Reloj de Arena

Evaristo Vadanta, «Er Vari»: La chispa inagotable

La escuela de la calle le hizo convertirse en el rey de las reuniones y de los saraos, deslumbrando con su surrealismo

Er Vari de Triana legitimaba su reinado en los saraos y fiestas con la chispa inverosímil de su ingenio, que no tenía fin @VariTriana

Félix Machuca

Al desconchado de su vida le respondía con el ingenio de tanta calle como peleó para convertirse, sin cetro ni corona, en el rey de las reuniones y de los saraos , deslumbrando con el afán surrealista de su postura.

Suyas fueron las firmas de los decretos reales que convirtieron los madrugones más secos en regadíos de frutales y carcajadas. Y el armiño de su realeza no estaba en el forro polar que llevaba del Charco de la Pava. Sino en la calidad del tejido de su ingenio, confeccionado con la chispa inagotable de lo inverosímil . No era un maniquí.

Los dientes los tenía en lista de espera y sus ojos se escondían en una gafas de las de culo de vaso . Dicen que el hambre enseña más que Salamanca. Y que las tesis de sus doctorandos no conocen negros ni falsificaciones. Quizás por eso Er Vari era el sueño imposible de Masterchef.

¿De qué vivía? De lo que encontraba y buscaba. Ya fuera cantando, como Frank Sinatra, a su manera . Ya fuera cocinando, como Ferrán Adriá, deconstruyendo lo que nunca estuvo en pie. O ya fuera estando en el sitio para ser su mejor tarjeta de crédito…

En la boda de un amigo de Manolo Melado , en una venta de Alcalá, estaba cantando muy pegado a los bafles. Aquello soltó un chasquido parecido al de los cohetes. Y Er Vari, sin inmutarse, abriendo un breve paréntesis en su interpretación, dijo: «Sale Benacazón».

Actuando en una boda en Alcalá los bafles pegaron un chasquido como si fueran cohetes justo a su lado. Y dijo sin inmutarse: «Sale Benacazón»

En otra ocasión, camino del Rocío, solo y con sus andares de pirata del Inserso , por el carril estrechísimo que va para Torre Quemada, se lo encontró Paco Lola en una mañana malaje, gris, antipática. En un lado del carril, un mar de olivares; en el otro, girasoles con dolores de cabeza, sin sol hacia el que mirar. Er Vari los vio tan gachos y derrotados que se puso a hablarles: se la habéis pegado muy fuerte esta noche, ¿no? Hizo fortuna , como emblema de su picardía eléctrica, la anécdota del ladrillo de gafas.

Le encantaba ir a las reuniones rocieras como cocinero. «Me llevo el equipo», decía refiriéndose a su gorro y delantal de profesional . En aquella ocasión le dieron un barreño de plástico para hacer la ensalada. Fue a buscar el vinagre y el aceite dejando la ensaladera sola y sin vigilantes, en las manos de la guasa. Y la guasa colocó en el fondo del barreño un ladrillo de gafas. Cuando Er Vari se puso a removerla y se encontró el ladrillo dijo sin inmutarse: os habéis pasado con la melva…

Rafa Almarcha y la gente de Siempre Así lo invitaron a que diera una pincelada de su arte en un disco de éxito absoluto, «Cantando que es gerundio». Interpretó su «Chica salvaje, te vas al bar Manolo. Chica salvaje, y comes como un lobo».

Aquel pelotazo le permitió al Vari acogerse a la mano bendita de los royaltis, que cobraba en la discográfica. La fama vuelve del revés las cabezas más bien puestas. ¿O es que Er Vari no tenía derecho a perderla? Una vez fue a cobrar y pidió por el telefonillo que le pagaran el taxi en el que había llegado.

Las caras del ingenio suelen ser, a veces, tan paranormales como las de Bélmez. Y Er Vari tenía ese rostro duro que enternece. Tanto que, tras comerse él solo un pollo en salsa en un bareto del Porvenir , le comentó al acompañante: como trabajan el pollo en Triana en ningún otro sitio… Pero él era gallo en el corral de su arte. Estaba en el secreto de la soleá de Triana, a la que le metía poca voz, pero todo el gusto de las gargantas antiguas. Y luego era único saboteando letras de canciones exitosas.

Tuneaba las letras de canciones famosas. Como aquellas de la Carrá: «Ah, ah, ah, ah, en el menudo todo es empezar. Ah, ah, ah, ah...»

A la Carrá le tuneó aquella canción que la italiana de las piernas con pecado hizo célebre: «Ah, ah, ah, ah, en el amor todo es empezar». Er Vari, trianeando por la calle de su pureza, la llevó a la olla del hambre: «Ah, ah, ah, ah, en el menudo todo es empezar. Ah, ah, ah, ah, verá que pronto se va a acabar…».

José Manuel Soto, Ricardo Miño, César Cadaval, Antonio Donaire, Rafael Almarcha y tantos otros lo acogieron en sus ONG solidarias, llevándolo y trayéndolo, dándole lo que la vida se empeñaba en regatearle. Para correr más que la austeridad que lo perseguía tenía por costumbre recolectar tras sus actuaciones en saraos de amigos y conocidos.

Pilar, la mujer de Soto, le dijo una vez que se esperara, que no tuviera tanta prisa en pasar el cepillo. Er Vari le respondió: claro guapa, como tú estás cubierta… Todavía anda riéndose el Soto que, en el Rocío, lo vio pasar una noche durmiendo entre el somier de la cama más baja de la litera y el suelo. Al amanecer le preguntó José Manuel: ¿Qué tal la noche, Vari? «Arreglándole los bajos a un mil quinientos la he pasado, Soto mío»,

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