Ciencia
Una ingeniera sevillana, en el corazón de la nave que radiografiará el Sol
Ana León González, que se graduó en la Escuela de Ingeniería de la Cartuja de Sevilla y trabaja para Airbus en Londres, ha tenido un papel destacado en el desarrollo de la misión europea «Solar Orbiter»
De los más de mil profesionales de numerosos países de todo el mundo que participaron en la construcción del satélite europeo «Solar Orbiter», hay una muy especial, la ingeniera química sevillana Ana León González . Ella fue la última persona en entrar en la nave dentro del «fairing» (carenado) antes de que se cerraran sus puertas para ser lanzada desde Cabo Cañaveral. Su trabajo, mantenerlo libre de contaminación, es fundamental para el éxito de una misión que durará siete años y se adentrará más allá de la órbita de Mercurio a partir del año 2022.
«Entramos en la cabina el responsable de calidad y yo vestidos de sala limpia -cuenta a ABC desde Florida antes de coger un avión a Londres-. Al abrir la puerta del fairing salía mucho viento y hacía un frío y un ruido muy fuertes. T uve que recoger las muestras con cloroformo en la cabina sin que nada se volase. Los responsables de la NASA y la ESA (Agencia Espacial Europea) estaban pendientes en todo momento y esperando las muestras para llevárselas, de modo que no había opción para fallar».
El pasado 1 de febrero Ana entró a coger las últimas muestras de partículas y moléculas en el satélite dentro del fairing ya montado encima del lanzador. «Lo hice en el VIF, que es un edificio como de unos 80 metros de alto (el cohete mide 60). Unas muestras se analizaban en en el Kennedy Space Center y otras en Europa, en la ESA y en Airbus UK, así que tenía que ser muy precisa y rápida porque había que mandarlos a analizar ese mismo día», recuerda.
El 8 de febrero pudo ver por última vez los cuatro lados de la nave. « H e cuidado ese satélite durante tres años para que estuviera enorden ese día y ver que estaba bien me produjo mucha emoción. Fue un honor ser la última persona del equipo en verlo y comprobar que todo estaba en orden», asegura.
«He cuidado de ese satélite durante tres años para que estuviera en orden ese día. Fue un honor ser la última persona del equipo en verlo antes del lanzamiento»
Esta ingeniera química empezó a trabajar en la sede londinense de Airbus desde 2017, como soporte del ingeniero responsable de Contaminación del programa «Solar Orbiter ». El montaje de un satélite era algo que no había visto en su vida pero se propuso aprender y, al cabo de varios meses de duro trabajo, se convirtió en ingeniero responsable de Control de Contaminación de la misión europea.
Como tal, fue la responsable de que la nave se lanzara al espacio completamente limpia de contaminación y tuvo que ejecutar operaciones delicadas en el interior de la nave. «La puerta de la cabina era tan estrecha que tuve que entrar en cuclillas tres veces porque eran tres muestras las que llevaba en la mano y tuve que hacerlo con cuidado de no dar ningún golpe al satélite -recuerda su último día antes del lanzamiento en Cabo Cañaveral-. L a distancia entre el satélite y el «fairing» era de medio metro, no había mucho espacio y está todo oscuro. Tuve mucha presión pero fue emocionante e increíble a la vez. Se me saltaron las lágrimas porque sabía que ya no iba a verlo más».
Para algunos de los centenares de científicos e investigadores de todo el mundo que han colaborado en el diseño y construcción de este satélite, este largo proceso fue como una especie de parto . «Se tardó en montarla unos tres años porque a pesar de la tecnología y automatización tan avanzada de las que disponemos se tuvo que hacer a mano, pieza a pieza. En su diseño se tardaron otros cuantos años. Lo más llamativo de un satélite es que el montaje es artesanal. Los satélites científicos como el Solar Orbiter son únicos », cuenta esta ingeniera sevillana afincada en Londres.
Diez sofisticados instrumentos
«Orbital Soler» viaja con diez sofisticados instrumentos a bordo, cuatro para registrar datos «in situ» alrededor de la nave y otros seis para observar el Sol de forma remota. El primer cuarteto está formado por detectores para la observación de partículas y eventos en las inmediaciones, partículas cargadas, campos magnéticos del viento solar, ondas magnéticas y de radio del viento solar . Los otros seis actúan como telescopios que observarán la superficie y la atmósfera solares.
Gracias a ellos se espera poder ver por primera vez en la historia los polos solares del astro rey, pero cualquier partícula que contamine el interior de la nave podría dar al traste con una misión en la que la A gencia Espacial Europea ha invertido más de mil millones de euros. De ahí la importancia del trabajo realizado por Ana León en la primera nave espacial con telescopios o cámaras que podrá tomar imágenes del Sol a unos 42 millones de kilómetros de distancia , un hito impensable en la historia aeroespacial.
Ana León se desplazó en septiembre de 2018 desde la sede de Airbus en Londres, donde trabaja desde 2017, a Munich. « Trasladamos el satélite a las instalaciones de la empresa alemana IABG para la primera campaña de testeo. Durante la campaña, se le sometió a pruebas que simulan todas las fases por las que va a pasar como lanzamiento, termo vacío, compatibilidad electromagnética, despliegue de antenas y placas solares», cuenta.
Ana León recuerda lo dura que fue la mudanza a Alemania «y vivir en un hotel estando disponible las veinticuatro horas del día los siete días de la semana. Es una experiencia que te lleva al límite de estrés, tensión y horas de trabajo , pero aprendí mucho y me permitió ver el desarrollo completo de la producción de un satélite de tal envergadura». Y añade: «Si había alguna actividad de urgencia o algún problema, fuera la hora que fuera, había que ir a sala limpia a resolverlo. No teníamos vida personal, era todo trabajo y eso te quema bastante desde el punto de vista mental», recuerda.
Esa campaña duró un año, hasta octubre del año pasado, cuando se trasladó la nave a Cabo Ca ñaveral (Florida ), donde ha vivido los últimos meses. Allí se sometió a «Orbital Soler» a tratamientos eléctricos y a pruebas con un instrumento de la NASA encargado de tomar imágenes de la Heliosfera. También se prepararon las últimas cubiertas para los instrumentos encargados de medir el viento solar y la puesta a punto del lanzador.
«Esta última fase de lanzamiento ha sido muy difícil también, no solo por la parte técnica que lleva la contaminación durante la preparación del lanzamiento sino también por la relación política entre ESA, NASA y Airbus , que obligaba a consensuar todas las decisiones -cuenta Ana León-. Trabajamos bajo la fuerte presión de poner el satélite a punto cumpliendo con los costes, requisitos de calidad y calendario. Hay mucho dinero público invertido y una ventana de lanzamiento muy limitada y yo me encargué de que se garantizara la no contaminación de los instrumentos durante el momento del lanzamiento y el posterior desarrollo de la misión», cuenta.
A pesar del elevado estrés que sufrió tanto en Londres como en Munich y Cabo Cañaveral, Ana dice que mereció la pena. «Ha sido muy difícil pero puedo decir que el Solar Orbiter ha sido uno de los satélites mas limpios que se han lanzado nunca al espacio», cuenta.
«Trabajamos bajo la fuerte presión de poner el satélite a punto cumpliendo los costes, requisitos de calidad y calendario con tanto dinero público invertido en él»
La carrera académica de Ana León González arrancó en la Escuela de Ingenieros de la Cartuja. donde cursó ingeniería química e ingeniería ambiental y se especializó en el tratamiento de agua y gases. En 2000 obtuvo una beca de doble titulación Sevilla-Milán bajo el programa T.I.M.E. (Top International Managers in Engineering).
Estudió Ingeniería Superior Ambiental en el P olitecnico di Milano y en 2009 presentó el proyecto fin de carrera y obtuvo ambas titulaciones. «Estaba preparada para trabajar en la industria química pero acabé en el sector aeronáutico por casualidad. Pasé a aeroespacial por probar el tema de satélites y porque la empresa OHB buscaba mi perfil . Tengo aún mucho que aprender pero es justo lo que busco al final en mi carrera profesional», comenta esta ingeniera que trabajó en Tolouse y Bremen , antes de fijar su residencia en Londres.
El equipo con el que ha trabajado Ana ( ella habla inglés, italiano y alemán) es mayoritariamente británico, aunque ha conocido a muchos eapañoles, franceses, italianos y profesionales extracomunitarios. «Yo soy la única sevillana que estaba en esta parte de la misión, aunque había más españoles», comenta.
Ana tuvo claro desde que acabó sus estudios en Sevilla que trabajaría fuera de España, como tantos excelentes profesionales formados aquí. « Me gusta el ambiente internacional pero me costó adaptarme a Londres porque pasé de una ciudad pequeña como Bremen a otra gigantesca y dejé a todos mis amigos en Alemania y una vida estable. Me fui sola y tuve que empezar todo desde cero sin conocer a nadie», cuenta.
Noticias relacionadas