Expo 92 de Sevilla
Los que iban a la Expo con curro... y no era la mascota
Empleados de la Expo 92 recuerdan aquellos meses como una de las mejores experiencias de toda su vida: «Se trabajó mucho, pero mereció la pena»
Muchos fueron los sevillanos que pudieron disfrutar de la Expo 92 trabajando en sus instalaciones. Durante al menos seis meses (del 20 de abril al 12 de octubre de aquel año) -aunque muchos por tiempo superior-, fueron miles los sevillanos que durante aquel año consiguieron un buen trabajo, e incluso un sueldo que muchos de ellos no volverían a obtener al menos hasta diez años después de aquella aventura.
Ignacio Montaño ocupó varios puestos desde el año 85, hasta que en 1991 fue designado Comisario de Sevilla, y por tanto de su pabellón. Le gusta recordar «cuanto supuso la Expo en la mentalidad de la mayor parte de los sevillanos, el peso de las infraestructuras para el futuro de la ciudad y de toda Andalucía, la revalorización de nuestros profesionales, y la puesta en valor de cuanto Sevilla fue para el mundo».
Para la cantante Lola González Bourrelier , de «Las Seventies»: «Estuve en la Expo desde dos meses antes de empezar hasta dos meses después de finalilzar. Era traductora e intérprete oficial del Pabellón de Australia. La gran mayoría del personal no hablaba español así que me tocaba desde traducir las instrucciones de las máquinas, los folletos del Pabellón… hasta hacer de intérprete de la primera dama australiana cuando vino a visitarnos. Éramos dos traductoras, una chica australiana y yo», recuerda.
«Un privilegio»
Carlos Telmo fue director de Relaciones Externas de Sogexpo y durante el periodo Expo, además, responsable de las Visitas VIP: «Fue todo un privilegio participar en la Expo’92. Haber pasado por allí y repetir con más años y más experiencia en la Exposición de Shanghái 2010. No podemos olvidar la experiencia AVE, fue toda una suerte». De igual modo responde Pepa Pérez-Victoria , productora de televisión durante la Expo: «fue una experiencia única poder trabajar con un gran número de profesionales de otros países. En un periodo tan corto de tiempo como fue la Expo, tuve la oportunidad de estar implicada en más de 30 programas de distinta índole. Esto supuso, lo que en tiempos normales un productor de televisión acomete en no menos de 10 años». También comenta que le gustaría recuperar para Sevilla «todo, el ambiente festivo que se respiraba, la cantidad de personas de todo el mundo que vinieron a conocer Sevilla, el trabajo que se generó directa e indirectamente, sobre todo entre la gente joven, y como consecuencia el gran impulso económico que se vivió aquí, que en nada correspondía al resto de España».
María Pilar Herrera González de la Higuera trabajó como azafata Vip en el Pabellón de Cruzcampo y «volviendo la vista atrás creo que lo más interesante, por excepcional, fueron los actos culturales». «Recuerdo actuaciones musicales de primer nivel en la Plaza de América, el cine con proyecciones diarias, el contenido e incluso el continente de ciertos pabellones. Pero además hay que señalar el ambiente festivo que se vivía a diario en el recinto. Sevilla trasladó a la Isla de la Cartuja su centro de diversión y ocio, y así fue cómo la Expo se convirtió también en punto de encuentro de los sevillanos, aparte de punto de encuentro de los distintos países del mundo. Más que instalarse la Expo en Sevilla, fue Sevilla quien se instaló en su exposición, y eso fue lo que la hizo diferente». Y añade «Aquella fue una época de efervescencia, de apertura. Sevilla renació con un nuevo concepto de ciudad, que es el legado de aquella exposición. Pero tras la clausura la ciudad cayó en un letargo del que ha sido muy difícil despertar», añade.
La guardería del recinto
Beatriz Bachiller trabajó en la recepción de la única guardería que existía en el recinto. «Éramos tres compañeras: pamplonica, sevillana y vallisoletana. Llegaban las familias de origen nacional e internacional, sobre todo desplazadas que de manera temporal realizaban un trabajo en la Expo y dejaban a sus hijos durante la jornada laboral para que se divirtieran con otros niños». Recuerda especialmente como «mi primer hijo nació el 20 de julio, en plena Expo. Fue una cesárea y en cuanto me recuperé me incorporé de nuevo, y él venía conmigo. Vivíamos en el Aljarafe así que todos los días llegábamos en coche, y dentro del recinto cogíamos el autobús, lleno de trabajadores, ya que entrábamos una hora antes de que abrieran las puertas al público. Y yo con mi niño en brazos. Todo el mundo nos conocía y se acercaban a vernos. Me decían lo chiquitito y bonito que era. Recuerdo aquel gigante paquistaní que iba con el cuello doblado porque daba con el techo, se acercaba a mirarnos y nos sonreía.
Por otro lado, Estefanía Hernández Mora , que trabajó como cajera en el telecabina, piensa que «ojalá sus familiares pudieran vivir una experiencia similar». Estefanía echa de menos aquella época porque le «gustaría recuperar la extensa variedad cultural que tuvo Sevilla en ese tiempo».
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