Primera vuelta al mundo

Elcano, travesía de regreso en solitario

Al pasar de tener la bodega vacía a llevarla con algo más de 43 toneladas de clavo, las tablas hicieron agua

Ruta seguida por Juan Sebastián Elcano para salir de las Molucas ABC

Ignacio Fernández Vial

Al salir de la isla de Tidore con la nao Victoria, única de las cinco naos de la armada, Juan Sebastián Elcano inicia su largo peregrinar camino a la gloria en unas condiciones que habrían intimidado a cualquier marino, pero no a estos hombres, decididos a regresar a su puerto de origen a pesar de que eran totalmente conscientes de lo arriesgado de su proyecto. Así se lo dice Elcano al Emperador de España.

« Resolvimos o morir, o con toda honra servir a V.M., para hacerle sabidor del dicho descubrimiento , partir con una sola nave, estando en tal estado, por causa de la broma, que solo Dios lo sabe».

«El sábado 21 del mes (diciembre de 1521), día de Santo Tomás, nos trajo dos pilotos, que pagamos por anticipado, para que nos condujeran fuera de las islas. Nos dijeron que el tiempo era excelente para el viaje y que debíamos partir cuanto antes: pero tuvimos que esperar a que nos trajesen las cartas que nuestros camaradas que se quedaban en las Malucos mandaban a España, y no pudimos levar anclas hasta el mediodía. Entonces, los barcos se despidieron con una descarga recíproca de la artillería : nuestros compañeros nos siguieron en su chalupa tan lejos como pudieron, y nos separamos, al fin, llorando».

Bajo los consejos de los pilotos embarcados de Tidore, la Victoria navega a todo trapo rumbo a la cercana isla de Mare , en donde en menos de una hora carga toda la leña que le llevan cuatro canoas de los isleños que estaban esperándoles en la bahía. Finalizada la pesada faena, ponen proa hacia el SSO y alcanzan Moti, posteriormente dejan por la popa el grupo de islas Bacam y el archipiélago Sula, situado en las Molucas septentrionales. Desde aquí ven al S. una gran isla, Burú, a la que se dirigen. Cuando la tienen a su través, los pilotos que llevan a bordo aconsejan a Elcano que en estos parajes dejen de navegar al ponerse el sol para no chocar durante la noche con alguno de los numerosos escollos e islotes que abundan por estas aguas, por ello cuando ven que está anocheciendo deciden pasar la noche fondeados a sotavento de Burú.

«Con su bodega prácticamente vacía, las tablas del forro permanecieron mucho tiempo por encima de la línea de flotación, por ello, al estar sometidas a las altas temperaturas que reinan por estas latitudes, se habían secado»

Al amanecer del siguiente día, atraviesan el canal que se abre entre su fondeadero y una nueva isla, Manipa. Ya en aguas limpias de obstáculos, intentan ganar latitud, pero les entra por la proa un fuerte viento que les obliga a barloventear, esta vez al SO ¼ S, rumbo que mantienen unas 250 millas. Un nuevo role del viento, y a volver a rectificar la dirección de la aguja de marear, ahora al O ¼ NO. Con buen andar realizan una bordada de cien millas que les acerca, ya poniéndose el sol, a Minongko, de las Célebes. Para evitar tener que navegar sin luz en aguas que sus pilotos de nuevo le advierten que son peligrosas, vuelven a cambiar de rumbo, esta vez al S., con el que arriban a la isla Flores. Reconocen su litoral, siempre pilotando hacia poniente, hasta ver que al final de ella hay un canal que la separa de otras tierras —Sumbawa—. Estando aquí los pilotos les dan una buena noticia. Les dicen que ya están a pocas millas de Timor, y que para alcanzar su objetivo, nada más que tienen que seguir el perfil de la costa septentrional de Sumbawa, y una vez rodeada, dejarse guiar por su orilla.

El tiempo bonancible que les acompaña, se transforma en un fortísimo temporal el día 10 de enero de 152l.

«Mientras navegábamos por estas islas sufrimos una tempestad que puso en peligro nuestras vidas e hicimos el voto de ir en peregrinación a Nuestra Señora de la Guía si nos salvábamos. Con viento en popa navegamos hacia la isla de Mallua, bastante elevada, en donde anclamos; pero antes de llegar tuvimos que luchar contra las corrientes y las ráfagas que soplaban de las montañas».

Como otras tantas veces, los malos tiempos son superados y ya con una mar tendida y vientos de popa se acercan a Wetar. Al estar a su altura, después de tener que luchar contra las corrientes y las violentas ráfagas de viento que soplan entre las altas montañas de la isla, consiguen fondear en una abrigada cala , que se les abre al NO, en las cercanías de la actual población de Arwala. Quince días permanecen en este lugar ocupados en carenar la nao, pero esta vez sin tener que vararla para descubrir la quilla, son los costados de la nao los que hacen mucha agua. Con su bodega prácticamente vacía, las tablas del forro permanecieron mucho tiempo por encima de la línea de flotación , por ello, al estar sometidas a las altas temperaturas que reinan por estas latitudes, se habían secado, provocando que las uniones entre tablas se abrieran. Hay que tener en consideración que la nao cuando pasa de tener su bodega vacía a llevarla con algo más de 43 toneladas de clavo, sumerge sus costados muy cerca de los cincuenta centímetros, y esto supone unos 120 metros de uniones de tablas. Solamente con que el cinco por ciento de estas uniones se hubieran abierto, tendríamos seis metros de abertura por las que penetra el agua en la bodega. Repasadas y calafateadas las maderas, el día 25 de enero se vuelven a hacer a la mar y después de navegar al S cinco leguas llegan a la gran isla de Timor.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación