RESOLUCIÓN DE CASOS CONFLICTOS
Qué hacer con un paciente que tiene fobia a las agujas
Los comités de ética asistencial buscan el equilibrio entre los valores del enfermo y cómo ha de ser curado
No hace muchos años determinadas actuaciones que actualmente consideramos como habituales, como por ejemplo la inseminación artificial o el trasplante de órganos, supusieron una revolución no sólo médica sino también de los valores de la sociedad que generaron importantes controversias en la opinión pública.
¿Cómo alguien iba a transgredir la ley natural de la fertilidad?, ¿Cómo se podía llevar un órgano que había pertenecido a otra persona?... eran algunos de los interrogantes que se presentaban.
Hoy nadie cuestionaría, desde un punto de vista ético, las técnicas antes citadas, pero sigue siendo un hecho cierto que los avances médicos y el desarrollo tecnológico, en muchas ocasiones, van por delante de los cambios de valores de la sociedad.
Por eso hay que encontrar una solución al conflicto que se puede presentar entre esos valores de los pacientes y las actuaciones médicas que se pueden desarrollar y por eso nacieron los comités de ética asistencial hospitalarios, con ese objetivo principal: buscar el equilibrio.
Desde hace seis años funcionan como tal en la capital andaluza cuatro comités de ética asistencial: los de Sevilla, Sevilla Norte, Sevilla Sur y hospital Infanta Luisa, según el doctor José María Domínguez Roldán, presidente del primero de ellos que tiene como secretario al jurista Juan Manuel García.
Este comité de Sevilla abarca como zona de influencia el hospital Virgen del Rocío, el distrito Aljarafe, el distrito Sevilla, Osuna, el hospital de Alta Resolución de Écija, el Nisa y el hospital de San Juan de Dios de Bormujos.
Además del citado objetivo tiene tres funciones fundamentales como son la consultoría de casos, el desarrollo normativo y la formación ética de profesionales sanitarios, de los pacientes y de sus familiares. Son muchos los casos que trata este comité, sin embargo actualmente cada vez son más los profesionales sanitarios que son capaces de desarrollar, por sí mismos, toma de decisiones éticas relevantes, señala Domínguez Roldán.
En la actualidad están intentando resolver uno no menos difícil referente a una persona que tiene fobia a las agujas y necesita transfundirse.
Sin embargo, los temas más frecuentes son el desarrollo del consentimiento informado, la limitación del esfuerzo terapéutico o la retirada de medidas de soporte vital. Otra de las actividades del comité es la evaluación junto con los equipos médicos, equipos de evaluación psicológica, y de trabajo social, de los donantes vivos de órganos, fundamentalmente de donantes renales. En estos casos, intenta valorar la libertad en la toma de decisiones para la donación de órganos y que esta decisión no esté condicionada por presiones externas.
«También —sigue el doctor Domínguez— se valora que la información recibida y entendida por el donante sea completa y total. En los últimos cuatro años hemos evaluado más de 150 potenciales donantes renales, la mayor parte de ellos emparentados».
A Domínguez le apasiona su trabajo porque todos los casos son sorprendentes y por el componente humano que conlleva. «De hecho —apostilla— si buscamos ayuda alguna en Google no salen respuestas».
Entre las actividades normativas se encuentran la elaboración de documentos que sirvan de guía tanto a los profesionales como a los ciudadanos sobre cuál es la buena práctica clínica y ética en determinadas situaciones frecuentes. Así, se han elaborado documentos en relación a la transfusión sanguínea en pacientes que rechazan la transfusión con hemoderivados (sangre y productos provenientes de la sangre), y también documentos en relación a la atención al menor enfermo.
Los integrantes del comité de ética asistencial de Sevilla se caracterizan por su excelente formación en ética y bioética. Está compuesto por 15 personas, entre las que se incluyen: médicos, enfermeros, asistentes sociales, un abogado, y también un miembro «lego», es decir sin ninguna vinculación directa con las profesiones sanitarias ni con las asociaciones de pacientes y que de algún modo intenta ser la voz de la sociedad.
El comité trata una media de un caso conflicto al mes y 30 al año que se resuelven con una llamada de teléfono. Su decisión no es vinculante, «pero tiene peso».
Siempre intenta evitar la judicialización de los casos pero a veces no se ha podido lograr aunque el tribunal siempre la ha dado la razón porque son expertos y por el grado de independencia de las personas que componen el comité.
También se aparta de la ética intuitiva. O sea, no pueden decir: «Si este paciente fuera mi padre...». «Tenemos que llevar una metodología y conocer la historia de valores del paciente. Hasta hace poco nos interesaba la historia clínica y ahora, también, la de valores. O sea, saber si una persona de 85 años, por ejemplo, aceptaría que le hicieran una colostomía porque a lo mejor prefiere vivir menos pero dignamente. Nosotros preguntamos al paciente y prevalece su voluntad y, si no puede hablar y no ha hecho testamento vital, consultamos con la familia», señala Domínguez.
Este comité, además de ver los programas del corazón de la televisión para saber qué valores prevalecen en la sociedad en un momento determinado —que no quiere decir que sean los ideales— utiliza la metodología del médico jesuita Jonsen.
Método Jonsen
Este método analiza un caso-problema con un caso paradigmático ideal y ve las diferencias entre ambos y la mayor aproximación. En este sentido, el presidente destaca que las indicaciones médicas tienen que estar muy claras y consensuadas. También hay que asegurarse de que la voluntad del paciente es clara e informada. Otra cuestión que hay que tener muy clara es el objetivo del tratamiento —un paciente que va a morir por una enfermedad de base y no porque se le quite el respirador— y el contexto, porque puede haber intereses espurios, por ejemplo, de los hijos.
Muchas veces el comité recomienda que haya una atención social del enfermo después del tratamiento o la intervención quirúrgica porque, de lo contrario, no surtiría efecto alguno.
La efectividad del tratamiento es otro factor a tener en cuenta. Es el caso, por citar un ejemplo, de una paciente de Melilla que iba a ser trasplantada de riñón pero que después no se garantizaba si podría tener tratamiento inmunosupresor entre otras atenciones médicas que han de recibir los trasplantados.
Otro ejemplo es la suspensión del tratamiento de un paciente porque las condiciones higiénicas de la vivienda y su modelo de vida no son adecuadas y entonces el riesgo posterior a la operación iba a ser mayor.