CRIMEN DE LOS GALINDOS

«Fuimos para levantar el cadáver de una mujer asesinada y hallamos tres muertos más»

Ildefonso Arcenegui, hijo del forense que actuó la noche del crimen de Los Galindos en Paradas, encontró a los cuerpos sin vida de un matrimonio en un pajar incendiado

El forense de Marchena Alejandro Arcenegui, quien actuó en el crimen de Los Galindos ABC

Jesús Díaz

Aquella calurosa tarde del 22 de julio de 1975 soplaba un fuerte solano. Alejandro Arcenegui, el forense del Juzgado de Marchena , se encontraba escuchando misa en la parroquia matriz de San Juan Bautista de la localidad cuando lo avisaron de un crimen en el cercano pueblo de Paradas . Había que proceder al levantamiento del cadáver de una mujer asesinada en el cortijo de Los Galindos , donde además se había registrado un incendio en un pajar.

Aquel día las circunstancias fueron todas adversas. En Marchena no había juez en aquel tiempo y las competencias judiciales de forma momentánea estaban en los juzgados de Carmona, pero el magistrado estaba de vacaciones. Entonces, en un mismo coche se desplazaron a Paradas el juez de paz de Marchena, junto a Arcenegui y el auxiliar judicial.

Por su parte, el forense le había pedido a su hijo Ildefonso, de 23 años y estudiante de Medicina entonces, que cogiera su coche y fuera a Paradas para volverse los dos en cuanto terminaran su función en el lugar del crimen. Si bien el escenario que se iban a encontrar en el cortijo de Los Galindos cuando llegaron mientras anochecía nada se parecería con lo que le habían dicho.

«A lo mejor fue el primero en morir»

A la llegada del equipo judicial, Alejandro Arcenegui procedió a realizar las diligencias pertinentes para el levantamiento del cadáver de una mujer, Juana Martín, esposa del manijero de la finca Manuel Zapata . Había sido «asesinada» y presentaba politraumatismos y la cabeza «destrozada».

Además del cadáver, en la finca se había producido un incendio y había un pajar ardiendo . Los allí presentes, entre ellos muchos vecinos llamados por la curiosidad de lo que había ocurrido, se decantaban por dejar el fuego porque la paja iba a estar muchos días ardiendo, sobre todo con el calor que azotaba aquellos días la Campiña sevillana.

Mientras el forense llevaba a cabo el levantamiento del cadáver, su hijo aprovechó para dar unas vueltas por el cortijo de Los Galindos . Se acercó al incendio del pajar y allí descubrió lo que parecía ser un fémur. Aquello le llamó la atención y no era para menos, pues terminó desvelando que en el fuego había dos cadáveres , que llevaban muchas horas de combustión, por lo que las llamas habían devorado partes de los cuerpos. Junto al pajar había un bidón donde guardaban gasolina.

El estado de los cuerpos hizo que se tardara en identificarlos. Con los medios existentes hace 44 años y con los restos óseos que se tenían de ambos cuerpos y las dentaduras, Alejandro Arcenegui y su hijo, quien le ayudó en las autopsias, pudieron comprobar que el matrimonio muerto era Pepe González, el tractorista, y su mujer Asunción Peralta.

Mientras el forense indicó la causa exacta de la muerte de la mujer de Zapata, con el matrimonio sólo pudo identificarlos. Las causas nunca se supieron . Evidentemente, Alejandro y su hijo Ildefonso no iban a volver tan pronto a Marchena.

Tras el primer descubrimiento, Ildefonso, médico en el centro de salud de Marchena a punto de jubilarse, y su padre decidieron seguir un reguero de sangre en el camino de entrada al cortijo. Tapado con paja, como el cuerpo de Juana, se encontraba el cuerpo sin vida de Ramón Parrilla , otro tractorista. Presentaba dos orificios de entrada por disparos de escopeta de caza .

Ildefonso Arcenegui, hijo del forense y médico en Marchena, ayudó a su padre aquella noche en Paradas ABC

Lo que parecía un rutinario levantamiento de un cadáver de una mujer asesinada, se convirtió en el escenario de un crimen múltiple sin una explicación y cuya causa judicial prescribió sin conocerse autoría alguna.

Ildefonso Arcenegui rememora para ABC aquella noche del 22 de julio de 1975. La primera explicación que se daba sobre el terreno a lo ocurrido era un ataque de locura del manijero Manuel Zapata para matar a su mujer y al resto de personas.

Zapata, que había sido agente de la Guardia Civil , era el que faltaba en el cortijo aquella noche. Podía estar escondido por el campo, pues tenía experiencia de supervivencia. Pensaban que había huido a Sevilla herido, pero nada más lejos de la realidad.

Tres días después fue hallado al final de la finca, cubierto también con paja, con un traumatismo craneoencefálico por un golpe en la cabeza con una pieza llamada «pajarito» de la empacadora de paja. Una pieza de hierro con salientes. « A lo mejor fue el primero que murió », dice Ildefonso, quien recuerda: «Fuimos para levantar el cadáver de una mujer asesinada y hallamos tres muertos más».

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