El rincón de ... Mercedes Luján
«Me echaron del flamenco por machistas. Una guitarrista da mala suerte»
El flamenco la expulsó de su reino para después volver a darle sitio en los escenarios entre la exclusión y la superstición
Usted nació casi con una guitarra en las manos
Se puede decir casi que sí. La música estaba en casa y en manos de mi abuelo, el maestro Palmitas, buen guitarrista y el que me inició y me metió el veneno dentro.
Su abuelo, el maestro Palmitas, fue el primero que se dio cuenta que sus ganas por tocar no eran un capricho, sino una verdadera vocación.
Y se dio cuenta cuando me regalo la primera guitarra, casi un juguete pero que yo la hacía sonar, en mis manos sonaba.
Creo que la primera guitarra profesional fue la de su abuelo y la acompañó a varios festivales.
Después de aquella guitarra de juguete, viendo que la guitarra no era un juego para mí, me regaló una de las suyas. Hoy la toco para acordarme de él. Y me hace llegar a su sonido, a su esencia, al abuelo que yo quise.
A propósito: ¿le gusta el coleccionismo de guitarras?
Me encanta.
¿Sueña con tener un espacio en su casa para guitarras de grandes luthieres?
Sueño con tener una casa llena de guitarras, con más guitarras que muebles, de guitarreros como Marcelo Barbero, Santos Hernández o alguno más actual como el sevillano Francisco Barba.
Me cuentan que Raimundo Amador tiene una colección de guitarras muy estimable. ¿De qué guitarristas tendría en su casa guitarras tótem?
Paco de Lucía, Niño Ricardo, Riqueni, Manolo Sanlúcar o una de la Serneta.
El caso es que usted, antes de cumplir la mayoría de edad, se ve fuera del flamenco porque los flamencos no la quieren. ¿Fue machismo o superstición?
Me echan por las dos cosas. Por machismo y superstición.
¿Me lo puede explicar?
En un concurso de cante de mí misma ciudad, en Lorca, donde me nombraron guitarrista oficial, no pude acompañar a ningún cantaor, aún viendo ellos que la otra opción que había, ni tan siquiera sabían acompañar al cante.
Y lo de la superstición…
En ese mismo festival le oí decir a un guitarrista: ¿vamos, concursar con una mujer a la guitarra.? Seguro que eso trae hasta mala suerte.
¿Llegó a entender entonces por qué le tiraban tantas piedras?
Nunca lo entendí. Pensaba que me había equivocado de camino.
¿Es cierto que algunos decían que las manos de una mujer no tienen fuerza y no valen para rasguear?
Es cierto. Y hoy todavía escucho cosas así. En Tik-tok me dijeron que la guitarra flamenca no es para mujeres y que me dedicara a limpiar.
¿Cuando se vio fuera del flamenco, fuera de su vida ¿se derrotó?
No, no. No me aparté de la música. Me aparté del flamenco. Intenté canalizar mi pasión por el flamenco investigando otros géneros. Desde el latín jazz al son cubano.
O sea que usted sobrevivió a su expulsión del paraíso gracias al latín jazz, al son y la salsa, a la música en definitiva. No tiró la toalla y se dedicó a saber más de música.
Así mismo fue. Y eso me salvó.
¿Quien la rescata otra vez paera la causa?
Antonio Benamargo.
Imagino que fue un día muy especial para usted…
Ese día entendí lo que me decía mi abuelo. Y me pesó que no estuviera entre nosotros para que lo celebrara conmigo. Me hubiese encantado decirle que llevaba toda la razón cuando me decía que no me querían porque era una mujer, no porque no supiera.
Creo que anda en una gira por España con un espectáculo solo de mujeres que dirige Juan Valderrama.
Buena paradoja, ¿verdad? Vuelvo al flamenco y lo hago para un espectáculo solo de mujeres y de la mano de Juan Valderrama. Ni en sueños me lo hubiera imaginado.
El espectáculo se llama “Mujeres de carne y verso”, está escrito por mujeres e interpretado por mujeres. ¿Su mejor desquite?
Así es. Y me he dado cuenta de que las mujeres excluidas no solo eran guitarristas. Muchos de los grandes poemas que hoy leemos fueron escritos por mujeres.
¿Conoce a Paloma Mola?
Mira, el arte no tiene género.
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