Eusebio Poncela: «Esta obra me ha servido para hacer un Barret vengativo»

El actor madrileño representa este fin de semana «El sirviente» en el teatro Lope de Vega de Sevilla

Eusebio Poncela en una de las escenas de la obra que protagoniza en «El sirviente» junto a Pablo Rivero ABC

Pedro Ybarra Bores

Tras triunfar en el Teatro Español, el actor madrileño llega el Teatro Lope de Vega de Sevilla con «El sirviente» (del 22 al 24 de noviembre), versión teatral de la obra del autor británico Robin Maugham, que ofrece la interpretación de dos de los actores más destacados de la escena nacional, el propio Poncela y Pablo Rivero bajo la dirección de Mireia Gabilondo. Tras debutar en el teatro, a lo largo de los años Poncela ha obtenido grandes éxitos también haciendo cine y televisión. Ahora confiesa padecer «el síndrome de Greta Garbo», ya que vive en un pueblo donde lleva una «vida franciscana», menos cuando tiene que salir a grabar o al teatro. Hoy confiesa hacer las entrevistas «lo más sinceramente que puede».

¿En qué medio se mueve mejor?

En todos. Si me dan una serie como «Los gozos y las sombras», una película como «Martín Hache» o una obra como «El sirviente», yo soy feliz. Solo tienes que variar un poco la técnica, los ángulos, y la voz. Lo demás es decirlo lo más verazmente que te quepa en el cuerpo, y a mí me cabe bastante veracidad.

Muchos le siguen recordando por «La ley del deseo».

Unos por esa, otros por «Martín Hache», «Arrebato», depende del foco de público.

«El sirviente» es una novela que ha sido llevada al cine y al teatro ¿qué le ha inspirado más a la hora de interpretar su personaje?

Ni siquiera he vuelto a ver la película, aunque la trama es la misma. Le ofrecimos la versión a Álvaro del Álamo y dimos en la diana, pero los herederos de Robin Maugham no querían cambiar ni una coma en la traducción. No querían que fuera una versión. Al final nos hemos inventado un final que Maugham no pudo escribir en 1948 porque entonces lo hubieran metido preso. Hemos dado lo que Maugham no pudo hacer. Hubiéramos podido hacer algo psicológico y sutil, pero no tenía interés en hacer una cosa así en el momento en el que estamos en el que todo es una pura tremendez. Creo que no se habla ya de cuál es tu tendencia sexual, sino que hemos descubierto ya por educación que la sexualidad es bastante fluida, que es algo que fluye, que no está encajonada.

Y dirigido por una mujer.

Es la primera vez que trabajo con Mireia Gabilondo, aunque he trabajado con todas las directoras de este país, desde Pilar Miró («Werther») hasta ella.

Junto a Pablo Rivero...

Me sugería la idea de ser una persona rebelde, cosa que me produce bastante cercanía, y efectivamente no estaba equivocado. Desde que empezamos los ensayos él ha evolucionado de una manera feroz y hace un puente en su personaje. Verdaderamente el protagonista absoluto de la historia es el personaje de Pablo, es donde vemos la evolución de un personaje, cómo va cambiando incluso físicamente. Ahora mismo veo que la evolución de él está tomando poder y una gran solidez. Pablo está estupendo y cada día mejor, y eso que se trata de un personaje muy complejo y difícil. Se compromete mucho y lo hace muy honradamente. Me gusta mucho. Luego está Sandra Escacena, que es la nueva generación que viene empujando y que a sus 17 años es maravillosa. Abre la boca y es «una genia». Así que estoy encantado con la compañía.

¿Qué tiene Barret de Poncela?

Un montón. Estamos en épocas más bravas y tenemos que batallar un poco con esta atmósfera de mentira que nos envuelve, en la que no hay un español que esté a gusto ya. Estamos todos insatisfechos, y ya no pueden decir que sea por una crisis económica, sino que es otra cosa la que nos envuelve a todos. En ese sentido tengo un problema con la clase dominante, que directamente detesto. Esta obra me ha servido para hacer un Barret vengativo, y no sujetarme al final para decir «ya he conseguido lo que quería». Ello es solo una etapa de mi Barret, un Barret que cuando consigue por fin hundir a este hombre va a hundir al siguiente, es muy personal, pero así se lo digo.

Un texto de los años cuarenta.

Es un cúmulo de géneros. Tiene melodrama, suspense y sexualidad, aunque sin claridad. Por eso es un clásico. La crisis, el abismo, la diferencia de clases sociales no ha cambiado un ápice desde entonces. Sigue siendo un clásico.

¿Y la respuesta del público?

Hipnosis, desde que empieza hasta que termina. Tras un mes, en el Teatro Español de Madrid no cabía un alfiler. La respuesta era de absoluto recogimiento, estupor y al final les ha encantado. Cada día era un lleno.

¿Hace mucho que no viene a Sevilla?

La última vez que vine al Lope de Vega fue para hacer el «Macbeth» de Shakespeare en 2005 y tengo un recuerdo estupendo. Pero desde entonces no he vuelto. La he conocido muy bien, sobre todo Triana. Tenía grandes amigos músicos y he venido muchas veces. Me saludan por la calle de una manera tranquila, no puede ser más agradable.

Antonio Banderas acaba de inaugurar un teatro en Málaga.

Me parece maravilloso que utilice el dinero en hacer cosas como esa. Desde aquí le mando mi enhorabuena.

¿Qué proyectos tiene ahora?

¿Lo que estoy haciendo qué le parece? Estar retirado en mi pueblo con una casa maravillosa y pintar, y de vez en cuando hacer una película, teatro o serie. Es maravilloso.

¿Por qué hay que ver «El sirviente»?

Porque sales más joven, ya que esta obra rejuvenece. Siempre que he ido al cine o al teatro ha sido para intentar ser mejor persona, que ya es difícil ver una película que te provoque eso. Me gustaría que lo mejor de este montaje fuera ver el desastre autodestructivo que es la lucha que hay entre las clases sociales, porque ninguna de las dos sale ganando en esta obra. Las dos clases pierden. Me gustaría que al ver esto la gente saliera pensando «voy a intentar mejorar, voy a intentar ser mejor, voy a intentar que esa barrera, muro o abismo entre las dos clases sea más leve, desde mi punto de vista de mi comportamiento, desde mi actitud». Me pongo de rodillas si esto se consigue con algún espectador», dice.

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