UNIVERSIDAD DE SEVILLA

Las horas más bajas de la Escuela Politécnica Superior: 30 años de olvido

La delegación de alumnos calcula en cerca de 14 millones la deuda de la Universidad de Sevilla y la Junta de Andalucía con la Escuela Superior, mientras esperan un nuevo edificio

Ricardo Castelló muestra el vestuario de los trabajadores de la Politécnica convertido en almacén ROCÍO RUZ

CRISTINA AGUILAR JAENES

¿Recuerda la película « Esta casa es una ruina » que en los años 80 protagonizó Tom Hanks? En ella, el actor y su pareja en la pantalla adquieren a muy bajo precio la casa de sus sueños sin saber los defectos que esconde. A medida que avanza la trama, los protagonistas van descubriendo todas las deficiencias que alberga la «perfecta» morada, al tiempo que de sus mentes se aleja la idea de construir un nuevo hogar, embargados por el pesimismo. Una sensación desmoralizadora muy parecida a la que uno percibe tras conocer de primera mano el estado actual de la Escuela Politécnica Superior , ubicada en el barrio de Los Remedios . Pero antes de detallar el presente de la ésta, es conveniente conocer cómo se ha llegado a una situación de olvido absoluto.

La antigua Escuela de Maestría Industrial fue construida, según el diseño de Antonio Illanes del Río , entre los años 1943 y 1948. Se inaugura en 1950 ofreciendo la demanda justa para la oferta que existía en la época. Sin embargo, 66 años después, la propuesta de la Universidad de Sevilla es prácticamente la misma, aderezada, eso sí, con el irremediable efecto que deja el paso del tiempo en sus paredes. Una cuestión que, ante la falta de una o varias rehabilitaciones profundas, se traduce en innumerables imperfecciones y ampliaciones colocadas con calzador. Dos aspectos, a juicio de alumnos y profesores, que hacen casi imposible impartir y recibir clase.

Todo ello mientras la Hispalense tiene retenidos 13,6 millones de euros que desde 2011 debe a esta Escuela. En ese año se previó iniciar la construcción de la nueva Escuela en Los Bermejales (presupuestada en 30 millones), acción recogida en el Plan Estratégico de la Universidad de Sevilla, para lo que se aprobó una cuota plurianual de inversiones.

Salida de emergencia de la biblioteca de la Politécnica taponada por una mesa con seis puestos de estudio ROCÍO RUZ

Sin embargo, debido a los recortes presupuestarios y a la deuda pendiente de la Administración andaluza con las universidades públicas, esas partidas plurianuales no han sido ejecutadas. A la vista de esta situación, durante el curso 2013-2014, se realizó un Proyecto de Reforma y Ampliación , en dos fases, de las actuales instalaciones. La primera fase se ejecutaría en 2015 con un presupuesto de 1,7 millones, pero tampoco se hizo.

Julio Ruiz y Ricardo Castelló , que pertenecen a la delegación de alumnos, son los encargados de guiarnos para descubrir lo que ocultan los recovecos de la Escuela. La primera parada la hacen en un despacho de apenas 25 metros cuadrados que comparten cuatro docentes. Percibir el agobio en esta sala no es difícil : documentos, carpetas y material de las clases apilados por todos los rincones. Aquí no hay el miedo al vacío porque simplemente no existe.

Francisco Aguayo , profesor del máster de Prevención de Riesgos Laborales , explica que no cuenta con un laboratorio para dar las clases prácticas del máster y, señalando a un armario, muestra el instrumental que utilizan sus alumnos y que cada día deben trasladar al aula por falta de espacio para almacenarlo. « Tenemos unas nefastas condiciones de trabajo desde hace treinta años, sin sitio para investigar. La Universidad ha lanzado mil promesas que no ha cumplido. En la Politécnica -continúa- no hay ese confort ambiental necesario para construir la autoestima profesional y la identidad de un ingeniero. Sí existe ese ambiente en la Escuela de la Cartuja , que obedece a los cánones de una universidad europea; mientras ésta lo hace según los de una del norte de África».

El profesor Francisco Aguayo, en la imagen, comparte despacho con otros tres docentes. Sus documentos y material de trabajo se acumulan en el suelo y ventanas ROCÍO RUZ

Invadidos por la humedad

Sigue la visita hacia el salón de actos. Entrar es experimentar un viaje al pasado . La estética propia de la década de los 40 se palpa en la moqueta y en el tapizado de paredes y butacones. Aunque ese color mostaza que inunda todo se torna más oscuro en las paredes, afectadas por la humedad. Julio y Ricardo cuentan que este salón lo comparten con el Ayuntamiento que, a través de un convenio, celebra allí actos para escolares. « A este salón vienen más niños a ver teatro que empresas a conocernos », apostilla Julio, que hace hincapié en el escaso plan de la Escuela (y la Hispalense) para acercar a los alumnos al mundo laboral.

El Aula de Cultura de la Politécnica es otro de los lugares que llama especialmente la atención. La Universidad ofrece una subvención para que cada centro celebre actividades culturales. En este, el Aula está localizada en un antiguo almacén al que se accede por un pasillo de dudosa seguridad, repleto de enseres de obra y muebles apilados esperando a ser reparados por el único empleado de mantenimiento que tiene el centro. El olor a humedad es insoportable . En este sentido, Julio y Ricardo aseguran que la ventilación es insuficiente. «Además cuando llueve de forma intensa entra el agua por los conductos. No han sido pocas las veces que hemos encontrado la sala encharcada», señala Ricardo.

Acceso al Aula de Cultura de la Politécnica, repleto de material de obra ROCÍO RUZ

La capacidad de la sala de estudios y la biblioteca también es reducida para el número de alumnos que hay en la Escuela: menos de 200 puestos para unos 2.800 estudiantes . Y en el caso de la Biblioteca, se da otra circunstancia: la salida de emergencia está taponada por una mesa de estudio en la que cada día se sientan seis universitarios. Resulta curioso que en un sitio donde se estudia la prevención de los riesgos laborales sucedan estas cosas... Aunque, respecto a esto, la biblioteca no es la primera que le da un puntapié al máster del profesor Aguayo.

En el patio principal, la Escuela amplió sus instalaciones colocando cuatro caracolas a modo de tetris donde, según Julio y Ricardo, viven temperaturas extremas tanto en invierno como en verano. «Damos clase amontonados, con las persianas rotas y sin apenas ventilación». Una de esas caracolas, la número cuatro, tapona la salida de emergencias del patio. «Sucedió a un compañero le dio un ataque epiléptico . La ambulancia no podía entrar al estar la caracola, dio varias vueltas y, mientras tanto, tuvimos que ir corriendo al centro de salud a buscar un médico», relatan estos alumnos.

Una de las tres aulas del taller de Ensayo de Materiales Destructivos. Ésta está separada de otra con una mampara, por lo que se solapan las voces cuando hablan dos profesores ROCÍO RUZ

Termina la visita en el taller de Ensayo de Materiales Destructivos , dividido en tres módulos separados por mamparas. Así, cuando un profesor habla, para que no se solapen las voces, el que está en el módulo contiguo guarda silencio. El mismo que mantiene la Hispalense sobre el futuro de la Escuela Politécnica Superior, aún en el aire.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación