barrio engancha, sí, pero también duele. «Hay personas que llegan y nos exigen como si fuéramos la Administración o el Ayuntamiento y eso nos duele porque nosotros hacemos lo que podemos», dice Lourdes. Para que esta ayuda llegue al mayor número de personas, los voluntarios velan por el aprovechamiento máximo de los recursos de que disponen . «Hay casos de picaresca , más de los que nos gustaría, pero contamos con ella y procuramos evitarla. Es nuestra obligación comprobar que es verdad lo que nos dicen y vamos a sus casas, aunque sabemos que por mucho que hagamos algunos nos van a a engañar», cuenta a ABC. «Estamos en economía de guerra y tenemos que justificar ante Cáritas Diocesana hasta una bombona», comenta Lourdes.
Cáritas atendió en 2014 a unas 850 personas en Las Tres Mil , un 34 por ciento más que el año anterior, pero desde el inicio de la crisis el perfil del destinatario de estas ayudas ha ido ampliándose al de la clase trabajadora, incluso media, que perdió su empleo, agotó el subsidio de desempleo y cayó en la pobreza. «Esta es nuestra prioridad ahora mismo, que esas familias no se caigan », confiesa Lourdes, que reconoce la vergüenza que debieron superar estas personas «con casas dignísimas» para venir a Cáritas a pedir ayuda. «Algunos trabajaban en la construcción ganando mucho dinero, pero todo eso se esfumó», reconoce. Algunos llegan a los economatos con sus vales con buenos coches pero ya un poco deteriorados.
Cáritas tiene un servicio de cita previa que se concierta por teléfono. «Antes atendíamos al instante, pero con la crisis se acumulaba mucha gente esperando en la puerta, incluso con sus bebés, desde la noche, y se formaban peleas entre clanes por los números de espera y por eso lo cambiamos. Éramos como las urgencias de un hospital. Todo eso está superado, por fortuna», recuerda Lourdes, que insiste en que «Cáritas no es la bolsita de comida: apuesta por la promoción» .
En los años 90 no existían, de hecho, las bolsas de comida. «Teníamos posibilidades de contraprestación como empleos en empresas de limpieza para quien no podía pagar el recibo de la luz. Pero en 2008 tuvimos que empezar a dar bolsas de comida, aunque luego las desviamos a las hermandades. Hace año hubo problemas con los repartos y un día casi quemaron esto —cuenta—. A veces llegaban botellas de leche y había problemas con el reparto. Los voluntarios lo pasamos mal». Cáritas les hace un seguro a todos sus voluntarios , aunque estos problemas ya están superados, si bien aún se producen algunas amenazas , pero de forma aislada.
«En este barrio dos y dos no son cuatro y, aunque rozamos el fracaso, no se nos arruga el alma»
Lourdes
una de las voluntarias
Tranquilizantes
Cáritas da ayuda en alimentación, óptica, farmacia, material escolar, ropa, búsqueda de empleo y asesoramiento legal . También ayuda con recibos de la luz y del agua y se coordina con los servicios sociales. Antes tenía una farmacia donde se daban medicamentos gratuitos, pero se cerró. «Tenemos un convenio con una farmacia de aquí pero por no dar medicamentos gratis sin sentido porque quí hay algunas personas que son coleccionistas de medicinas», dice. A todas las familias se les atiende, pero hay una contraprestación: aprender a curarse una herida o a tomarse la tensión a diario».
Piden de todo lo que no cubre la Seguridad Social : tranquilizantes, ansiolíticos, sobre todo las mujeres. Unamédica, una farmacéutica y una enfermera gestionan estas ayudas. Las nigerianas suelen pedir muchos pañales. «Las ayudamos en todo lo que podemos, pero les pedimos a cambio que acepten ir a clases de español, no solo para entenderse sino también para cosas básicas como firmar un documento», dice Lourdes.
—¿ Hay muchas veces que tenéis que decir que no a quien os pide ayuda?
—Muchas. Y nos duele mucho, pero no podemos con todo. En este barrio dos y dos no son cuatro y a unque rozamos el fracaso, no se nos arruga el alma .