In memoriam
La Esmeralda y su filosofía de vida a través de sus frases irrepetibles
«Mujer me siento por dentro porque llevo esa hormona que veo un hombre y se me ponen los ojos como el dos de oros»
La Sevilla de los años 70 en que la Esmeralda triunfó sobre los escenarios está muy alejada de la Sevilla de 2021 que la ha visto morir a los 88 años de edad . Inscrito en el Registro Civil como Alfonso Gamero Cruces , la Esmeralda siempre se mostró orgullosa de su condición de incatalogable, como él mismo se define en un impagable documental de 1981 firmado por el periodista Joaquín Arbide , también fallecido este año.
El mediometraje muestra a la Esmeralda en diferentes escenas cotidianas : friendo pescado a la sevillana, maquillándose para su espectáculo, paseando por el puente de Triana mientras se vuelven los transeúntes para verla o leyendo un ejemplar de ABC . Ahí repasa su vida, sus aspiraciones, sus miedos y su sufrimiento, que se percibe por debajo del revuelo de volantes con que baila con un abanico a la orilla del mar mientras suena la 'Andalucía espiritual' de Felipe Campuzano que es todo un testimonio de aquella época de la Transición y la preautonomía política.
«Gay, a mí no me gusta»
«No sé como catalogarme, me tiene que catalogar el público, yo veo que viene el público, me aplaude y se ríe, yo no sé ni cantar ni bailar como dice Lola Flores , pero tengo que tener algún duende en mi cuerpo y en las cosas que digo porque la gente se mea conmigo, y vienen una, dos o tres veces a ver el mismo espectáculo; llevo once o doce años en el candelero sin que el público de Sevilla y de España entera se canse», confesaba en 1981 de su actividad artística.
En la entrevista de Jesús Quintero de los años 90, la Esmeralda cinceló una expresión que la ha pervivido en el recuerdo colectivo al definirse como «maricón con acento en la o que suena a bóveda» . En el documental 'La Esmeralda', ella misma rechaza otras denominaciones que, con el tiempo, desplazaron a las más castizas de las que hacía gala: « Gay, a mí no me gusta, ay, coño: mariquita o un muchacho afeminado , pero tantos nombres -gay, homosexuales-, esto que ya nos están poniendo a los maricones como los escaparates, de cualquier manera».
«Maricón, tu puñetero padre»
Aunque siempre tuvo claro que su elección sexual no podía ser motivo de escarnio: «Un tío, así, cara a cara no me puede decir maricón porque yo no me meto en la vida de nadie ».
Porque no consentía que se lo echaran en cara como un insulto: «Si me dice maricón, le contesto 'maricón tu puñetero padre', porque a nadie se le puede deicr lo que sea. Un señor, una vez que iba mareado porque era un señor, sí me dijo 'ahí viene ese maricón', pero por lo general me dicen 'ahí viene Esmeralda, o Alfonso o la de los chistes' .
«Lo mío es mi voz»
Porque la Esmeralda se consideraba, por encima de todo, artista, lo que confiesa con dramatismo: «Si a mí me faltara algún día la voz , yo juraría por lo más grande que me quitaba la vida porque no podría vivir, lo mío es mi voz», sostiene convencida.
El apodo con que la conoció Sevilla se lo pusieron en 1948, con quince años, cuando la orientación sexual empezaba a hacerse evidente: «Estuve enamorado con 17 años de un hombre , cinco años con él, llevábamos una vida como hermanos y se me borró porque se casó».
«Se me ponen los ojos como el dos de oros»
En la película de Arbide, la sexualidad ocupa buena parte de las cuestiones que le formula el periodista y que la Esmeralda responde con infinita gracia sevillana al alcance de muy pocos: « Mujer me siento por dentro, porque llevo esa hormona que veo un hombre y se me ponen los ojos como el dos de oros ». La metáfora con la baraja es quevedesca, por lo menos, porque en 'La vida del buscón' llega a decir que el llamado don Pablos metía el dos de bastos (los dedos) para hacerse con el as de oros (un doblón).
«El que quiera un soldado, de plomo»
« No puedo ver un hombre guapo y no decírselo aunque se enfade, pero no se enfadan, aquí vienen con las mujeres y se mean de la risa«, dice en ese mismo documental la Esmeralda, que también rememora su mili, en la que lo destinaron a mozo de comedor de oficiales: »Me querían todos mucho, pero cogí un fusil y por poco me matan, me formaron consejo de guerra porque me llevé el fusil y lo metí debajo de la cama ». Cuando Aznar suprimió la mili obligatoria, talló otra frase de guasa sevillana a más no poder: «El que quiera ahora un soldado, se lo va a tener que comprar de plomo» .
En ese docudrama -que también es género de la época-, Alfonso Gamero narra su infancia llena de estrecheces , las penurias de su madre que no podía pagar el real (0,25 pesetas) que costaba el colegio por día y cómo ayudaba en casa recogiendo carbonilla que caía de los ténderes de los trenes en la playa de vías de la Barqueta, al otro lado del muro de Torneo, por el que le pagaban una peseta por un cubo. Oficios y trabajos informales que revelan la penuria económica de la Sevilla de la posguerra en los corrales de vecinos donde nació Alfonso Gamero.
«Todo lo que he ganado ha sido para mi madre»
También sale a relucir la relación especial con su madre, cuyo ojito derecho se sintió siempre: «Lo puedo decir con orgullo: todo lo que he ganado ha sido para mi madre».
También de su devoción rociera: «Todo lo que le he pedido a la Virgen del Rocío me lo ha concedido, el Rocío para mí no es una fiesta sino una devoción porque es muy milagrosa esa Virgen».
«Fea, pero muy limpia, siempre»
Y una confesión de debilidad para rematar sobre su propia imagen: « Fea pero muy limpia, siempre . Me cojo los rulos porque tengo poco pelo pero tengo que presentarlo». Eran los tiempos de las folclóricas, las pestañas rizadas y las cejas depiladas para pintárselas sobre la piel: una pretendida sofisticación que hoy se ve con ternura, como la propia personalidad de la Esmeralda, una artista irrepetible, en cualquier caso, digna hija de su tiempo. Descanse en paz.
Noticias relacionadas