La intrahistoria del cuadro de Alfonso Grosso en la Catedral de Sevilla

Desde su colocación en 1966, el Cabildo Catedral interviene por vez primera sobre la pintura de la Proclación del Dogma de la Inmaculada

Una estructura de andamios recubre el cuadro de la Inmaculada de Alfonso Grosso JUAN FLORES

José Gómez Palas

Una tonelada de peso colgada a 22 metros del suelo . Aprovechando la restauración de la vidriera de La Resurrección (Carlos de Brujas, 1558), situada en el crucero del lado del Evangelio, el Cabildo Catedral está acometiendo tareas de conservación preventiva sobre una de las pinturas de mayor formato que albergan las paredes catedralicias: el cuadro de Alfonso Grosso de la Proclamación del Dogma de la Inmaculada , a la que el pintor dotó de los rasgos de la Macarena.

Desde que se colgó sobre la puerta de la Concepción en marzo de 1966, es la primera vez que se interviene sobre esta majestuosa obra de 48 metros cuadrados (6 por 8 metros) , cuyo estado de conservación es bueno en general. «El cuadro está bien, el lienzo está tenso, no sufre de pérdidas de policromía ni presenta cuarteados», apunta Ana Isabel Gamero, la responsable de Bienes Muebles de la Catedral. No obstante, se aprovechará la instalación de la gigantesca estructura de andamios para eliminar la «gran acumulación de polvo» que presenta y para actuar sobre «los dos o tres manchones blancos, apreciables a simple vista desde la solería marmórea de la Catedral, provocados por deposiciones de aves» y que alteran la correcta contemplación de la obra que corona el Altar del Jubileo, escenario de los actos litúrgicos en las grandes solemnidades.

Los trabajos serán realizados por la empresa Sur Rehabilitación y Restauración S.L. bajo la supervisión del arquitecto de la Catedral, Jaime Navarro y de la conservadora Ana Isabel Gamero. «Lo más destacado de la obra es su luminosidad , parece que la luz está saliendo del cuadro», señala Gamero, que ha tenido a un palmo de su nariz los ojos de la Macarena inmaculista que preside la pintura.

La conservadora asegura haberse «estremecido» tras conocer la historia material de la colosal obra de Grosso , «una persona católica, comprometida y cofrade que, en un acto de fe, quiso regalar su cuadro a la Catedral y a Sevilla».

El propio Alfonso Grosso publicó el 8 de mayo de 1966 un descarnado artículo en las páginas de ABC de Sevilla relatando en primera persona la «pequeña historia de un cuadro grande» —así tituló su escrito—, donde describe las «dificultades, preocupaciones y desvelos» que tuvo que vencer para culminar la obra y donde se lamenta de haber conocido una «triste verdad», la de que «la ciudad Mariana por excelencia no ha sabido, o no ha podido, cubrir siquiera los gastos que ha ocasionado este homenaje , o monumento, a la Inmaculada».

En ese escrito Grosso relata la intrahistoria que envolvió su ejecución. Cuenta que fue el cardenal arzobispo de Sevilla MarceloSpínola el que en 1904, al cumplirse el cincuentenario del Dogma, impulsó la idea de conmemorar este hecho con un gran cuadro que se instalaría sobre la Puerta de la Concepción, de ahí la aparición del arzobispo sevillano en el lienzo. Se encargaron entonces varios bocetos a pintores de la época, entre ellos a Virgilio Mattoni, pero por motivos que se desconocen el cuadro no se realizó. Casi cuatro décadas después, en torno a 1940, el entonces alcalde de Sevilla, Eduardo Luca de Tena , resucita la idea del cardenal Spínola y encomienda a Grosso su ejecución. Uno de sus bocetos fue aprobado por la Real Academia de Bellas Artes, el Cabildo Catedral y el cardenal Segura. Pero no sería hasta 1965 cuando se inició su ejecución gracias a un importante donativo del Cabildo y a las contribuciones del Ayuntamiento, la Diputación, la hermandad de la Macarena, «que contribuyó generosamente queriendo conmemorar el acto de la Coronación de su bellísima y popular imagen en el mismo lugar en que el cuadro ha sido colocado», la hermandad del Silencio, el Círculo de Labradores y la Comunidad de Esclavas Concepcionistas de Sevilla, que fundara el cardenal Spínola.

Debido a su tamaño, Grosso se vio obligado a buscar un lugar adecuado para pintar el cuadro, inconveniente que solventó gracias la generosidad de los duques de Alba, que cedieron el Palacio de las Dueñas . En los ocho meses que empleó en su ejecución, Grosso recibió la ayuda del «notable pintor sevillano Rafael Rodríguez, que ya decoró varias iglesias con un gran sentido y buen gusto» y de Pepe Espinosa, alumno de la Escuela de Artes y Oficios. El 27 de marzo de 1966, Domingo de Pasión , el cardenal Bueno Monreal bendecía la monumental obra de Grosso, poniendo fin a una historia que se había iniciado 62 años antes.

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