ENTREVISTA

«La duquesa de Alba no tenía un solo cabello que no inspirara deseo»

Bárbara Rosillo. Doctora en Historia del Arte y autora de «La moda en la sociedad sevillana del siglo XVIII»

La historiadora Bárbara Rosillo JUAN FLORES

Félix Machuca

Zaragozana, criada en Madrid, residente en Sevilla por vía matrimonial, lleva entre nosotros quince años, quizás como pez en el agua. Lo constato porque una historiadora como Bárbara Rosillo deambula a sus anchas por una ciudad cargada de historia, que te la muestra en cualquier esquina. Ha elegido el museo de Bellas Artes como su rincón favorito por razones obvias. El libro que la ha puesto de moda en círculos universitarios y populares se titula «La moda en la sociedad sevillana del siglo XVIII» , accésit del premio Archivo Hispalense que patrocina la Diputación. Le encanta la luz de la ciudad y sobrelleva la ranciedad recalcitrante de algunos.

—¿Cómo se habría vestido usted para esta entrevista si hubiésemos tenido la oportunidad de trasladarnos a aquella época?

—Un vestido a la francesa, elegante, de color pastel con un bordado de flores.

—Nada casual…

—En absoluto

—Creo que vestirse a la francesa, como mandaba la moda de Paris, costaba un ojo de la cara…

—Vestirse bien era costoso, astronómico. Determinadas prendas costaban más que un mueble o un carruaje. Yo me he encontrado en el Archivo de Protocolos algunas referencias a obras de Zurbarán y Murillo valorado en un coste inferior a la ropa.

—¿Las mujeres más elegantes de la Sevilla dieciochesca quiénes fueron?

—Las aristócratas. A través de los Inventarios de Bienes y de las Cartas de Dotes apreciamos cómo las ropas de alta costura era patrimonio de las élites.

—Pero yo le pido nombres…

—La duquesa de Osuna y la de Alba.

—¿Cuál tenía más «charme» de las dos vistiéndose?

—Ambas eran muy elegantes, pero la duquesa de Alba era muy sensual. Un escrito de la época sostenía que la duquesa de Alba no tenía un solo cabello que no inspirara deseo…

—Para ir a la corte, una aristócrata sevillana de la época, ¿cómo debía vestirse?

—La corte tenía usos muy rigurosos y también un canon especial para vestir el llamado traje de corte. Consistía en una impresionante falda sobre miriñaque que podía tener medio metro por ambas caderas, además de unos bordados riquísimos, acompañados a final de siglo por pelucas que parecían casi edificios en altura.

—¿Igual despliegue para lucirse en la corte se tenía también para dejarse ver en los oficios religiosos?

—Un traje de corte era imposible verlo en un desfile de Semana Santa. Pero las damas iban cubierta con una mantilla negra sin peineta. A modo de velo.

—El antecedente del «wonderbrá» aparece en aquel entonces ¿no?

—Exactamente. Era una pequeña pieza, de las que se conservan diferentes modelos de época, que consistía en un corpiño emballenado. Las ballenas estaban situadas estratégicamente para conseguir un busto lozano y alto y una cintura de avispa.

—Y los tacones rojos en los zapatos de caballeros se adelantan tres siglos a las suelas del mismo color que diseña hoy Louboutin…

—Los tacones rojos los pone de moda Luis XIV tras su boda con María Teresa de Austria y era un signo inequívoco de status social alto. En la casa de Lebrija hay un retrato donde se puede apreciar este detalle.

—Hasta entonces la moda española había sido muy oscura…

—Cierto. El negro, que en Europa lo llamaban español, era el color de la elegancia según los Austrias.

—Y eso que desde América nos llegaba tintes nuevos.

—América nos facilita muchos tintes. Uno de ellos era el que se extraía del árbol conocido como Palo de Campeche y que proporcionaba a los tejidos un negro intenso y extraordinario que se le llamó «ala de cuervo».

—Una curiosidad: ¿Cuánto tiempo podría emplear en vestirse a la francesa la duquesa de Osuna?

—Mucho tiempo y mucha ayuda. Tanto en el vestido como en el peinado y maquillaje.

—¿Y un pollo pera ilustrado como Jovellanos?

—Un rato y su ayuda de cámara.

—Imagino a un niño de la calle de los que pintó Murillo pidiendo una limosna a la entrada de la Catedral a una de aquellas emperifolladas señoras. ¿Sería el retrato social de una sociedad piramidal?

—Sí, sería el retrato de una época.

—En el museo de Bellas Artes existen ocho grandes cuadros de Domingo Martínez que son las crónicas de sociedad de la Sevilla que celebra la subida al trono de Fernando VI. ¿Dígame qué le llamó más la atención?

—El elegante vestido que llevaba el director de la fábrica de tabacos, don Juan Antonio de Losada, cuando entrega al ayuntamiento los dos retratos de los reyes.

—¿Salen favorecidos en esos cuadros las encogidas clases medias?

—Salen más favorecidos los miembros de la clase alta. Aquella fue una de las celebraciones más importantes de la ciudad barroca del XVIII.

«La duquesa de Alba no tenía un solo cabello que no inspirara deseo»

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