La hermana María José, misionera en Guatemala, regala su testimonio en Sevilla

Sevillana de Albaida del Aljarafe, lleva más de veinte años en Sudamérica y vuelve para poner rostro y testimonio a la campaña de Manos Unidas

La hermana María José en la plaza Virgen de los Reyes J. M. SERRANO

AURORA FLÓREZ

A María José López Cabezón , mercedaria misionera de Bérriz , le ha marcado la vida la fe sencilla, entregada y respetuosa del pueblo de Guatemala , que le reanima y revitaliza diariamente su carisma de actividad y apostolado en una tierra violenta , de política corrupta, en la que sus gentes, muchas de las cuales van descalzas por pura pobreza a misa , le hacen asegurar con convencimiento que no ha visto «a hombres y mujeres con una dignidad más grande delante de Dios ».

Nacida en Albaida del Aljafafe , la hermana María José ha vuelto a su tierra para ponerle rostro y testimonio durante dos semana a la recién iniciada campaña de Manos Unidas . Nadie mejor que ella puede hablar de esos países azotados por las calamidades naturales y por las codicias humanas en los que « los que ni tienen de nada dan gracias a Dios mientras que los que tienen de todo se quejan a Él».

Más de veinte años lleva en Sudamérica , once de ellos en Nicaragua y el resto en Guatemala , plagados de pueblitos lejanos en los que las manos misioneras entierran, casan, dan la comunión...

A sus 55 años da «gracias a Dios por lo vivido» desde que sintiera la llamada vocacional en su pueblo en las Pascuas Juveniles de los Salesianos , a las que acudían, entre otros, hermanas de la que hoy es su congregación.

No fue casualidad que María José, «la de Flora» (por su madre), siguiera la pista que sintió, que la vida le fue poniendo por delante, incluso en forma de carta sin dirección de agradecimiento de una hermana que llegó a sus manos. Sin dejar sus estudios de Formación Profesional se decidió a participar en un campamento misionero en Badajoz. Y empezó a sentir que «la misión no es sólo un espacio temporal. Sentí que tenía que estar dedicada a la evangelización a tiempo completo ».

«¿Es llamada de Dios o locura de María José?» , se preguntó. Todo fue raudo. Hizo su compromiso religioso a la vez que estudios de Técnico Superior de Laboratorio con la ilusión, el sueño, de ir a África . Pero los designios del Señor eran otros.

En 1995, había llegado desde Bérriz (País Vasco) en autobús a visitar a su familia en Albaida , donde conoció la noticia del accidente de avión en el que murieron cuatro de sus hermanas de congregación en un viaje de México a Nicaragua. «Corrí de la plaza a mi casa para llamar por teléfono pensando: si me dicen que me vaya a Nicaragua m voy. A los dos días me dijeron que lo pensara y contesté que ya lo había visto Dios ».

Así, Nicaragua se convirtió en su primer destino misionero , en el que empezó a trabajar con jóvenes y mujeres, a la vez, obtuvo la licenciatura y comenzó a estudiar Psicología , carrera que terminó en 2007, en ese afán de compaginar la evangelización con la ayuda práctica y profesional cualificada.

En 2007 se trasladó a Guatemala , donde ha vivido la fuerza de los huracanes, de las inundaciones y demás calamidades, a trabajar con niños de tratas de personas, mujeres violadas, maltratadas , mientras emprendía nuevas aventuras vitales, como la de implicarse en un proyecto a 31 kilómetros de Ciudad de Guatemala por caminos de tierra con una hermana de la Congregación de la Preciosísima Sangre , de EE.UU., con 32 jóvenes indígenas, de 12 a 25 años, que lleva adelante la iniciativa jesuita del Instituto Guatemalteco de Educación Radiofónica.

Ahí lleva nueve años trabajando, feliz, «por su dignidad, educación, por poder formarlos, fortalecerlos...» . Añade más trabajo en Sinergia No’ j , en fortalecimiento y formación de pueblos indígenas, mujeres y jóvenes para salvar la pobreza, la discriminación y la opresión, en un país, «segundo más violento después de El Salvador, dominado por la corrupción y el narcotráfico, donde el 75% de las muertes son de mujeres . en el que el 85 por ciento de la población es indígena. Su preocupación por el papel de la mujer la lleva a animar a las que forman parte de las bases eclesiales a que participen en los cursos en la línea de sus derechos o la Biblia y la mujer, que se organizan en su parroquia de San Pedro Nolasco y que empezaron en casa de una de las señoras.

Ahora, en este paréntesis lejos de esa tierra que le ha dado el acento, el color de los bordados de la ropa que lleva con orgullo y que le renueva la ilusión misionera, la hermana María José anda por colegios, hermandades y parroquias de Sevilla y Córdoba hablando de la fe misionera, del trabajo... buscando concienciar, sembrar solidaridad, compromiso con aquellos que sufren hambre, desamparo y hasta olvido por parte de nuestro llamado Primer Mundo.

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